Estas novelas son las de “Peppone y Don Camilo”, cuya fama
está fuera de todo precedente en Italia.
En los años 50, estos
libros se adaptaron al cine en una serie de películas de gran éxito
protagonizadas por los cómicos Fernandel y Gino Cervi. Tan famosos se hicieron estos personajes, que llegaron a
adaptarlos, en forma de serie televisiva en Colombia, incomprensiblemente.
Y Terence Hill, en plenos años ochenta, y en el momento de
máxima popularidad, adaptó al cine dicho material en un tocho de dos horas de
duración.
Ahora bien, “Don Camilo” sería el debut en la producción y
la dirección del amigo Terence y aunque posiblemente, posteriores – y
escasas- incursiones en ese oficio fueron un tanto más precarias, hay que
reconocer que para su desvirgue, no le ha ido mal la cosa. Es decir, que quizás no sea una obra maestra, pero es, como dicen los mayores, “una
película muy bonita”. Un film de corte familiar y populachero, cuyo querido
personaje la verdad es que no le pega nada a Terence Hill…
Cierto es que el humor de las antiguas es ligeramente
más ácido y se posiciona hábilmente en el lado del cristianismo; en la versión
de Hill, se suaviza todo el componente político, quedando siempre ambos
personajes, comunista y fascista, bien parados ingeniándoselas para que ambos
caigan bien al espectador.
La película intenta desmarcarse un poco del estilo de lo que durante años había hecho Terence Hill junto a Bud Spencer, pero de
aquella manera… es decir, que está todo rodado en otro tono y que hay momentos
que se acercan, obviamente, al neorrealismo, pero el amigo Terence, si no mete
mamporros –seña de identidad tanto suya como de Spencer- revienta, así que,
de forma mucho más comedida, hay un par de peleas. Por el contrario, si en sus
películas habituales no había ni una gota de sangre, en esta sí la hay… nada
grave, simplemente que, como los jugadores de los equipo de fútbol propiedad
del ayuntamiento por un lado, de la iglesia por otro, acaban siempre como el
rosario de la aurora peleándose en el campo, pues vemos raspones y morados en
los rostros y anatomías de estos actores de figuración… tampoco vayan ustedes a
asustárseme.
Y si, Terence Hill sale airoso en su aventura en solitario, y sale airoso como director…
lástima que después, la cosa de dirigir le costaría un poco más. La película
está francamente entretenida y resulta del todo entrañable.
A Terence le gusta tanto el personaje, que hace un par
de años acabó dirigiendo e interpretando una serie para la televisión italiana,
“Don Matteo”, que prácticamente es igual que esto… supongo que la llamará así por una cuestión de derechos.
Completa el reparto, como el alcalde Peppone, el actor Colin
Blakely, secundario de lujo en mogollón de producciones británicas.