Un individuo es condenado a prisión por exhibicionismo y
se le considera poco menos que un depravado sexual. Con la ayuda de un abogado,
intentará probar que eso no es cierto, y mientras se demuestra, las situaciones
cómicas y eróticas circulan durante todo el metraje.
Mala. Muy mala.
El cine Español y el latinoamericano van de la mano.
Durante los años de la transición, independientemente de la situación política de uno u otro país, en España, México y Argentina se hacía el mismo cine.
Quiero decir, que cuando en España hubo destape, en Argentina y México hubo
destape, aunque como ya he comentado en otras ocasiones, a este se le llamó
“Cine de ficheras”. Sin embargo, mientras que el cine español ha navegado el
solito hacia su naufragio, el Mexicano se sustenta gracias al “Home Vídeo” y al
cine narco… pero por otro lado, Alfonso Zayas sigue haciendo ficheras, que se
llevan el beneplácito del respetable, si no en salas, sí en dvds alquilados.
Como he
dicho antes, el cine español naufraga, pero en televisión productos rancios
como los de José Luis Moreno y sus “Matrimoniadas”, se asemejan bastante al
concepto “ficheras” de nuestros amigos mexicanos.
En ese sentido, y ahí es a lo que voy, “El sexo de
los pobres” sí se ha de comparar al cine de destape de nuestra cinematografía. No sería similar al de Mariano Ozores, por ejemplo, si no al de Ignacio F.Iquino, con chistes llenos de sal gruesa, mal gusto y descuido general por el
producto, que son un incentivo, no obstante, a la hora de elegir verlas.
Sin embargo, este espanto viene dirigido por uno de los
directores Mexicanos más queridos y prolíficos de se país, Alejandro Galindo,
que firmó mogollón de películas, todas míticas según los Mexicanos. Es por
ello que, tras leer algo sobre el director, busqué alguna de sus obras para poder ver el sabor de la “Mexicanada” de la mano de uno de los que mejor supieron hacerlas. Pues me topo con otra chorrada más, que nada de especial
tiene comparada con cualquier película del sub-género dirigida por
cualquier mindundi sin un ápice de prestigio. Quizás en este caso incluso más
espantosa todavía.
Como curiosidad tampoco merece demasiado la pena y ni los
despropósitos de la película justifican la molestia de verla.