En 1985 el director de cine Adolfo Garijo, director del
corto “Madrid-Tránsito” y ayudante de dirección de algunos capítulos de “Curro
Jimenez”, entró preso a La Modelo de Carabanchel por encontrarle en casa de su
pareja un alijo de cocaína que reconoció como suyo. Por otro lado, Javier
Anastasio, supuestamente implicado en el caso Urquijo y condenado sin pruebas,
hace amistad con Garijo y en un momento durante su estancia en prisión, se les
ocurre la idea de montar una televisión en la cárcel, cuyos programas,
realizados por ellos dos con la colaboración de otros presos comunes con una
vídeo cámara casera, se emitirían en todas las televisiones de la cárcel.
35 años después, sin medios ni ayuda, Garijo decide hacer un
documental sobre aquella experiencia donde condensará el poco material que no
se destruyó de aquellos programas que hacían, ayudandose por un par de
declaraciones tanto de él como de su socio en aquella empresa y algunos
comentarios en off. De esta manera, se nos mostrará parte de aquellos precarios
programas realizados por presos, así como se incluye la totalidad de un
documental, “Carabanchel, la otra orilla” que fue emitido en televisión y cuyo
hándicap consiste en que es un documental que, financiado por Telemadrid,
realizaron los implicados en Teleprisión y que servía para denunciar las
precarias condiciones en las que estaban aquellas instalaciones carcelarias
donde abundaba la suciedad, la enfermedad, los chinches, piojos, ladillas y las
carencias de todo tipo. Un documental que sirvió para que las condiciones
mejoraran un poco posteriormente, pero también para que el equipo de Teleprisión
y los implicados en la concepción del documental quedaran marcados de por vida
durante su estancia en la cárcel, mientras que sus programas y “Carabanchel, la
otra orilla” fueron escondidos por la institución penitenciaria y las propias
televisiones porque el material que en ellos se ofrecía era determinante para
comprobar las condiciones infra-humanas en las que se encontraban los presos.
Aquello era un pozo de mierda en el que se echaba a los condenados a su suerte.
Un documento que, desde luego, no deja indiferente, y cuyo
mayor interés es el poder ver aquellos noticiarios que confeccionaban los
presos así como el estilo de vida de dentro de prisión. Resulta cuando menos
delirante, el ver a estos individuos dando las noticias en clave humorística,
así como acongojante el ver las declaraciones de los presos comunes, que se desinhiben
delante de las cámaras de sus compañeros, a los que por emprender una actividad
creativa, también se les miraba con cierto resquemor.
Como fuere, lo cierto es que el espectador, viendo este
documental, toma conciencia de la barbaridad que es albergar a más de 2500
presos en una cárcel concebida para tener a 900 y se pregunta si no es tan
condenable el estado en el que allí se tenía a los criminales,como cualquiera
de los delitos que estos hubieran cometido. Vale que la cárcel no es una
residencia vacacional, pero esos pozos de podredumbre en el que se los metía,
no eran propios de una prisión y sí de un campo de concentración. En cualquier
caso… que hubieran sido buenos cuando estaban en libertad.
El material que aglutina “Historias de la teleprisión” es lo
suficientemente interesante como para tener en cuenta su visionado, así como no
deja de ser fascinante el ver cómo todo este material sale a la luz sin más
medios de los que usted y yo podamos disponer en nuestras casas y me resulta
hasta gratificante el montaje final realizado por uno de tantos programas para
editar que podamos encontrar en cualquier PC normal y corriente, sin ningún
tipo de filtro, efecto, ni aspavientos. Todo
muy crudo, muy basto. Un documental sobre la precariedad ejecutado también
desde la precariedad. Como sea, siempre entretenido e interesante.