Juan Bosch fue uno de nuestros directores de género más
prolíficos que lo mismo se cascaba un spaghetti western como “La diligencia de
los condenados” —dónde firmó bajo el pseudónimo de John Wood— como se cascaba
una película al servicio de Paul Naschy como pueda ser “Exorcismo”. Y habiendo
rodado en los setenta películas adscritas al “landismo” con mayor o menos
fortuna, en los años ochenta firma sus dos últimas películas entrando en la
dinámica que, con pocos duros, genera su buena pasta en la taquilla; emular el
cine de Mariano Ozores quién, por otro lado, colabora junto a Bosch en esta
empresa. Una de esas películas con las que pone fin a su carrera sería “¡Caray
con el divorcio!”, que con Fernando Esteso como principal protagonista sería la
respuesta a la coetánea “¡Que gozada de divorcio!” dirigida por Ozores y
protagonizada por Pajares y la otra, absolutamente “landista” y absolutamente
“Ozoriana” —con guion de Ozores que acerca esta aún más a su cine— sería esta
“Un Rolls para Hipólito” que nos ocupa.
En ella, los trabajadores de una empresa fabricante de
compresas se ponen en huelga, eligiendo como portavoz para negociar con el jefe
a Hipólito, el portero, que ideará un plan infalible. Engorda sustancialmente
las reivindicaciones de los trabajadores para así, al negociar, conseguir justo
lo que piden. Por otro lado, el jefe, decide colmar a Hipólito de atenciones
con el fin de tenerle contento y que afloje con las reivindicaciones. Entre
tanto, Hipólito, se va convirtiendo en un pez gordo de la empresa al tiempo que
consigue las peticiones de los trabajadores, mientras se suceden toda suerte de
líos de faldas —puestos ahí para justificar el destape al que también se
adscribe esta cinta— y descacharrantes situaciones cómicas.
Verdaderamente, si te dicen que esta es una película de
Ozores, te lo crees, no ya solo porque este ande detrás de lo que es el guion y
los diálogos, sino porque los recursos técnicos que emplea Bosch en la
película, son exactamente los mismos que emplea Ozores. Claro, que realmente esos recursos son la manera de
rodar clásica, común y corriente de este tipo de películas, por lo que todo
puede ser producto de la casualidad, pero es indudable, que planos como ese en
el que vemos a Antonio Ozores en primer término hablando por teléfono de
negocios y la cámara se aleja para mostrarnos que está sentado en la taza del
báter mientras trabaja, está claro que es más de Ozores que de Bosch.
Divertida, grosera, vulgar y chabacana, desde luego se trata
de un film menor de aquellos años, pero que deja con un agradable sabor de boca
y hace a uno añorar aquellos tiempos tan políticamente incorrectos en los que
un caballero trajeado puede rechazar con toda suerte de insultos a un
homosexual que se le declara, y que sea motivo de mofa y nunca de denuncia,
como ocurre en una escena entre Antonio Ozores y el eterno mariquita Luis
Lorenzo.
Muy entretenida.
La protagonizan Alfredo Landa y Antonio Ozores, ambos están
enormes y graciosísimos, y les secundan habituales de la escudería Ozores como
puedan ser Rafaela Aparicio, Jenny Llada, Francisco Camoiras o Emilio Fornet.
Si son amantes del subgénero, yo no me la perdería.