Así, la trilogía basada en el karateka real Masatsu Oyama
–poco más que un macarra de mal vivir de la época de la segunda guerra mundial,
que sabía karate y lo usaba indiscriminadamente- representaría al Chiba más
bruto e irracional, en unas películas de la Toei bastante coñazo y cuyo
atractivo radica, casi exclusivamente, en las hipotéticas peleas que el tal
Oyama – presente durante el rodaje, haciendo cambios a su antojo con
el fin de quedar bien- sostuvo con animales salvajes.
En este caso, y como su título indica, Oyama, entre torneo
de karate y torneo de karate, haciendo frente a un argumento casi inexistente
en el que el protagonista va dando bandazos, en el ecuador de la película se
enfrenta a un toro salvaje que se ha escapado. El animal le ataca, pero en
lugar de huir, el protagonista se pone a darle golpes de karate hasta que finalmente lo mata
con sus propias manos, arrancándole los cuernos, convirtiéndose en un héroe.
La escena en cuestión, aún notándose que el toro no es real
en los planos en los que es descornado, es de una crueldad tal, y tan
sangrienta, que deja a las corridas de toros en mero espectáculo infantil. O
sea, un acto cuanto menos deleznable y para nada espectacular. Estamos
ante una basura de película, y una basura de escena.
Y el resto tampoco vale mucho más, la verdad sea dicha.
Las que siguen a esta porquería serían “Karate bearfighter”, la misma roña pero
enfrentándose esta vez a un oso y
“Karate for life”.
En cuanto a su director, Kazuhiko Yamaguchi, rodó montones de
esas películas de género japonesas tan estéticas que le sirvieron para marcar paquete en las tertulias cinéfilas y cargarse de referencias / plagios / homenajes a la hora de confeccionarlas.
Por lo que a mí respecta, y gustándome, más o menos, la
saga de “The Street Fighter”, esta del garrulo karateka y el cine de artes
marciales japonés (nada que ver con el siempre sorprendente cine de
Kung-Fu Hong-Konés), me importa menos
que una mierda y tras ver esto, ya no es que no me importe, es que
directamente, lo repudio.
Denunciado queda.