viernes, 24 de febrero de 2017

EL NOMBRE DE LA ROSA

La novela homónima de Umberto Eco, probablemente sea una de las novelas de detectives más populares de todos los tiempos, entre otras cosas porque transcurría en una abadía del medioevo y, la investigación, corría a cargo de suspicaces monjes Franciscanos, por lo que enseguida esa novela se traspasó la mera literatura para convertirse en cultura popular, cosechando críticas positivas –e incluso algun negativa- allá dónde iba a comienzos de los años ochenta. Es por ello que, en coproducción entre varios países de la comunidad Europea, se llevara a cabo una adaptación al cine con todos los honores. Producirían Italia, Francia y Alemania y la dirección recaería en las manos del competente Francés Jean-Jaques Annaud, reputadísimo director que venía de dirigir “En busca del Fuego”, y que después de “El Nombre de la Rosa” seguiría cosechando éxitos “de autor”, rodando “El Oso”, “El Amante” o “Siete Años en el Tíbet”. Luego ya, aún con títulos prestigiosos en los últimos años, andaría más de capa caidilla.
El caso es que en 1986, era el más indicado para dirigir esta adaptación y llevarla a buen puerto. De hecho, el director llegó a declarar que la Novela de Eco existía únicamente para que él pudiera dirigir la versión cinematográfica. Estaba encantado de poder hacerla.
Resultó ser un éxito comercial de tomo y lomo –sobrepasó los dos millones de espectadores en nuestro país- y uno de los títulos europeos emblemáticos de la década de los ochenta, siendo recordado como cualquier producción de Spielberg de la época, en la memoria popular.
Con sus tropecientos guiños a Sherlock Holmes,  nos cuenta como un Franciscano y su ayudante, llegan a una abadía dónde se están cometiendo una serie de crímenes sin explicación aparente, por lo que todos los frailes culparán de ellos al mismo demonio. Fray Guillermo de Baskerville, con su inteligencia y escepticismo, irá investigando paa demostrar que de muertes demoníacas, nada de nada. Durante el periplo, soteará algunos que otros pelígros, mientras se sucederán más escabrosos asesinatos.
Aunque Annaud no quería a James Bond en su película, Columbia sugirió a Sean Connery para el papel de Guillermo de Baskerville. El actor estaba demasiado encasillado y  su carrera en plena decadencia, por lo que Annaud buscó otros aspirantes al papel. Pero pronto se dio cuenta de que ningún otro actor lo hacía mejor que Connery, por lo que reconsideró la opción de que este protagonizara la cinta, y finalmente, así lo hizo. Como resultado, se relanzó la carrera de Connery de tal manera, que se convirtió en una de las estrellas  más queridas y cotizadas de Hollywood, convirtiendo en oro toda película que llevara su nombre, todo ello consecuencia de “El Nombre de la Rosa”.
Por otro lado, de un casting salió un jovencito Christian Slater que interpreta a Azzo, el ayudante de Guillermo de Baskerville.
A título personal, he de decir que, efectivamente, no puedo imaginarme “El nombre de la Rosa” sin las presencias de Connery o Slater, pero ciertamente, mientras que el primero sobreactúa y pone caritas para que se vea lo guapo que es, aunque esté interpretando a un Franciscano casi anciano, el segundo no llega de lo contenido que está, llegando por momentos a parecer autista. Pero no pasa nada.
Tan recordado como estos sería el secundario Ron Perlman, quíen da vida a Salvatore, el Jorobado que habla más de la cuenta y cuyos rasgos no se nos despintaron a los que vimos la película siendo aún infantes; el futuro inmediato de Perlman, todos sabemos cual fue.
La película es verdaderamente buena. En la época ya lo era, y vista a día de hoy, que ya sabemos el peligro que corren hoy en día las películas de los ochenta de quedarse desfasadas, observo que el paso del tiempo la ha beneficiado sustancialmente. No solo toda la ambientación, así como el elenco de secundarios que da vida a todos los frailes, tan feos, tan desagradables, tan deformes,  son una cosa como no había visto yo antes en una película de lo conseguidos que están, sino que lo que es la narración, ya estaba adelantada en su tiempo. Y la percepción de las cosas, que ya sabemos que cambia… porque si en 1986 la película podía pecar de lenta en su desarrollo, a día de hoy, inexplicablemente, ocurre todo lo contrario, que la película se desarrolla de manera fluida y el espectador es testigo de los acontecimientos a un ritmo de vértigo; esto es, que la puta peli va a toda hostia, y las casi dos horas pasan en un santiamén. Por otro lado, desde el primer al último fotograma, atrapa el interés del espectador y este se lo pasa divinamente. La verdad es que es una maravilla que una película como esta se conserve así con el paso de los años. Que frescura, que bien rodada, que imperecedera.
Me encanta. Cosa que las anteriores veces que la vi, no ocurrió, por lo que cada película requiere de sus diversos tiempos y visionados.
Para finalizar, no quiero olvidarme de la anécdota del DVD.
Desconozco los motivos, pero el DVD lleva unos cuantos minutos más de metraje con respecto a sus ediciones para cine y VHS. Entonces, los responsables de la edición, en lugar de dejar subtítulos a esas añadiduras deciden doblar ese minutaje. Pero no con las voces originales. De hecho, si en ese par de minutos pronuncian texto tres personajes, escuchamos la misma voz para los tres, que lejos de se la voz de un actor de doblaje profesional, parece que es la voz del primero que pasaba por allí. Para más inri, da voz a tres personajes ancianos, una voz muy joven que la fuerza para ser mayor… con lo cual parece una broma o una tomadura de pelo de los de Warner. Pero resulta que no, que lo que pasa es que no se querían gastar un clavél en el doblaje, por lo que, con ese cambio de tempo ¡Incluso nos hace salir de la atmósfera!! Vamos que se carga la película. Por suerte, siempre tendremos la versión original subtitulada para disfrutarla tal y como fue concebida. Pero lo de estos minutos doblados… fue sonado en su momento.
En definitiva: Qué gran película.