sábado, 28 de diciembre de 2019

DEAD END: ATAJO AL INFIERNO

Recuerdo perfectamente cuando "Dead End: Atajo al infierno" se estrenó en salas. Venía de su recorrido festivalero con un "hype" que la encumbraba como una película de terror original y creativa, la nueva esperanza del género. Ansioso pasé por el vídeo-club y la alquilé. La decepción fue máxima. Me pareció malísima. Y no entendí a qué venía tanto rollo. Hace unos días la recordé por algún motivo. Y tuve uno de esos arrebatos de "A lo mejor, si la veo ahora, libre de expectativas y prejuicios, la disfruto más". Así que la busqué, la bajé y consumí.
Una familia + el novio de la hija recorren la carretera en automóvil. Se dirigen a casa de la abuela para celebrar la noche buena. En eso que el padre se duerme y están apunto de matarse... pero se libran por los pelos. A partir de tan fatídico instante, comenzarán a pasar cosas muy raras, como la aparición de una mujer vestida de blanco acarreando un bebé muerto y un coche negro que se irá llevando uno por uno a los miembros del clan, cada vez más enloquecidos.
Reitero mis pensamientos originales, "Dead End" es bastante mala. Presupongo que como consumidores de cine de género, habrán pillado a la primera de qué va el percal. Pero por si acaso hay algún lento por ahí, no entraré en detalles. Simplemente diré que el humor es su punto más flojo. Absolutamente simplón y sin ingenio ni gracia algunos. Especialmente cuando es manejado por unos personajes irritantes e insufribles, siendo el hijo adolescente el peor de todos. De verdad, hacía años que no deseaba tanto ver muerto a alguien en una película.
A todo ello sumen un sentido del delirio totalmente tontaina, creado a base de vomitar las ideas más absurdas sobre el guion de forma incoherente esperando que confundan al espectador. Le dejen mal cuerpo. Y sí, lo consiguen, pero no del modo que creen sus artífices. Se trata, simplemente, de que el resultado final es agotador por malo. Aquellos responden a los nombres de Jean-Baptiste Andrea y Fabrice Canepa, franchutes de nacimiento que, básicamente, no han hecho nada más a lo largo de sus carreras. Cosa completamente comprensible dadas las circunstancias. Tuvieron su gran oportunidad de meter un pie en el mercado yanki y la cagaron en plan estratosférico. Especialmente cuando parece que quieran complacer a la audiencia de allí, americanizando la guasa y el sentido del delirio, simplificándolo, directo para lerdos.
En el reparto destacan el carismático Ray Wise y una insoportable y asesinable Lin Shaye.
Naturalmente, hoy día nadie se acuerda de "Dead End: Atajo al infierno". NADIE. La supuesta gran película que iba a cambiar el panorama del terror ha sido total y justificadamente olvidada. Y si me regodeo en ello es porque, sí, me recuerda a mucho de lo que hoy día pasa con una innumerable ristra de títulos (Ejemplos: "Babadook", "It Follows", "Hereditary", "Mandy", "Bliss", etc). Aficionados, festivales y medios de dudosa catadura, ansiosos por encontrar el nuevo clásico -y decir que ellos lo vieron primero-, se pasan el día esputando maravillas de cualquier cosa de género que se estrene, se flipan inventando palabrotas rimbombantes para decir lo cojonudas que son. Las tildan de obra maestra. Luego, pues pasa lo que pasa. Na de na. Parecen no entender que estas movidas no se dan de un día para otro. Es el tiempo el que dictamina si una película merece ser recordada como algo genuinamente innovador, fresco y estupendo.
En el caso de "Dead End" el dictamen está más que claro.