“Ratboy” es el delirio de una mujer pre-menopausica que, tras dejarle la cabeza como un bombo a su poderoso, célebre y querido novio, se materializa en forma de película que no interesa a nadie y es boicoteada desde dentro —probablemente también por parte de este mismo novio— con el fin de, una vez montada, llegue al menor número de cines posibles.
Efectivamente, “Ratboy” es el debut en la dirección de Sondra Locke, pareja durante un buen puñado de años de Clint Eastwood, quien hace las veces de productor ejecutivo, aunque por algún extraño motivo —que nos imaginamos— no aparece acreditado en modo alguno.
Y es que, desconozco si por los problemas internos durante el mes de rodaje, la tiranía de la que la Locke como directora hacía gala (persiguiendo al actor Robert Townsed diciéndole que si era negro, se comportase ante las cámaras como un negro), o el hecho de que, justo durante la producción, a Eastwood le nombraron alcalde de Carmel y estaría más a eso que al capricho de su novia. Pero “Ratboy” es una de las películas más espantosas que he visto en lustros. Y así debió parecerle también a Warner Brothers que la distribuía y, lejos de potenciar las virtudes de la cinta para conseguirle un gran estreno comercial, prefirió silenciarla.
“Ratboy” tiene una historia insulsa y está fatalmente contada. Podríamos decir que no tiene final, que deambula entre géneros sin un objetivo claro y, sobre todo, es tan aburrida, pero tan, tan aburrida, que en los escasos cines donde se exhibió en Los Angeles y Nueva York el público abandonaba las salas en bandada.
Unos rednecks tienen un híbrido de niño y rata encerrado en un cobertizo. Con el fin de venderlo al mejor postor, avisan a una periodista para que vaya a verlo y le de cobertura en la presa. Esta se apunta a un bombardeo y, lejos de pedir un porcentaje por lo que los paletos saquen, les exige los derechos de explotación comercial del bicho, con el fin de convertir al desgraciado en un espectáculo viviente. En adelante, ella se hará cargo de la horrible bestia y la llevará para arriba y para abajo, viviendo situaciones surrealistas supuestamente cómicas, con personajes que aparecen y desaparecen de escena a antojo (incluida la propia Locke dando vida a la periodista) y sin que nada de esto tenga ningún sentido. “Ratboy” es claramente la obra de una persona que no ha realizado en su vida una película, y lo que es peor, tampoco tiene la más mínima idea de cómo hacerla.
Por supuesto, durante el breve periplo de la cinta, la Locke tuvo que andar negando que esta viera luz verde gracias a la involucración de Eastwood, alegando que ella quería otro estudio y otro productor ejecutivo para su ópera prima y que Clint no quería ni hablar del tema —quizás porque era consciente de que como no se metiera él por medio, ese proyecto no vería la vida ni en mil años. El amor…— y mangoneó todo lo que quiso y más, negando a la directora cambios de escenario o retoques de guion.
Por supuesto, la película se presentó en algún festival europeo (el Festival de Cine de Deaville, por ejemplo) donde de primeras los franchutes le comían el ojete a Clint por su nueva producción, pero, tras los primeros pases, callaron como putas ante lo que era un absoluto espanto. Las críticas fueron feroces con “Ratboy” y la taquilla se quedaba impávida ante las andanzas del niño rata, suponiendo así uno de los grandes fracasos de la Warner Brothers que, probablemente, la estrenó por hacerle un favor a Eastwood quien, a su vez, se lo estaba haciendo a su novia.
Como anécdota, resaltar el hecho de que en Turquía, en un periódico de gran tirada, se publicó en portada una foto del niño rata junto a Sandra Locke. No era un anuncio del rodaje ni nada de esto; se ve que un periodista turco, que andaba por el plató, pensó que el niño rata era real y publicó la noticia diciendo que ese extraño ser había aparecido en un bosque estadounidense, y que la mujer que lo acompaña (la Locke), era una trabajadora social que estaba ayudando al bicho a adaptarse al entorno humano. Es mejor esta anécdota que la película entera.
Los maquillajes, sin ser nada del otro mundo, lo firma un Rick Baker que, probablemente, estaba rebajando su caché como favor a Eastwood —y en consecuencia, se esmeró lo justo—, mientras que en el apartado actoral, además de los anteriormente citados Sondra Locke y Robert Townsed, tenemos a Larry Hankin, Sydney Lassick o el mítico Gerrit Graham.
Como les digo, “Ratboy” es lo peor de lo peor. Una película sin alma. Ni para unas risas. Nada.