A estas alturas ya he leído mogollón de críticas de lo que es (por ahora) la última película de Jess Franco. La conclusión general, salvo por alguna excepción, es que es una de las películas más espantosas jamás rodadas. Es muy fácil decir eso de “Al Pereira vs. the Alligator Ladies”. Es muy fácil si tenemos como baremo por el que medirla el cine estándar. Visto así, efectivamente estamos ante una película espantosa, porque no hay argumento, hay planos secuencia de más de veinte minutos y personajes y situaciones que cambian y saltan en el espacio-tiempo como a ellos les da la gana. Estos críticos condenan su aburrimiento. Porque la película es aburrida, y mucho.
También los más “jessfranquianos” se rasgan las vestiduras ante la película, ciegos, porque se trata de la última del octogenario director, no calibrando en muchos momentos justamente, y elevando los desmanes del director a la categoría de arte, cuando probablemente haya algo de intención artística en según qué planos, pero también mucho de dejadez y pasotismo.
Pero todos se olvidan de una cosa: el “leit motiv” del director, lo de romper con lo establecido a la hora de hacer una película, romper con la lógica, saltarse las normas de lo cinematográficamente establecido. Porque sí, por hacer lo que a uno le salga de los huevos, no buscando esos ramalazos artísticos que muchos creen vislumbrar.
En palabras del propio Jess Franco, “el cine no tiene que ser un tocho de filosofía, no tiene ser Kierkegaard”. Así que también es absurdo buscarle lecturas sesudas a su obra.
A que lo voy es que la mayoría de los que han opinado sobre "Al Pereira vs. the alligator ladies" tienen un problema: no saben ver una película de Jess Franco.
Desde tiempos inmemoriales, Franco ha apostado por un tipo distinto de cine en el que él mismo no sabe ni cómo va a reaccionar ante un plano. Esto mismo puede que pase en el plano, que no se reaccione, por lo que se queda vacío. Es cine, porque cualquier cosa que sean imágenes en movimiento es susceptible de ser cine, incluso los vídeos caseros, pero el de Jess Franco, el de los últimos años, es otra cosa. No es cine; es Jess Franco.
A mí me la sudan bastante muchas de sus películas más míticas. Me la suda el hecho de que sean reconocidas porque se ve la sombra de la cámara o los famosos desencuadres y desenfoques. Me la suda “Gritos en la noche”, me la suda “La Reina del Tabarín”, detesto “Killer Barbys”, odio “El conde Drácula” y opino que “Las vampiras” es una mierda.
Su etapa de vídeo ya empieza a interesarme un poco más, y sus últimas películas son de las que soy fanático, porque son su cine más puro. Porque simplemente se trata de rodar y rodar, da igual el qué, si es con pasta guay, y si es con dos duros, guay también.
Son más cercanas al cine experimental que al cine de género, aunque introduzca elementos de género en todas ellas, pero no son películas experimentales ni películas artísticas. Son las maneras de rodar de Jess Franco. ¿Y en qué es experto Franco? En hacer lo que le sale de los cojones.
Dicho esto, para mayor comprensión de lo expuesto, es indispensable que vean “A ritmo de Jess”, documental sobre el rodaje de “Al Pereira vs. the Alligator Ladies”, confeccionado por nuestro compañero Naxo Fiol, donde comprobaremos que al abuelo, aun siendo experto en hacer lo que le sale de los huevos, las circunstancias tampoco se lo permiten en esta película, teniendo pues que improvisar y llevarla a buen puerto, que no es otro que terminarla. Y aun así tenemos la sensación, viéndola, de que sí, que dentro de esa locura y ese espantoso caos, el señor director ha hecho lo que le ha salido de los huevos.
De hecho, y hablando de sensaciones, la que me da a mí la película, es que se ha hecho sola. ¿No es maravilloso?
Entre contoneo de curvas y tocamientos lésbicos, nos cuentan la historia de las hijas de Fu-Manchu, lesbianas e incestuosas en sus intentos por seducir al detective Al Pereira, que harto ya de tanto folleteo, les reprocha su actitud con una sucesión de frases, y matándolas, no una, sino dos veces, entre otras muchas cosas sin explicación ni lógica (ni puta falta que hace).
Y el resto de la película es un eterno dejarse llevar del director, un dejarse llevar que puedes amar (como es mi caso) o puedes odiar, si es que tienes los cojones suficientes de verla hasta el final.
Antonio Mayans interpreta a Pereira, y está memorable, con todas esas frases conservadoras y chascarrillos misóginos: “Así son las veleidades de la vida: en dos segundos, dos balas matan a dos hijas de puta”, dice. Hay momentos incluso para la vergüenza ajena, pero en este “todo vale” que es “Al Pereira vs. the Alligator Ladies”, pienso que hasta la vergüenza ajena es necesaria. En ninguna película, ni siquiera dentro de las más underground, habríamos tenido tanto valor. Pero a Jess Franco le da igual, aunque quizás se deba a la falta de conciencia de estar fabricando un momento de vergüenza ajena.
Por todo esto (y por todas esas cosas que cuentan por ahí, que si el precedente es “El Sexo está loco”, lo del espejo y la cuarta pared y demás zarandajas que se usan sólo como excusa para justificar la demencia de un señor de vuelta de todo y que rueda por puro amor al acto de rodar) y sobre todo, si no por la libertad total, sí por intentar rodar con ella, “Al Pereira vs. the Alligator Ladies” me parece la mejor película de Jess Franco en mucho, mucho tiempo. Pero hay que saber verla. No como una peli estándar, no como una peli experimental (que no lo es), ni tan siquiera como un fan del director. Hay que verla como lo que es: un ejercicio audiovisual personal, genuino, raro, desconcertante, hilarante, confuso, torpe, demencial y rodado con altas dosis de amor por lo que se hace, pero también con muchas dosis de “me importa un carajo esta mierda y quiero acabar ya”.
Maravillosa.
Muestran sus anatomías las voluntariosas Carmen Montes, Debbie Logan y Paula Davies, como las lascivas Alligator Ladies.