miércoles, 12 de marzo de 2014

TARZÁN EN MANHATTAN

Telefilme –en el más estricto sentido de la palabra. Aquí hasta hay fundidos para dar paso a la publicidad –  de 1989 de la CBS que se prodiga hoy día como una absoluta joya del cine chungo. “Tarzán en Manhattan” (olvídense del clásico de Weissmueller  “Tarzán en Nueva York”), es una consecuencia, directísima, del tirón que estaban teniendo a finales de los ochenta y primeros noventa las películas de individuo primitivo fuera de su hábitat natural y las dificultades de este para relacionarse con sus semejantes. Y más concretamente, se nutre de “Cocodrilo Dundee II”, a la que plagia la estructura. Descaradamente, además.
Y todo eso está muy bien, salvo por un pequeño detalle; la película comienza con un Tarzán que, si, se desplaza en lianas, anda entre los monos, va con taparrabos y pega su famoso grito (robado directamente de las de Weissmueller), pero que desde el primer momento, no solo muestra síntomas de estar civilizado, sino que además, habla perfectamente y sin ningún tipo de problemas a la hora de conjugar frases. Con lo que tenemos un Tarzán que le pega unas parrafadas a la Chita de tres pares de cojones. También se lee una serie de libros que cita durante la película, en los momentos más adecuados, y no muestra atisbos de salvajismo en ningún momento, por lo que, una vez en Nueva York, da la sensación de que se trata de un guaperas retrasado mental, y no de un hombre mono. Especial gracia me hace, cuando, cada vez que algún personaje le pregunta su nombre, este responde “Tarzán de los monos”. En fin.
Ambientada en la época contemporánea, cuenta la odisea que sufre Tarzán cuando, al averiguar que han matado a la madre de Chita, y que a esta la han secuestrado, decide viajar a Nueva York – por qué deduce él que a Chita se la han llevado allí, es un misterio- en avión, en clase turista y buscarla por allí. Pronto la encuentra y descubrirá que sus secuestradores son una serie de científicos que experimentan con monos, les cortan la cabeza y les sacan el cerebro, pues estudian la posibilidad de trasmitir conocimientos de un cerebro a otro (¡). Tarzán, deberá desarticular esa red de científicos. Entre medias tiene tiempo para sorprenderse con las cosas de la civilización, y alternar modelitos de diseño para que se luzca el actor, con escenas completas en las que, sin saber muy bien por qué, este Tarzán que discurre y razona con facilidad,  se pone en taparrabos por la gran Manzana, quizás para justificar que se trata del personaje de Tarzán. Eso sí, me lleva unas botazas que le llegan hasta las rodillas. Además, conocerá a Jane, que para la ocasión han convertido en mujer independiente y folladora, que trabaja de Taxista, y que se pone cachonda con el hombre mono, y, además, nos introducen en la trama a su padre, que en vez de llamar a la mona Chita, le llama “Chiquita” ante el desagrado de Tarzán. Vaya tela ¿Eh?
La película, juega con la ventaja de no tener que presentar al personaje, es decir, todo el mundo sabe quién es Tarzán, lo que le permite ir follada de ritmo y que, en diez minutos de metraje nos cuenta el planteamiento y el nudo, para la hora y diez siguiente desarrollar el desenlace, así pues, en nada de tiempo ya sabemos que Tarzán convive con un señor negro que huye de la civilización y que le cultiva el cerebro, que han matado a la madre de Chita y secuestrado a esta, que teniendo ropa, Tarzán prefiere el mítico taparrabos y que además se sabe consciente de ser hijo de los duques de Greystoke (dato este que no deja de parecerme gracioso, pues obviamente, es en referencia a la película “Greystoke”) y no hemos llegado al minuto doce cuando ya ha conseguido un pasaporte, el negro le ha pagado el billete de avión, y ya está en Nueva York, sin dinero, pero con una bolsita de perlas. Y cuando parece que la cosa va a darnos un respiro, todo lo demás continúa pasando a una velocidad de vértigo, que no es lo habitual en un telefilme. Eso si, todo es insultantemente infantil, parece una película destinada a tontos.
A eso hay que añadir, que salvo la mona Chita a la cual la interpreta un bebé chimpancé, el resto de monos son señores disfrazados, y que cuando se rueda en decorados, estos son de un cartón piedra que asusta… sin ir mas lejos, en el minuto trece de la película (recordemos que en el once ya está en Manhattan), Tarzán acaba en la cárcel –sin motivo-  y esta es una pared de contrachapado con unas rejas de goma, las cuales arranca con su fuerza, para, habiéndose quitado la ropa previamente, escapar por la ventana, y en el minuto catorce ya estar ligando con la taxista. En serio, pasan mil cosas  a mil por hora… ¡esto es una cosa exagerada! Así pues, entre las risas y el sobre-ritmo, la verdad es que uno no se aburre en absoluto, a pesar de que estamos ante una aberración fílmica sin precedentes.
El caso es que algo de éxito o repercusión debió tener el telefilme, puesto que en 1996 este mismo personaje, este Tarzán y no otro, dio pie a una secuela “Tarzán Epic Adventures”, que resultó ser el episodio piloto de una teleserie del mismo nombre, que, esta vez, apenas duró una temporada, pero de la que llegó a venderse, incluso, merchadising. Y luego, la patética “Tarzán en la ciudad perdida” con el no menos patético Casper Van Diem, sigue bastante la estela de este Tarzán de salchichería de barrio.
En el reparto, interpretando a Tarzán, tenemos a un mazado de rizada melena, guaperas y con tanta capacidad interpretativa como un pene, llamado Joe Lara,  del que da gusto echarle un vistazo a su filmografía. Además de interpretar a Tarzán en dos telefimes y una serie, se especializó en dar vida a héroes de acción en zetosos telefilmes y películas videocluberas  de títulos tan sugerentes como “American Cyborg: Steel Warrior”, “El hombre holograma”, “Proyecto Equinox” u “Operation Delta Force”. Vamos, una maravilla.
Interpretando a Jane, tenemos a la tal Kim Crosby que se prodigó en la pequeña pantalla el mismo tiempo que tarda en irse el olor de un pedo, e interpretando a su puñetero padre, que se encarga de la parte cómica y patética de la película tenemos a un decadente y desesperado ¡¡¡Tony Curtis!!! al que da penita verlo tan mayor, tan operado y haciendo chistecillos tan poco afortunados. Por otro lado, quien se encarga de la educación de Tarzán en la selva, es Joe Seneca, el entrañable “Cuatro ojos Fulton” de “Cruce de caminos”.
En cuanto a las labores de dirección, estas recaen en las portentosas manos de Michael Schultz,  quien, proveniente de la televisión, se rodó el par de los títulos menos afortunados de Richard Pryor, se rodó un par de películas de culto en los circuitos del Hip Hop como son “Krush Groove” y  “Tres gordos y un millonario”,  tuvo su blockbuster con “El último Dragón” y volvió a la televisión a hacer cosas como la que nos ocupa y montones, montones, montones y montones de cosas más.
Un absoluto delirio.