Especie de secuela de “Tarde de fiesta” (habría incluso una
tercera secuela bajo el epígrafe de “Carrusel Infantil”) cambiando para la
ocasión la pista portátil al aire libre del circo Sémola por los lúgubres
rincones de la popular discoteca barcelonense Muntaner 3, que da cobijo al
espectáculo filmado en vídeo que tenemos a bien reseñar hoy.
Básicamente, se trata de un poco más de lo mismo que en el
anterior vídeo, pero con un plato fuerte que es el que hace vender la cinta: El
protagonismo del dúo infantil “Zipi y Zape” compuesto por los hermanos Luis
María y Javier Valtuille que estaban en plena efervescencia de su efímera fama.
Así que, es de suponer, que entre el caché de los artistas y el estar esta vez
resguardados en el interior de una discoteca, estamos ante un “Tarde de fiesta”
más ambicioso… pero también más frío por una total ausencia de público en el
espectáculo que, no obstante, escuchamos a través de una pista de audio
enlatada a pesar de no verlo nunca. Así que, entre pitos y flautas, lo cierto
es que este vídeo es más inerte que el anterior, que estaba más lleno de
dinamismo y vida, gracias a los componentes del circo sémola.
Entonces, en este “Tarde de fiesta con Zipi y Zape”, se van
entrelazando actuaciones en playback de “Zipi y Zape”, que interpretan sus
canciones más exitosas, con actuaciones de circo que van desde la mímica del
clown Jaumet o un espectáculo de guiñol, hasta la magia de Xevi, la presencia
del faquir Kirman (¡que repite después de “Tarde de fiesta”!), o la alegría de
los payasos “Los Kaprani”, que no son más que la versión exploit y
tercermundista de los míticos Hermanos Tonetti.
Todo muy chungo y desolador pero, y al igual que sucedía con
el anterior “Tarde de fiesta”, raro y entretenido (en menor medida), aunque
solo sea por lo desfasado de la propuesta.
Técnicamente, se aplica la ley del mínimo esfuerzo. Poco más
que los shows grabados a imagen fija con unos cuantos insertos mal metidos en
los que, a poco que nos fijemos, nos damos cuenta de que no están siquiera
sincronizados… y ni falta que les hace. “Zipi y Zape” actúan ante la cámara en
un improvisado escenario cuyo fondo está compuesto por mosaicos de espejo que
no imposibilitan la visión de los dos niños, de milagro.
En definitiva, un producto raro (no recuerdo yo haberlo
visto nunca en ningún vídeoclub madrileño en la época), cutre y rancio, que se
convierte en material interesante precisamente por estos “atributos”.
En los títulos de crédito figura como realizador un tal S. Subirats, o lo que es lo mismo, Sebastian D’Arbó,
utilizando para firmar su inicial y segundo apellido. Desde luego, el estilo
del parapsicólogo, es inconfundible…
Estas cosas hay que verlas, sufrirlas y, si se puede,
coleccionarlas.