"White Fire" es una película que arrastra orgullosa la etiqueta de "tan mala que es buena". Hombre, yo tampoco usaría el vocable "buena", aunque lo sustituiría gustosamente por el de "curiosa". Co-producción entre Turquía, Francia e Inglaterra (toma geroma), "White Fire" destacó durante los ochenta (es del 84) en nuestros video-clubs por su llamativa portada, en la que un Robert Ginty post-"El Exterminador" sujetaba una sierra mecánica. Naturalmente, los distribuidores no pudieron evitar una referencia al clásico de James Clickenhaus utilizando la frase promocional "Exterminación es el tributo de los ricos". Ya sabemos que no era esa la primera vez que ocurría, "Vietnam, Texas" también se valió de la misma táctica. Sin hablar de las falsas secuelas de "El Exterminador", la tres y la cuatro, lanzadas en su época... y encima, en orden inverso (como curiosidad, mencionar que el film comentado y "Exterminador 2" comparten año de producción).
En esencia "White Fire" es una historia de incesto. ¡Júrolo!. Robert Ginty y su hermana, interpretada por Belinda Mayne (cuyas tetas perfectas me deslumbraron en el "Alien 2" italiano, y también salía en "No abrir hasta Navidad"), son dos ladrones de joyas. En una escena en la que ella se baña en pelotas, él la mira con ojos lascivos y le dice "Que lástima que seas mi hermana". El caso es que una panda de mafiosos les ha intentado contratar sin éxito, por lo que se toman la revancha y matan a la moza. Ginty, afligido, va a un bar a pillarla gorda y casualmente se encuentra con una tipa clavada a la fallecida que le tira los trastos. La convence para hacerse pasar por la hermana (no sabemos muy bien con qué fin), por lo que la somete a un duro entreno. En el proceso, se enamoran... pero falta un detalle, cambiarle los cuatro rasgos que marcan la diferencia. Ese es el motivo de que la envíen a una clínica de cirugía estética que parece un harem, repleto de mozas con finas telas tapando sus vergüenzas y correteando de aquí para allí. De mientras, aparece una super-joya con casi poderes por la que todos se pelearán (tampoco sabremos el verdadero motivo, ya que al final estalla sin más). Y también está Fred Williamson, puro en mano, buscando a la nueva hermana de Ginty. Y ya puestos, el malo de la paella es Gordon Mitchell, ex-astro del peplum afincado en la peor serie B/Z. Antes del "The End", Ginty conseguirá su sueño tan deseado: follarse a la carne de su carne, sangre de su sangre. Un desenlace feliz, después de todo.
La ensalada de por sí ya resulta apetecible, pero hay más. Mucho más. A parte de unas cuantas tetas, tenemos algo de sorprendente gore. Cuando Ginty utiliza la sierra mecánica, vemos sus efectos de modo gustosamente gráfico. Luego, a un pobre turco le cortan la entrepierna con otra clase de sierra. Todos los secundarios y extras del film llevan bigote, miran a cámara y son pésimos actores. El mismo Ginty luce bigote... tal vez para solidarizarse. En general el argumento no tiene mucho sentido, y todo es bastante caótico, además de cutre y torpón. Desafortunadamente, tantos elementos exóticos no garantizan diversión completa, hay mucho de aburrimiento y más drama del que desearíamos. El clímax final está repleto de explosiones y tiros... y a tenor de las imágenes, diríase que algunos de los extras no salieron bien parados durante el proceso.
El director, Jean-Marie Pallardy, es todo un icono "trash" en su tierra. Modelo masculino que, por aburrimiento, se puso a actuar y dirigir. Su especialidad, el soft-core. De ahí al porno, y a la serie B. Fue productor de uno de los infra-vehículos para Bruce Le (sí, con una e). Su sello destintivo (aparte de la incapacidad) es que en los créditos suele firmar con un garabato ininteligible... un toque muy "auteur" para alguien bastante opuesto al término.
Recomendada para curiosos y amantes de las ñordas exóticas.