Extraña película española datada en los años ochenta y dirigida por el enigmático Francisco Rodríguez Fernández, que sin subvenciones y parida en ese periodo de transición que separa el cine español popular del cine español impuesto por Pilar Miró, nos ofrece una historia que distinta a lo que la pantalla española nos tenía acostumbrados por aquel entonces. Aun con algún ramalazo a lo “Cine Quinqui”, no sabría como etiquetarla. Sin serlo, ni tan siquiera pretenderlo, el tufillo que suelta a cine “Post apocalíptico”, deja en el espectador un raro sabor de boca.
Un individuo, alentado por su padre, se ve obligado ha hacer un extraño trueque. Tiene que intercambiar un maletín lleno de dinero por algo que en ningún momento se nos revela. Seguimos sin saber muy bien que ocurre, pero el intercambio se trunca. Durante la vuelta a casa del protagonista, un niño armado con bardeo, se cuela en su coche, y bajo amenaza, ya que este huye de dos quinquis, le hace conducir hasta una explanada del extrarradio Madrileño (luego sabremos que se trata de Getafe). Allí, es medio secuestrado por el abuelo del niño, quien quiere la ayuda de este individuo ya que es ingeniero, para que le ayude a poner en marcha una fabrica de clavos que está construyendo a base de chatarra. Y durante el periplo, el tipo se verá envuelto en las más variopintas situaciones.
Una película atípica, sencillita, de bajo presupuesto pero efectiva, que cuenta muchas cosas, pero a la vez no cuenta nada, que vemos con agrado y siguiendo las situaciones, pero que una vez que acaba nos damos cuenta de que realmente, lo que nos ha contado es mínimo y poco interesante… pero está entretenida.
Porque al final, sin ser una comedia, ni un drama, ni una película de acción ni nada de eso, la atmósfera malsana del descampado donde transcurre, y la sensación de desasosiego que nos trasmite el protagonista, que por mas que lo intenta, no logra escapar de allí, resulta ser lo importante, más incluso que la historia, y por lo que a mí respecta, me quedo más que satisfecho tras su visionado.
En el reparto, el inmenso Emilio Gutiérrez Caba, Eduardo Calvo, Enma Suarez, jovencísima y mostrando sin pudor un cuidado felpudo negro y unas enormes tetas (pero inmensas) que la convierten en oscuro objeto de onanismo colectivo. Lola Gaos, Luis Ciges; Aldo Sambrell y el hijo de Manolo Zarzo, David Zarzo, que a medida que se hacía mayor, iba empobreciendo como actor. Casi ná.
Por supuesto, el cartel es tremendamente engañoso y hay muchos de los personajes que aparecen en este, que no lo hacen en la película.