lunes, 3 de marzo de 2014

LOS CANTABROS

Paul Naschy, desde luego, tenía una afición enorme al género, al que fuera. Y como en salas de cine estaba siendo un taquillaza “Conan, el Bárbaro” se rodó el solito una película extraña a más no poder. Digamos que se trata de un “Exploitation” de “Conan”, customizado e hispanizado  Y si no lo es porque esto se basa en hechos históricos, digamos que es una apreciación subjetiva.
Cuenta la historia de  Corocotta, un guerrero Cántabro que luchó contra los ejércitos Romanos de  Marco Vespasiano Agripa cuando estos intentaban conquistar Hispania. Mientras Marco Vespasiano cae ante los encantos de las Cántabras que le seducen y traicionan, Corocotta ofrece su cabeza a cambio de la paz, la cual será negada, invitándole a perderla en combate.
Usando en la narración hechos históricos supuestamente reales, con otros ficticios - Corocotta es una suerte de Conan que trata con brujos a lo Gandalf y hechiceras- Naschy nos propone una mezcla entre “Peplum” y “Espada y brujería” rodada con cuatro duros y de lo más mediocre, en el sentido más estricto de la palabra. Con ello quiero decir que  es una locura rodar una epopeya tan grande como la que rodó el amigo Molina, supongo que con dos duros. Porque las tenía todas para que esto fuera un film altamente ridículo y risible, que visto a día de hoy, causara la solaz del espectador más desinhibido. Sin embargo, en ese sentido es más que digna; buen vestuario, buena ambientación, algún escenario penoso, si… pero no es lo suficientemente mala para causar la risa, ni tan buena como para tenerla en cuenta. Es bastante mala, porque se hace eterna, porque no tiene ritmo, porque los actores están todos espantosos, porque toda ella se compone de largos diálogos y porque, para no mostrarnos la batalla final, una voz en of nos la cuenta…  termina la película y te quedas igual que estabas. O sea, una película mediocre.
Incluso, resultan totalmente inofensivos, los insertos de comedia en la primera mitad de la película… Cántabros y romanos sueltan todo tipo de gags pretendidamente graciosos – no lo consiguen- sin saber a santo de qué, para luego dejar la comedia a un lado en pro del drama más descarnado y las coreografías de batalla menos curradas.
Mediocre, tanto, que en su momento fueron a verla a salas, tan solo 120.000 espectadores. No es la película de Naschy que menos ha recaudado, pero si bastante poco. Aunque insisto, la mayoría del cine español actual, no alcanza esa cifra de espectadores.
Es tan sosa la puta peli, que siquiera nos aburrimos; se aguanta con dignidad.
Con mogollón de actores en la película, esta cuenta con media plana mayor de interpretes habituales del cine más zetoso “Made in Spain”, esto es, tenemos ahí, haciendo, o bien de Cántabros o bien de Romanos, a célebres y entrañables actores de la talla de  Ricardo Palacios (“El pecador impecable”, “Leviatán”), Alfredo Mayo (“Poppers”, “El Cid Cabreador”), Verónica Míriel ( “Perros Callejeros II”, “¿Yahora qué, señor fiscal?”), Andrés Resino (“Regreso del más allá”, “La mansiónde la niebla”) Frank Braña, Jenny Llada, Blanca Estrada, David Rocha  incluso otros ilustres a los que ni vemos en  la pantalla, cumpliendo sus papeles de extra, como puedan ser Paloma Hurtado, o Antonio Mayans, que creo (solo creo) que es uno de los gladiadores cuyo casco impide que le veamos el rostro. Ahora, acreditado está. Todo esto capitaneado por un Paul Naschy, que luce peluca rizada bastante cantosa, luce piernacas bajo la toga y se reserva las escenas íntimas con las féminas.
Como director Paul Naschy no era tan paquete como actuando, y quizás por eso, esta película resulta tan insípida.