Sometida a infinidad de recortes, con una pifia de montaje importante y un guion férreo que no dejó de ser escrito y reescrito durante el rodaje por el director de la película, lejos de resultar un caos incomprensible, “Gemidos en la oscuridad” (rebautizada como “El Invisible” en su edición de vídeo de "Media Home Entertainment") es un pequeño clásico de terror ochentero adscrito a ese subgénero con niño-monstruo encerrado en el sótano. Portadora de una insana mala baba, contra viento y marea, resulta ser una película bastante eficaz.
Tres mujeres con aspecto de "Los Ángeles de Charlie", reporteras de profesión, viajan hasta un remoto pueblo para documentar un festival bávaro que se celebra allí. Naturalmente todos los hoteles están hasta la bandera, dando con sus huesos en un pequeño museo donde el propietario, un señor de mediana edad obeso y un tanto purulento, les ofrece su casa como alojamiento. Vive con su esposa, y el matrimonio guarda un pequeño secreto; tienen a una extraña criatura en el sótano a la que alimentan a base de pollo hervido encerrada. Dará cuenta de las pizpiretas reporteras, como es de rigor.
A estas alturas, para poder comentar la película, no queda más remedio que espoilearla, porque la gracia de la misma reside en su resolución, en la que descubrimos que el niño-monstruo del sótano no es más que un joven con síndrome de down, fruto de la relación sexual incestuosa entre el casero y su hermana (a la que ha presentado a las tres mujeres como su esposa).
La película, más cercana al drama que al terror propiamente dicho, con una ambientación diurna y luminosa, y una ausencia de sangre impropia para un film de 1980 de estas características, por momentos es incapaz de generar una atmósfera inquietante por mucho que lo procura, sin embargo, son tantos los eventos que se suceden (narrados en off, nunca filmados) en la vida del perverso casero y su traumatizada hermana, que la historia se sigue con interés, máxime cuando averiguamos que el monstruo del sótano es hijo suyo. El espectador está loco por verle.
Me resulta hilarante el hecho de que finalmente no se tratase de un monstruo, sino, de un inofensivo síndrome de down encerrado por su progenitores enajenados, sobreviviendo en condiciones inhumanas. Pero más hilarante es todavía cómo se nos le presenta en el póster español para cines —el que adjunto—, con los ojos en blanco, babeando como una bestia y con síntomas de deformidad que, luego, en la película no son tan notables. Una que, más allá de eso, se disfruta sin demasiados aspavientos, quedando como correcta muestra del género y la época.
Mientras la veía, en el momento en el que descubrimos al síndrome de down del sótano, estuve convencido de que el papel había sido ejecutado por un down auténtico. Además la secuencia final se recrea especialmente en esta discapacidad, ofreciéndonos el muchacho un recital de gruñidos, gestos, muecas y dejes propios de las personas con cromosomas de más. De hecho, la recreación en esos aspectos llega a cotas ofensivas convirtiéndose, inevitablemente, en una comedia involuntaria. Justo al acabar, llega una sorpresa porque, inmediatamente después del plano final, aparece un crédito a toda pantalla que dice: “The Unseen as interpreted by Stephen Furst”, ya saben, "Lenguado" de “Desmadre a la americana”, que ofrece una interpretación absolutamente demencial amparado en el no del todo mal aplicado maquillaje de Marla Manalis, responsable también del aspecto de los “Humanoides del abismo”. Yo completamente convencido de que se había utilizado a un actor subnormal. Se pueden imaginar mi actitud en mi sofá ante esta idea…
Además del buen hacer actoral de Furst, tenemos otro actorazo de corte clásico como es Sydney Lassick, el entrañable "Cheswick" de “Alguien voló sobre el nido del cuco”, que da vida al atormentado casero que fue instado a acostarse con su hermana en la juventud quedando traumatizado por ello. A la hermana la interpreta otra excelente actriz, Leila Goldini, vista en “La invasión de los ultracuerpos” y chica Cassavetes. Finalmente tenemos a Barbara Bach, por entonces muy popular como chica Bond tras aparecer en “La espía que me amó”.
Como ya he dicho, el film es un desbarajuste técnico que partía de una idea de Stan Winston, traspasada a un guion escrito a seis manos que el director, Danny Steinmann, modificó a antojo. Por lo que terminó sin tener mucho que ver con la idea de partida. Es de suponer que Steinmann añadió, asimismo, toquecitos autobiográficos al introducir a un personaje, el novio de la reportera, que, al igual que el propio director, en el pasado fue un jugador de football americano, posteriormente retirado por culpa de un accidente.
Danny Steinmann no llegó a entenderse del todo con la producción, por lo que fue despedido de facto una vez completado el rodaje, sin acceso a la fase de montaje. No quedó muy satisfecho con el resultado final, así que firmó bajo el seudónimo de Peter Foleg.
“Gemidos en la oscuridad” sería la primera película comercial de Steinmann que, tras haber debutado dirigiendo el porno “High Rise”, comenzó una carrera que fructificó nada menos que con “Calles salvajes” y “Viernes 13 5ª parte: un nuevo comienzo”, además de haber sido propuesto para el guion y dirección de la secuela de “La última casa a la izquierda”, que nunca llegó a producirse. Poco después tuvo un aparatoso accidente en bicicleta que le dejó impedido, terminando así con su carrera cinematográfica. Fallecería en 2012.