viernes, 8 de marzo de 2013

EL OJETE DE LULÚ

“El ojete de Lulú” tiene el honor de ser una de las pocas películas porno que veáis aquí reseñadas. No es gratuito, si me molesto es por dos motivos; uno, que se trata de un producto de la factoría Franco, dos, me la puse por curiosidad, por ver cómo era una porno del abuelo, y acabé consumiéndola entera.
Ahora bien: aunque las bases de datos otorgan la autoría de este film a Jess Franco, los créditos dicen que la responsable es Candy Coster, osea, Lina Romay, y me parece que en alguna ocasión  le escuché decir que, efectivamente, la había dirigido ella. Sea como fuere, no hay mucha diferencia en las maneras de cualquiera de los dos. Es más, yo juraría que efectivamente es de Franco.
Y lo cachondo es que no es menos aburrida que cualquiera de las películas de otros géneros que filmó. Es porno, sí, pero tomado a cachondeo. De hecho, demuestra aquí más originalidad que en muchas de las otras.
Cuenta la historia de un ojo del culo (el de Candy Coster) que se lamenta de que su vecino el chocho goza de una vida sexual activa, mientras que a él no se le presta atención.
La narración es, precisamente, Lina Romay manipulando el ano, mientras una voz en off se adapta al ritmo de movimiento del ojete. La dueña del mismo no para de chupar rabos y ser follada por una serie de señores, hasta que al final le petan el culo, y el ojete, lleno de semen, acaba feliz y contento. Que quieren que les diga, para ser porno, un género que detesto, me aburre y ni considero cine, está más que divertido.
Y es que Jess Franco es único hasta para filmar porno (en el caso de que sea el director… si no, da igual). Ves unas escenas y sabes que son suyas, principalmente por como están rodadas, por lo poco sexys que resultan (tías de lo más corrientuchas, y pollas fláccidas que no se ponen duras por mucho que las actrices chupen y chupen), primeros planos de Lina Romay zampando rabos (blandos) con mucho entusiasmo y muy bien comidos, todo sea dicho, mucho bello (incluido en el ojete de Lulú…) y una sordidez que hace que, a rasgos generales, más que excitar le entren arcadas al espectador. Ergo, Franco, haciendo porno, ¡hace anti-porno! (igual que, como dicen algunos eruditos, también hacía anti-cine... tanto "anti" da que pensar si no será una excusa zafia para parapetar, simplemente, la ausencia de capacidades)
Con todo, me quedo con los títulos de crédito. Aunque reconocemos por ahí a Mabel Escaño, la mayoría lo componen nombres como Pepíto Tiésez, Mela Chupen, Jean Morcillón e Iluminado Lechez… ¿Quién da más? Para Jess Franco el porno no es motivo de paja, sino de risa, de cachondeo, de gente feliz…