Vi esta película el día de su estreno, y no la volví a ver más. Supongo que si no la he vuelto a ver hasta esta ultima vez, será porque no me gustó mucho. En cualquier caso, si que la recordaba espectacular. No lo es.
En cuanto a los años 90, siempre se dice que es la peor década del cine, la que peores películas se hicieron. Quizás sea verdad, a pesar de que al revisar alguno de estos títulos, estos mejoran sustancialmente, cuando no es que son y eran cojonudos. Pero amigo, las malas películas de aquella década, fueron muchas. “Drácula de Bram Stoker”, dirigida por un Francis Ford Coppola hasta el cuello de deudas, es una de ellas. Además de ser la peor película sobre Drácula de cuantas se hicieron. Una de esas películas que el paso del tiempo directamente destruye.
Y es que Coppola, se las apaña para hacer una película épica en la que dejar su impronta, en la que se nutre de elementos de todos los Dráculas anteriores; del de Murnau, del de Bela Lugosi, e incluso del de la “Hammer”.
¿Qué es lo que pasa? Que como la historia de Drácula está ya más que sobada, pasa un poquito de explicárnosla para centrarse en todos los efectitos y excentricidades de los que esta película hace gala. Con lo cual, cuesta horrores seguir el argumento (vale, que lo conocemos más o menos, pero no tenemos por qué) que con tanta variación y tanto gilipollerío, al final la película se queda en una colección de imágenes muy mal explicadas.
Por otro lado, los actores están todos para matarlos. No solo Gary Oldman dando vida a los mil y un formatos del vampiro de los Cárpatos, si no Winona Rider con su rictus perpetuo de preocupación (pero atentos a una escena en la que estando ella al trasluz, con un camisón trasparente, somos testigos de lo bonitas que son sus tetas, o al menos su silueta), Keanu Reeves, con corte de pelo a tazón noventero más inexpresivo que de costumbre, Tom Waits, que en vez de Renfield parece un sosias de Gollum, y sobretodo Anthony Hopkins, que cuenta chistes, se desgañita y se exalta de tal manera, que más que Van Helsing, parece Carlos Pumares.
Al desbarajuste actoral, súmenle un diseño de producción de cartón piedra que quizás en la época era hasta resultón, pero que en la actualidad se queda desfasado, recordando más a una producción ochentera de serie B, que a la gran súper producción que es.
Copola, dirige cual maniático, llenando el montaje de transiciones, filtros, encadenados y gilipolleces, que efectivamente, dejan su sello de gran autor en la película, pero que son excesivos.
En definitiva, una mierda pinchada en un palo, anticuada, aburrida, fea, estúpida y terriblemente ñoña. Vamos, para ver de nuevo, y no dar crédito.
Me están entrando ganas de ver “Jack”.