Pero el caso de su incursión en la tierra de las fabelas, es
poco menos que deleznable.
Un remedo de conceptos lleno de guiños a todo tipo de
películas de terror rodado en vídeo donde, efectivamente, Naschy es el
protagonista, aunque da la sensación de que Iván Cardoso, uno de los directores
punteros del fantástico brasileño, se toma a Naschy y al cine de terror en
general a cachondeo. La película tiene poco presupuesto, de acuerdo, pero no
por eso hay que exagerar lo “cool” de la propuesta y enfatizar en el humor
voluntario, haciéndolo pasar por involuntario, que es lo que le pasa.
El Doctor Moreau, tras empollarse los cuadernos del Doctor
Menguele, acude junto con su ayudante contrahecho Zoltar a algún lugar perdido
de la Amazonia. Allí, crea una raza de Amazonas para no se qué cojones,
mientras busca la cura de su enfermedad. Mientras, un grupo de jovencitos sin
cerebro, son devorados por un hombre lobo. Y mira tu por donde, la
licantropía resulta ser la enfermedad incurable del Doctor Moreau.
Una patochada mayúscula, con un Paul Naschy ya muy mayor,
revolcándose con señoritas de dudoso buen ver, que para nada hace justicia a
sus anteriores películas del hombre lobo, por mediocres que muchas de ellas
pudieran ser. No en vano, al menos han evitado que esta fuera una más
de la saga de Waldemar Daninsky, en pro al poupurri de referencias de la que se
hace eco la historia.
Mala, antipática y aburrida, al menos nos echamos unas risas
(en los momentos en los que se supone que no debemos) con las
conversaciones, hablando todos los personajes en su idioma materno, el
portugués, a excepción de Paul Naschy, que habla en perfecto castellano. Aún
así, ni Naschy tiene problemas para comprender el portugués, ni el resto de los
actores lo tienen para entender el castellano.
La cosa está en que a mí, que el Doctor Moreau se haya
convertido en un hombre lobo, me parece una gilipollez total, y esta película
me provoca vergüenza ajena. Ni lo exótico de su procedencia la salva de la
quema.