Que me haya gustado esto posiblemente sea de juzgado de guardia.
Un policía, abandonado por su mujer, se obsesiona con ella hasta tal punto que se dedica a espiarla. En un ataque de ira, por el que incluso sus superiores tienen que darle un toque, sale de fiesta por ahí a tomar copas y conoce a una cachonda que se lo quiere follar. Juntos acuden a una orgía donde todos joden con todos y allí, además de descubrir que es vampiro hasta el apuntador, la cachonda le muerde.
Exhausto por todo esto, el poli decide contactar con su mujer, muy especializada en el tema vampiros, y esta le da una serie de potingues para ralentizar su transformación. Juntos darán cuenta de toda esa horda de vampiros, salidos y violentos.
Lo bueno es que llega un punto en la peli donde no sabemos si todo esto es real, o al poli se le ha ido la pinza por culpa del abandono de su esposa.
"Vampiros, sed de sangre" es tan mala como entretenida. El look de los vampiros está directamente mangado a los de "Abierto hasta el amanecer", pero con un maquillaje mucho más chapucero. De hecho, el vampiro chungo, el más malo de todos, parece un teleñeco, así que, con todo, la cosa da más risa que miedo.
Pero como de gore anda bien servida, al final resulta una diversión cojonuda para una tarde tonta, que se disfruta perfectamente, con esa peste que echa a telefilm barato. Su visionado pasa super rápido sin que llegues a aburrirte ni un momento, lo cual es muy de agradecer.
Luego, el reparto no está mal. Por un lado tenemos a Kevin Dillon, uno de esos rostros que hemos visto en más de mil pelis (pero ahora no identifico con ninguna), por otro a Vanessa Angel (que está muy jamona) quien después de pasearse por el mainstream de la mano de los Farrely en su estupenda "Vaya par de idiotas", ha acabado haciendo series de televisión y "series B" tan chungas como esta, lo cual no impide que os hagáis unas pajillas observando su curvilíneo cuerpo. Y después tenemos por ahí, bastante desubicado como jefe de policía, a Lance Henriksen, quien no hace ascos a ningún papel que se le ofrezca, por millonaria o pobretona que sea la producción.
Dirige la cosa un tal Richard Brandes, uno de esos directores con uno o dos títulos en su filmografía.
Que sí, coño, que se puede ver.
Un policía, abandonado por su mujer, se obsesiona con ella hasta tal punto que se dedica a espiarla. En un ataque de ira, por el que incluso sus superiores tienen que darle un toque, sale de fiesta por ahí a tomar copas y conoce a una cachonda que se lo quiere follar. Juntos acuden a una orgía donde todos joden con todos y allí, además de descubrir que es vampiro hasta el apuntador, la cachonda le muerde.
Exhausto por todo esto, el poli decide contactar con su mujer, muy especializada en el tema vampiros, y esta le da una serie de potingues para ralentizar su transformación. Juntos darán cuenta de toda esa horda de vampiros, salidos y violentos.
Lo bueno es que llega un punto en la peli donde no sabemos si todo esto es real, o al poli se le ha ido la pinza por culpa del abandono de su esposa.
"Vampiros, sed de sangre" es tan mala como entretenida. El look de los vampiros está directamente mangado a los de "Abierto hasta el amanecer", pero con un maquillaje mucho más chapucero. De hecho, el vampiro chungo, el más malo de todos, parece un teleñeco, así que, con todo, la cosa da más risa que miedo.
Pero como de gore anda bien servida, al final resulta una diversión cojonuda para una tarde tonta, que se disfruta perfectamente, con esa peste que echa a telefilm barato. Su visionado pasa super rápido sin que llegues a aburrirte ni un momento, lo cual es muy de agradecer.
Luego, el reparto no está mal. Por un lado tenemos a Kevin Dillon, uno de esos rostros que hemos visto en más de mil pelis (pero ahora no identifico con ninguna), por otro a Vanessa Angel (que está muy jamona) quien después de pasearse por el mainstream de la mano de los Farrely en su estupenda "Vaya par de idiotas", ha acabado haciendo series de televisión y "series B" tan chungas como esta, lo cual no impide que os hagáis unas pajillas observando su curvilíneo cuerpo. Y después tenemos por ahí, bastante desubicado como jefe de policía, a Lance Henriksen, quien no hace ascos a ningún papel que se le ofrezca, por millonaria o pobretona que sea la producción.
Dirige la cosa un tal Richard Brandes, uno de esos directores con uno o dos títulos en su filmografía.
Que sí, coño, que se puede ver.