sábado, 12 de abril de 2008

EL SECRETO DE LOS FANTASMAS

Todavía le faltaban unos cuantos años a Roland Emmerich para subir a los puestos más altos de la taquilla con cosas como "Independence Day", "Godzilla", "El día de mañana" o "10.000 AD", pero ya por entonces, y recién huido de las Alemanias, hacía gala de los mismos defectos que actualmente, sobresaliendo su casi obsesivo sueño por ser el nuevo Spielberg... eso si, el Spielberg de los ochenta, de cuando este nombre era única y exclusivamente sinónimo de cine de evasión del bueno. Emmerich, como ya hiciera en "El secreto de Joey", se alimenta totalmente del cine-espectáculo juvenil del Hollywood de aquella dorada década, y esta peli es casi un catálogo de todos sus tics, aciertos y defectos.
Un par de chavales aficionados al cine fantástico, tanto el verlo como el hacerlo de modo casero (aunque utilicen equipos profesionales), reciben por herencia un reloj mágico en el que habita un fantasma simpático. Este se introduce en el cuerpo de un muñeco y, a través de él, ayudará a los jovenzuelos (y a su actriz, Jill Withlow, que junto a uno de los dos varones, Jason Lively, compartió protagonismo un año antes en "El terror llama a su puerta") a encontrar un tesoro oculto que, al mismo tiempo, busca un malvado magnate de Hollywood. Deberán enfrentarse a toda suerte de peligros, incluida una armadura con vida propia que recuerda bastante al caballero de cristal de "El secreto de la pirámide".
Los chavales en cuestión encajarían perfectamente como extras en "Regreso el futuro" o "Exploradores" (por sus pintas y las aspiraciones a convertirse en yuppie), el fantasma tiene la cara de "E.T.", tal cual, el tono es deudor de la comedia adolescente de la época con regusto a "Los Cazafantasmas" (no en balde en los USA la peli se tituló "Ghost Chase") y "Los Goonies"... en fin, puro compendio de cine juvenil, perfectamente aderezado por una canción tecno-pop genuinamente hortera.
Es evidente que Emmerich no dispone de los medios de su admirado Spielberg y las ambiciones que gasta (siempre tan desmedidas) chocan con el resultado. Es como un gran pastel al que le faltan ingredientes... tiene sus momentos, no diré que no, sobre todo si, como yo, tienes nostalgia de la década y del formato VHS en el que la visioné, pero la verdad es que aburre y sabe a muy poco.