Si hay un fenómeno que pueda catalogarse sin pestañear de "totalmente noventero" ese es "Spawn", personaje de comic creado por Todd McFarlane y publicado por la editorial "Image". No voy ahora a dármelas de experto porque, no, aunque leer comics me gusta, no llega a la devoción que despierta en mi el cine. Sin embargo, si estabas un poco situado en "fricolandia", conocías a "Spawn", te dejabas impresionar por esos barrocos dibujos del tipo sentado con la mega-capa al viento y, sobre todo, babeabas con sus curradísimas y detalladas figuras, cortesía de "McFarlane Toys", un poco antes de que lo acabara de petar -al menos para mí- con la tremenda colección "Movie Maniacs" (y, de paso, cambiara totalmente la faz del mercado de las figuritas). Tienen muestras de ello aquí y aquí. Los 90 fueron años de mucho goticismo de chichinabo. Molaba lo oscuro, lo tormentoso, lo "mal lechado". A nivel cinematográfico, y a nivel superheróico, la culpa de todo la tuvo el "Batman" de Tim Burton. Sin duda. Tendencia a la que se apuntaron otros ilustres como "Flash" (¡al que le quedaba fatal!) y "El Cuervo", mucho más adecuado. Gracias al hombre murciélago, vivíamos entonces una oleada de tipos con mallas -negras-, mucho más modesta que la actual, pero notable. Así que, entre eso y la tendencia al goticismo de la chavalada, llevar "Spawn" a la gran pantalla era lo que se dice una decisión lógica, a la que se apuntó la entonces poderosa "New Line", con producción y -supongo- supervisión de Todd McFarlane himself.
Los habitantes de infernalandia pretenden destruir la tierra, para lo que están organizando un super ejército de "Spawns". Necesitan uno que ejerza de cabecilla, así que convencen al mandamás de una agencia de asesinos para que se cepille al mejor de los suyos y lo mande a los infiernos, donde será convertido en el "Spawn" supremo. Lo logrará, sí, pero de vuelta a la tierra -y removido por el amor a su esposa.... ¡buargh!- el tipo se revotará contra sus diabólicos jefes y pasará de villano a héroe.
La popularidad "subcultural" de "Spawn" motivó que, cuando se anunció -en 1997- que se había hecho una peli e iba a estrenarse en el Festival de Sitges, todos corriéramos a verla entusiasmados. ¿Y qué pasó? Pues la decepción fue tan, tan y tan gorda, que salimos con el rabo entre las piernas y nunca jamás volvimos a hablar de ella. Así ha sido en mi caso hasta que, el otro día, pensé aquello de "¿Cómo me sentará hoy?".
Sí, "Spawn" es bastante terrible toda ella. Sin duda, lo que más impacta al verla es la bajísima, pero bajísima, calidad de sus trucajes visuales. El CGI es tercermundista. Horripilante. Hay momentos en los que incluso vemos el corte del recuadro que enmarca la luzecita verde brillante. Cierto que en los 90 el CGI todavía andaba muy virgen, pero es que hablamos de un producto "mainstream" bajo el sello "New Line". No de una serie Z tipo "The Asylum", entre otras cosas porque el cine barato de esos años no podía permitirse filigranas informáticas. Tal vez piensen que el paso del tiempo ayude a superar el shock, pero no. Especialmente porque en el clímax final estalla a lo bestia, acompañado de unos cromas desconcertantemente mal ejecutados. Demencial, en serio. Los efectos físicos, de látex y tal, están bastante mejor y corren de la mano de la mítica KNB Group que, aunque se lo curran un rato -sobre todo por la versión animatrónica de "Violator"-, no pueden evitar el efecto "Tortuga Ninja" en lo que respecta al traje/look del mismo "Spawn".
Si repasamos el reparto, encontramos a un John Leguizamo la mar de bien caracterizado al que dejaron hacer demasiado y carga bastante (salvo alguna puntilla graciosa. Y esos chistes de pedos). Tampoco convence mucho el héroe de la función, un Michael Jai White que únicamente sabe poner cara y poses de malote, sin aportar mucho más (como producto superheróico de la década, que no falte el maldito plano de "Spawn" apoltronado sobre la cruz de una catedral gotiquísima en plan vigía, acompañado de rimbombante música orquestal. Recurso cansino que llegó a durar demasiado). Una Melinda Clarke recién salida de aquella ñorda infame titulada "La lengua asesina" (precedida unos pocos años antes por "Mortal Zombie", ¡anda que seleccionabas bien tus papeles, niña!) y un Martin Sheen al que, supongo, debería avergonzar soltar todos esos discursos de villano de opereta que quiere dominar el mundo. También rula por ahí Miko Hughes, el niño de "El Cementerio viviente" y "La nueva pesadilla de Wes Craven".
Para añadir más leña noventera al fuego, tenemos una banda sonora trufada de lo que era habitual entonces, grupos de metal gótico y tecno-chunda-cool como "Orbital", "Korn", "Marilyn Manson" o "Prodigy" (alguno de ellos firma el resultón tema que acompaña a los feísimos y agotadores títulos de crédito. Mención también para los del final, muy inspirados en los de "Seven", algo bastante común entonces).
El guionista principal no es otro que Alan B. McElroy, a quien debemos títulos como "Halloween 4: El regreso de Michael Myers" o "Km.666".
El director de discordante nombre, Mark A.Z. Dippé, venía del mundo de los efectos visuales para títulos de relumbrón, lo que aún hace más incomprensible la incapacidad destilada en "Spawn". Habrá quien piense que el dinero invertido terminó destinándose a otras cosas, como cocaína y putas. O será que Dippé es un negado cuando se trata de dirigir. En cualquier caso, perdió la oportunidad brindada y acabó a la riendas de subproductos como "Frankenfish: La criatura del pantano", mucha televisión y películas de "Garfield" destinadas a mercados menores. Bien le deben de ir cuando su film más reciente sigue por esos derroteros, solo que cambiando al gato gordo naranja por el perro "Marmaduke".
"Spawn" podría ser uno de esos extrañísimos productos "mainstream" que alcanzan el renglón de lo involuntaria y puramente "trash", aunque si debo decir algo positivo de ella, por mucho que cueste, es que no es excesivamente aburrida. Tiene su ritmillo y, entre vergüenza ajena y vergüenza ajena, hasta puede verse entera sin morir en el intento.
Un anti-clásico de su década.