sábado, 9 de diciembre de 2023

GALAXY INVADER

Continuamos anclados en 1985. No estaba planeado, de verdad. Solo que esta vez descendemos unos cuantos peldaños -de calidad- para hablar de la cuarta película del legendario -probablemente por los motivos equivocados- Don Dohler, al que hemos tratado largamente en este blog y comentado otros pecadillos de juevntú como "Alien Factor" o "Blood Massacre". En "Galaxy Invader" reincide con el tema marcianos belicosos, aunque el título sea un poco engañoso. Aquí no hay ningún invasor de ninguna galaxia, solo un tipo oculto dentro de un feo y aparatoso disfraz, con los movimientos enormemente limitados, y la suficiente mala pata de aterrizar en medio de la Norteamérica profunda, repleta de unos muy poco convincentes "rednecks" comandados por un terrible padre alcohólico y mal tratador encabezonado en cazarlo vivo y sacar tajada de su venta. Lo llegan a atrapar absurdamente, tras un tiroteo que es una de las pocas cosas potables del largometraje, y lo encierran en un garaje. Pero por ahí pululan un par de genuinos fans de los Ovnis dispuestos a liberarle. El invasor galáctico no es tan tonto y, además de hacerse amigo de ellos, los defiende cuando los paletos quieren cargárselos por entrometidos. Y, en fin, la cosa se va complicando -todo lo que pueden complicarse este tipo de productos- hasta un desenlace entre ingenioso y patético.
Nada nuevo bajo el sol. Don Dohler (y el resto de su familia, a tenor de lo que podemos leer en los títulos de crédito) despliega todo su escaso talento, echando mano de un puñado de actores bastante limitados (destacando entre el pack su colega, muso y ex-fanzinero George Stover, difícilmente creíble como hijo del paleto borracho) y se curra lo que, en esencia, es una película amateur. Ya lo dije en su día respecto a "Alien Factor", pero lo repito: "Galaxy Invader" estaría hoy parida en vídeo y colgada en Prime o Filmin, pero entonces aún podía usarse una cámara de 16 mm y darle algo más de lustre. Nada, puro espejismo. Todo el cine de Dohler era casero hasta las trancas. Y, de hecho, cuando se le acabó el montante para comprar celuloide, recurrió al formato magnetoscópico como el resto de sus tocayos.
Que sí, que es un coñazo tremendo, aburridísimo, solo se salva por los momentos de comedia involuntaria (esos puñetazos o esas bofetadas ejecutadas con extremo cuidado) y el absurdo de todo ello, generoso en incongruencias narrativas, pero eso ya lo sabía antes de darle al botón de reproducir, así que no vale quejarse.

A modo complementario, les dejo con el siguiente y delicioso escaneo de, cómo no, las páginas de un "Mad Movies" Efectivamente, son George Stover y el marciano titular, breves instantes previos a un feo encontronazo...