Mostrando las entradas para la consulta troma ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta troma ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas

sábado, 5 de abril de 2025

TRAXX

Ya que últimamente he largado tanto sobre mi juvenil obsesión justiciera, ha llegado el momento de echar mano de una película que me llevaba loco, aunque no entiendo el motivo. Anduvo reseñada por acá en los albores de este blog y terminó reciclada / estampada -no muy certeramente- en las páginas de "Malas pero divertidas". Les estoy hablando de "Traxx", producción del año 1988 cuya finalidad consistía en, por un lado, convertir en estrella cinematográfica a una personalidad mediática en los USA, aquí cero conocida, de nombre Shadoe Stevens y, por otro, parodiar alegremente el género que nos interesa, con continuas alusiones a "Harry Callahan", "Rambo" y demás.
Contado así, por encima, el argumento no dista nada de cualquier producto serio sobre vengadores urbanos: Traxx es expulsado de la policía por sus violentas maneras. Ello le obliga a convertirse en mercenario, participando en cualquier guerra disponible. No obstante, un día, cansado, decide abandonar y regresar al hogar. Allí descubrirá que el crimen se ha apoderado de todo, por lo que desempolva las armas y toma medidas. El capo de la mafia local contratará a unos asesinos implacables para ponérselo difícil.
Bien, ahora añadan detalles como que, en su retiro, Traxx decide dedicarse a cocinar galletas (cosa que se le da fatal). O que nunca sale herido de ninguna refriega, aniquilando a sus enemigos con mortal precisión sin perder esa blanca sonrisa suya, una a juego con unos brillantes ojos azules y sendas chollas rubias dolorosamente ochenteras (como toda la película en sí, incluidas las canciones seudo-funky). Deduzco que mi mediana obsesión tendría algo que ver con la exagerada condición semi-superhumana del personaje, pues hasta cierto punto le emparentaba con otra fijación recurrente, "Charles Bind". Todo ello remojado a base de un humor muy muy tonto, algo políticamente incorrecto (con gags en los que fenecen impedidos u otros de orden semi-homofóbico sin desperdicio. "Mata a esta maricona", ordena el capo a uno de sus esbirros cuando ve las amaneradas maneras de su estilista) y ciertas similitudes con el universo Troma que en la época me pasaron totalmente desapercibidas. No hacía tanto que "El Vengador Tóxico" lo había petado y, oiga, ¿¿por qué no??. Traxx es también un justiciero dedicado en cuerpo y alma a limpiar de escoria una ciudad sumida en el caos, con gente cayendo por las ventanas, grotescas bandas criminales en cada esquina y villanos de pura caricatura. El pueblo llano le adora y compra camisetas con su imagen. Incluso hay ciertas transiciones a base de canción horterilla en las que le vemos triunfar en su gesta, igual que ocurría con las desventuras del deforme "Melvin". Incrementado todo ello por el tufo a desmadre y unos actores exagerando sus interpretaciones a base de mueca y exceso (atención al "hijo punki" del capo y su estrafalario aspecto). La escabechina es menos licuosa que en un film de la (ex)factoría de New Jersey, pero está presente. Los muertos se suman por decenas. También asoman algunas breves ubres. Y hay buenos gags. Me encanta el principio, con unos tipos tomando por rehenes a los animales de una tienda. Llega Traxx, se carga a los criminales y cuando su superior le recrimina, él exclama "Dígale eso a la madre del perrito muerto". Igualmente funciona muy bien la inesperada y estupidísima defunción del capo mafioso. Aunque, en general, y a pesar de los esfuerzos, lo más que consiguen sacarte es una sonrisilla afectuosa. La salva de ser un desastre total el que, con tanta locura, no resulte demasiado previsible. Tiene cierta capacidad de sorprender, aunque sea a base de sacrificar una historia genuinamente interesante. Defecto que conocían muy bien los reyes del "spoof", los ZAZ (en paz descanse la A) y, por ello, siempre procuraban dejar una buena base bien escrita antes de comenzar a trufarla de ocurrencias absurdas (por cierto, Shadoe Stevens llegó a colaborar con ellos, prestando su radiofónica voz para "Made in USA", nada menos). Decía que el film no es un desastre completo.... creativamente hablando, pero sí financieramente. De ahí que Stevens nunca despegara como comediante cinematográfico. El mismo año que hizo "Traxx" participó en "El superdetective de la costa oeste" (producto televisivo distribuido en España como si fuesen dos películas) y regresó a la gran pantalla durante los 90 junto a Billy Cristal en "El showman de los sábados" (eso sí, mediante rol diminuto), pero sería la última vez. A partir de ahí mutó en carne de caja tonta, desarrollando paralelamente otras actividades como radio -su especialidad- o escribir libros para críos. Entre la roña previa hay una joyita que merece ser destacada, "Shadoevision" de 1986, telefilm ultra-barato hoy casi inencontrable a mayor gloria del individuo. Una comedia de ciencia ficción dirigida nada menos que por ¡Chuck Cirino! (y con cameo coleguero de Jon Lovitz).
El resto del reparto de "Traxx" no tiene desperdicio. La chica guapa es Priscilla Barnes, actriz que a lo largo de su carrera ha alternado mucho telefilm, alguna película de cierta solera ("Mallrats", "Mumford, algo va a cambiar tu vida", "Los renegados del diablo") y una variada gama de subproductos según las artes de Roger Corman, Fred Olen Ray, Jeff Leroy o la productora "TomCat Films". Entre los títulos destacados de su currículum localizamos "Licencia para matar", el fracasado intento de modernizar a "James Bond". Allí coincidió por segunda vez con uno de los rostros más reconocibles de "Traxx", Robert Davi. También te sonarán los de Willard E. Pugh -el alcalde de "Robocop 2"-, John Hancock, Hugh Gillin, la mirada de loco de Raymond O'Connor y Wally Amos.
Como director Jerome Gary nunca hizo, ni ha hecho, gran cosa (incluida la reseñada). Por contra, en tareas de productor su nombre va asociado a "Pumping Iron", el documental a mayor gloria de un jovenzuelo Arnold Schwarzenegger. Y, justo, este es el protagonista de uno de los guiones previos de Gary DeVore, responsable del libreto de "Traxx", "Ejecutor". Debía de ser colega de su director, John Irvin, porque para él también escribió "Los perros de la guerra". Otra de sus amistades recurrentes era Peter Hyams, a quien le tecleó "Apunta, dispara... y corre" y supervisó "Timecop", "Muerte Súbita" y "The Relic". El último libreto original de DeVore fue "Pentathlon", tardío vehículo de lucimiento para Dolph Lundgren dirigido por Bruce Malmuth.
Lo crean o no, "Traxx" lleva el sello "De Laurentiis Entertainment Group".

martes, 1 de abril de 2025

THE TORTURER

Mediometraje de carácter semi-amateur que, con vestigios de una corriente del cine de horror tan de primeros de siglo como es el “torture porn”, solventa la papeleta a base de iluminación artesanal  y gracejo, y consigue —no se hasta que punto voluntaria o involuntariamente— aspecto, look, formas y maneras de película gore casera de finales de los 80 primeros 90. “The Torturer” parece una más de aquella tanda que, en la época, se pusieron de moda por estos lares y fueron distribuidas vía "Gorgon Vídeo"; me refiero a todas esas películas “redneck” de Leif Jonker, Bookwalter o Jim Van Bebber, solo que, si aquellas fueron rodadas en 8 o 16 mm, esta lo está en impersonal vídeo de alta definición propio de los tiempos que corren. Pero, en esencia, lo que está dentro del cuadro es lo mismo.
Así, “The Torturer” cuenta la historia de un individuo que es arrojado a una oscura habitación en la que un enorme ¿funcionario de prisiones?, le somete a un interrogatorio. No sabemos nada del individuo ni por qué ha sido arrojado a esa habitación, el caso es que no sabe contestar a las preguntas del interrogatorio y, en consecuencia, es torturado por el grandullón que da título a la película de manera muy explícita. No contento con eso, además, en los momentos de máximo éxtasis, se le aparecen otros torturados por el animal este, todos ellos en estado de descomposición, prácticamente zombies…
Todo en el mediometraje es una excusa para, por un lado, colarnos esa iluminación oscura que hace que parezca que la acción transcurre únicamente sobre un fondo negro y, por otro, mostrar el abundante gore, por momentos excesivo e innecesario, que está ahí solo porque quienes andan detrás del mediometraje son un poco hábiles a la hora de aplicar prótesis y efectos especiales "old school". Como ocurría en las pelis noventeras a las que antes he hecho referencia, de lo que va la cosa es de mostrar dichas habilidades, solo que llevadas a cabo por unas gentes más resabiadas que aquellas, simplemente por los 30 años de diferencia existentes.
Como fuere, el principal signo identitario de “The Torturer” es que me ha recordado terriblemente a aquello.
Por otro lado, y pese a que se puede hacer una sinopsis de la película en una línea, esta dice estar basada en un cuento de la colección “Nailbitters” de Paul Kane, asimismo, literatura barata para públicos concretos.
Por supuesto, detrás de todo esto está una pequeña empresa independiente llamada "Little Sparks Films" cuyas filas cuentan con films que van desde lo grotesco a lo posmoderno, además de tener cierta vinculación con la Troma (producen títulos para la infame compañía de Lloyd Kaufman y exhiben en sus plataformas de streaming).
Dirige el amigo Joe Manco (me ahorro el chiste) que posteriormente realizaría el largo “Vicemares” en similar tesitura que este mediometraje y tirando de croma que da gusto, sin mayor relevancia cinematográfica —ni festivalera— que yo sepa.
Y como protagonista tenemos a Paul T. Taylor, popular por ser uno de los actores que reemplazó a Doug Bradley en una de las últimas secuelas de “Hellraiser”, concretamente, “Hellraiser: Judgment” de 2018, y secundario en montones de productos de todo tipo.
Sin más, “The Torturer” es una cosa bastante mediocre, que me ha llamado la atención por, como les he dicho, recordarme artesanalmente a aquellas fruslerías gore que se comercializaron en España con el boom del momento, siendo como es del 2020.

sábado, 15 de marzo de 2025

PLACER SANGRIENTO

Candidatas a "pionera del slasher" hay unas cuantas, "Bahía de Sangre" (1971), "Noche silenciosa... noche sangrienta" (1972), "Navidades Negras" (1974, probablemente la única que merece tal medalla), "El asesino tras la máscara" (1976, aunque no fue lanzada hasta 1980, lo que le arrebató la posibilidad) y.... ¿¿"Placer Sangriento"?? Considerando lo más elemental de su trama, y el año de producción, 1973, podríamos incluirla en el listado. Pero, claro, ¿hasta qué punto situar en una isla a un grupo de turistas que son, más o menos, sistemáticamente asesinados mediante arma blanca por una figura misteriosa oculta entre sombras es, per se, materia de slasher? en ese caso, ¿no ocurriría lo mismo con unos cuantos "whodunit" previos al estreno de "La noche de Halloween" y consortes? En fin. Yo no creo que "Placer Sangriento" tenga nada de pre-slasher, ¿por qué? porque salvo dicho argumento, todo parecido con la fórmula propia de esa clase de productos es nulo. No pensarían así sus distribuidores, que tras estrenarla como "The Single Girls" (es decir, "Las chicas solteras") fue rebautizada para su posterior lanzamiento en vídeo, muy consecuentemente, "Bloody Friday", osea, "Viernes Sangriento" (llamativo considerando que el largometraje se desarrolla a lo largo de un fin de semana completo) Más claro, el agua.
En realidad, "Placer Sangriento" es un subproducto de explotación típicamente setentero, con todas las señas de identidad del cine barato de entonces, a saber, diálogos rellenametrajes absolutamente gilipollas, absurdos e inútiles, y personajes que les van a la par, es decir, de comportamientos ilógicos. Ahora son mega-majos, ahora son unos cabrones. Ahora se caen bien, ahora se odian. Todo aleatóriamente. Destacan en ese sentido el novio de la chica prota, que pasa de matón a tipo encantador de una escena a otra. O la reacción de ella, "te aborrezco / te quiero según me da la neura". Tampoco es manca la pava que se pirra por perder la virginidad siguiendo un ritual algo peculiar en el que su pretendiente deberá violarla durante un paseo nocturno.
Y sí, luego hay unos pocos crímenes escasamente gráficos. El primero nada más arrancar el film, y luego ya no tenemos otro hasta 48 minutos después, de una escasa pero eterna duración total de 83. Lo demás, pues ya les digo, pura paja. Y no me refiero a aquella en la que sus viciosas mentes están pensando. De esas poco, cuatro tetas ultra-gratuitas y para de contar.
Los culpables de semejante desaguisado son un par de leyendas de la explotación setentera y ochentera, marido y mujer en la vida real, Ferd (que no Fred) y Beverly Sebastian. Algunos les recordarán por su "Rocktober Blood / Concierto de sangre" y, muy especialmente, el que es su verdadero "hit", "Gator Bait", protagonizada por la misma y mal lograda Claudia Jennings que luce palmito en el film reseñado. Otros rostros y cuerpos medianamente reconocibles son los de Albert Popwell, el colega "de color" de "Harry Callahan" y la sexy Robyn Hilton, cuyas apetecibles ubres han sido explotadas también en "Cry Uncle!", "Sillas de montar calientes" (era la secretaria del disparatado gobernador encarnado por Mel Brooks), "Mujeres violentas" de Robert Vincent O'Neil (padre fundador de la saga "Angel"), "Video Vixens!", sex comedy con sello Troma dirigido por el normalmente pornógrafo Henri Pachard y "Malibu Express", convirtiéndose así en chica Andy Sidaris.
Naturalmente, no podía publicar esta reseña sin echar mano de la mitiquísima caratula que lucía el VHS en los estantes de nuestros añorados vídeo-clubs (cortesía de "Video Screen S.A.", la misma peña que en su día movió "La muerte ataca en New York". ¡¡Catalogazo!!). Immmmmpresionante... y falsa como un billete de veinte euros con la efigie de Juan Carlos Gallardo (desconozco completamente su origen real. Podría hacer cábalas, pero mentiría. Si alguien reconoce la llamativa imagen, que escriba). Era pura carne de fascinación para ojos adolescentes. De haber incorporado "Placer Sangriento" un momento como ese en sus costrosos fotogramas, otro gallo canturrearía, pero no, la cosa queda lejos de ser tan intensa. Lo que tenemos es, pues eso, cine barato de los setenta aburrido y totalmente prescindible.
Por si se lo preguntan, Ferd y Beverly Sebastian firmarían su última película en 1993. Él palmaría en 2022 y ella pasaría a ser la presidenta de una asociación destinada a la protección del galgo. Curioso y bonito a la par.

martes, 11 de marzo de 2025

THE NOSTRIL PICKER

Por supuesto, cuando uno se enfrenta a una película cuyo título se traduce, más o menos, como “El que se hurga la nariz”, tiende a pensar en el típico producto postmoderno e irritable deudor de la Troma más loca y gamberra, o en su defecto, uno de esos ñordos noventeros, entre tercermundistas y cachondos, directos a vídeo, en la línea de la infame “F.A.R.T”. Sin embargo, nada que ver con eso.
En realidad, “The Nostril Picker” es una película independiente rodada a finales de los 80 que nace bajo el título de “The Changer” (“El cambiador”), tan oscura y pequeña que tiene problemas para ser distribuida.
La cosa gira en torno a un perturbado mental que disfruta acosando a las mujeres y al que, un buen día, se le presenta un veterano del Vietnam que le otorga un don psíquico consistente en tomar la apariencia de cualquier cosa a voluntad. Con ese don, nuestro protagonista decidirá transformarse en una adolescente, apariencia con la que aprovechará para colarse en un instituto y, así, obtener la confianza de las chicas jovencitas a las que, una vez en el sitio idóneo, y tomando su forma original, asesinará llegando incluso a devorarlas.
Lo curioso de todo este asunto es que, aunque el criminal se tira más de media película adoptando forma femenina, esta solo la perciben los otros personajes, nunca el espectador, que le ve todo el rato con su forma original, es decir, como la de un tipo de mediana edad, medio calvo y aspecto de pervertido. Quizás por una cuestión presupuestaria, quizás por una cuestión estilística, pero, el hecho de que no veamos nunca transformarse al asesino me parece un acierto y es lo que convierte a esta película, malsana por otro lado, en una cosa medianamente interesante. Al margen de esto, y con unas ideas un poco tontas, contiene gore explícito y artesanal que resulta muy efectivo y, en definitiva, no está tan mal como cabía esperar en un principio. Pintaba horrorosamente.
“The Changer” es un film oscuro y de atmósfera decadente que, sí, deambula hacia la comedia, pero no de manera tan explícita  como se nos propone en el póster que acompaña a esta reseña (el original era muy extraño y con ecos de David Cronenberg). Es tan rara y peculiar que no encontró distribución formal hasta 1993. Y como lo que proponía en un principio no resultaba muy atractivo para los distribuidores, estos se agarraron a un clavo ardiendo y decidieron lanzarla bajo el título de “The Nostril Picker” y hacerla pasar por lo que podíamos llamar una “tromada”. Ahora, resulta muy curioso que se decida vender la película como la de un asesino que se hace pelotillas porque, en realidad, durante todo el metraje apenas se hurga la nariz una vez… y lo hace de pasada,  ni tan siquiera recreándose en el acto. 
Tras su lanzamiento, la película no apareció en formato doméstico alguno hasta que, en 2014, fue recuperada por el sello especializado "Massacre Video", que la relanzó en esta tesitura de asesino pelotillero.
El director, Mark Nowicki, provenía del Hollywood de los 80, donde se encargaba de etalonar películas mainstream (“Yentel” de Barbra Streisand o “Arizona Baby”) y, después de su aventura en la dirección, volvió al Hollywood más convencional en funciones de montador, metiendo mano en “El otro lado de la vida” o “Copland”. Ahí es nada.
El elenco lo componen desconocidos, supongo que amistades de Nowicki, aspirante a actores o gentes de mal vivir. Muchos con muy pocos o, como es el caso del curioso protagonista Carl Zschering, un solo título en sus respectivas filmografías.

sábado, 22 de febrero de 2025

JUEZ, JURADO Y EJECUTOR

Padeciendo yo "justicieritis" aguda, y gastando la película semejante título -¡patrio!-, difícil, muy difícil iba a ser que no corriera al vídeo-club más próximo a alquilarla esperanzado. Y difícil, muy difícil iba a ser también que el resultado no se saldara con la palabra que comienza por D y acaba en "ción". Así pues, otra más palasaca, de esas que no veía desde aquel primer y poco notorio intento. Hasta que, ¡yes!, la otra palabreja maldita, que arranca con un N y concluye con "gia", comenzó a dar por culo y decidí hacerme de nuevo con ella y repetir, preparado, preparadísimo esta vez, sabiendo perfectamente a lo que me exponía. Y, claro, "asín" no vale, porque el consiguiente golpe duele menos e incluso terminas encontrándole virtudes al pifostio, aunque anden muy muy ocultas entre esos maravillosos drops y esas rayacas propias del ripeo-de-vhs que me pasó mi bien amado Enorm (la caratula completa también se la debemos a él. Si es queeee...)
John Willis es un poli duro como una roca. Le han matado al compañero, así que, nada más comenzar la película, anda ya vengándose, liándola a tiros y matando a todo al que se le ponga por delante, incluso si son señoras. Paralelamente, un psicópata sale libre de su encierro y, raudo, se dirige a los lúgubres túneles del metro neoyorquino a recuperar su banda de malandrines, que viven ahí, ocultos entre la oscuridad. No tardarán nada en comenzar a robar y asesinar a viandantes confiados. El poli se alía con una periodista que investiga el asunto (sí, terminarán yaciendo) y decide pararles los pies, a lo bruto y aunque le quiten la placa y la dignidad.
En realidad este producto del año 1988 luce como título original el chanante "Underground", a veces mutado a "Underground Terror" por aquello de darle más color. Pero no, no hay terror. Ni acción. Estamos ante un puro y duro thriller de segunda. Bien facturado en general, decente, con su notoria dosis de violencia, algún leve arrebato de gore gráfico (poca cosa) pero más bien plomizo. Notas que tenía potencial, pero se queda a medio gas (consecuencias del escaso montante, presupongo), aunque no va exenta de pequeños buenos momentos y, muy especialmente, un policía justiciero protagonista que funciona gracias a su tremenda mala hostia. Por ejemplo: uno de los villanos intenta robarle el bolso a una pava y ¿¿qué hace nuestro madero??, pegarle tres tiros por la espalda mientras huye. ¡Toma cha!. Sí, claro, es uno de los malos, pero en el momento de la ejecución él no lo sabe con seguridad, lo revienta únicamente por querer robar un monedero. Si eso no es expeditivo, ya me dirán qué es. Tampoco le tiembla el pulso a la hora de eliminar esbirros arrepentidos de sus actos que solo pretenden ayudar. E incluso se diría que disfruta acabando con el jefe de la pandi -considerar esto un spoiler les convierte a ustedes en unos ingenuos-, exigiéndole a berridos que le mire a los ojos previo remate. Todo ello ante la horrorizada reacción de la periodista, allí presente. En eso, como digo, la peli se me ganó y recordó al "Harry Callahan" de 1971, cuando se movía de manera ambigua entre la legalidad y la ilegalidad, sin despeinarse.
A semejante mastuerzo con placa lo interpreta un muy adecuado Doc Dougherty, quien debutaba acá y luego haría unas cosas más, moviéndose entre productos televisivos y roles muy secundarios para películas más o menos conocidas. Un carrerón parecido al de su guapa "partenaire", Forbes Riley, cuyo crédito más curioso es el protagonismo previo en uno de los slashers más toscos que se recuerdan, "Splatter University", según las artes directivas de un Richard W. Haines apunto de entrar a formar parte de la factoría Troma. Y así ocurre también con el resto, auténticos supervivientes que lo mismo te salen en un blockbuster, haciendo de policía o abogado o barrendero, que en un subproducto.
Con el personal que hay tras la cámara la cosa cambia levemente. Muchos de los principales responsables de "Juez Jurado y Ejecutor" tenían las manos manchadas de puro zetismo, habiendo participado en títulos rimbombantes, algunos hoy considerados de puro culto. Quizás el más llamativo sea Brian O´Hara, co-guionista y responsable de la "story". Como director se encargó en 1999 de la famosa e infame comedia transgresora "Rock 'n' Roll Frankenstein", muy políticamente incorrecta, con chistes homofóbicos, auténtico maltrato animal... allá ande iba provocaba sarpullido. El otro guionista, Bob Zimmerman, escribió también el libreto de un popular slasher de tercera regional, "Silent Madness / Locura Sangrienta", además de meter la zarpa como técnico en "Pesadillas de una mente enferma", "La casa del terror (Don´t go in the house)" o "Aberraciones sexuales del conde Drácula".
Igualmente en tareas de machaca curró mucho James McCalmont, director de "Juez, Jurado y Ejecutor". Puedes ver su nombre en una galería interminable de títulos -antes y después de sus propios y únicos dos largometrajes- que van desde "Mi diabólico amante" a "El silencio de los borregos". Previo a la reseñada, venía de co-firmar un aburrrrrido tostón pos-apocalíptico titulado "Infierno en Safehaven" junto a otro que ha pasado unas cuantas veces por acá, Brian Thomas Jones.
Y terminamos con el primer nombre que aparece en los créditos de "Juez, Jurado y Ejecutor", Steven D. Mackler, productor, cuyo currículum va bien surtido de "joyas" como "Neon Maniacs" (reseñada en nuestro pest-seller), "Deadtime Stories", "Infierno en Safehaven" por supuesto, así como la película que el co-culpable de aquella, Thomas Jones, venía de hacer solano, "The Rejuvenator". Otra cosa titulada "Voodoo Dawn", según guion de John Russo y con papelillo para un entonces aún novato Tony Todd y, por fin, un poco de "cualité" con "El pico de las viudas", aunque tampoco le serviría ya de mucho.
Es curioso que siempre ande/mos hablando de que si Fred Olen Ray, Jim Wynorski, David DeCoteau, Charles Band, etc, etc... pero como vemos, el campo del cine de explotación y bajo presupuesto norteamericano de los ochenta era bien vasto, habitado por un montón de señores que, aunque jamás destacaron demasiado, dejaron sus pequeñas huellas en forma de sendos productos entrañablemente pestilentes. Y anda que no mola nadar entre toda esta roña a cambio de noventa minutos medianamente sufrientes.

lunes, 13 de mayo de 2024

HISTORIA DE UN JUNKIE

Nacida inicialmente como “Gringo”, cuando los piratas de Troma compraron esta película para distribuirla, decidieron darle un título más sensacionalista y a todas luces comercial: “Story of a junkie”, sin tener ni pajolera idea el señor Lloyd Kaufman del material contra cultural que tenía entre manos. Esta maravilla en forma de documental ficcionado, oda a la sordidez y la decadencia de las calles del Nueva York de los 80, cuenta con pelos y señales los avatares de un adicto a la heroína llamado John Spacely. El susodicho no es un yonki cualquiera que los productores se encontraron por ahí y al que filmaron inyectándose heroína sin remilgos, no. El personaje en cuestión fue un popular ente de la cultura underground neoyorquina, un punk que eventualmente ejercía como músico, otras veces como actor, y que en sus mejores momentos se codeaba con personalidades del estilo de Keith Richards, Willy DeVille o Joey Ramone, quizás por cuestiones más tóxicas que musicales. Incluso, cuanto tuvo autonomía para trapichear con drogas, se convirtió en el dealer particular de John Belushi. Asimismo, llegó a trabajar como editor y colaborador del célebre “Punk Magazine” a las órdenes de John Holmstrom, pero su desmesurada adicción a las drogas duras —cuyo origen es consecuencia de un trauma, tras un horroroso aborto su novia fue arrollada por un camión— envió todo atisbo de creatividad al traste. De este modo, Spacely se convierte en una leyenda callejera de alta magnitud lo suficientemente interesante como para que se decidiera hacer un retrato sobre su persona y, por supuesto, sobre el poco higiénico y repugnante hábito de inyectarse.
El título de producción, “Gringo” hace referencia al mote bajo el que Spacely era conocido en las calles. Durante mucho tiempo estuvo moviéndose como una rata en Alphabet City, lugar habitado potencialmente por latinos y negros. Spacely era de los pocos blancos que pernoctaban en aquella cloaca, hecho que se hacía aún más evidente con la querencia de este por la decoloración capilar, así que los negratas comenzaron a llamarle Gringo y, de ahí, el título primigenio.
En “Historia de un junkie”, el director Lech Kowalski se gana la confianza de Spacely y de su circulo de chusma yonkie, para introducirse con su cámara de 16 mm en lo más profundo de los bajos fondos neoyorquinos. Así, entre entrevistas a adictos y traficantes, visitas a narcosalas y reconstrucciones en ficción de algunos de los hechos que Spacely le explica, podemos hacernos una idea del infierno que supone ser un adicto a las drogas duras. Infierno que, aunque de vez en cuando se escenifique el teatrillo para darle ritmo a la película, es absolutamente real. Camellos, drogatas, narcosalas, todo estaba allí antes de que la producción llegase con los equipos filmadores.
Yonkies inyectándose, Spacely pasando el mono visto de la manera más gráfica posible, transacciones de droga y trapicheos varios se imponen en un documental del todo sensacionalista y cercano al “mondo”. Tras su visionado, el espectador queda con muy mal cuerpo.
El formato, rodando en 16 mm, de noche con iluminación natural, ayuda a incrementar la sordidez y mal rollo que desprende la película, pero ya lejos de texturas o del grano de celuloide, es que los lugares donde filma Kowalski son lo más asqueroso visto en una pantalla, amén de los individuos que pululan a lo largo del metraje, poco más que despojos humanos, o esos primeros planos de gente picándose las venas. Mención especial para algunos momentos en relación al protagonista. En una escena en la que, tras días de andar por ahí tirado, pinchándose y demás, decide asearse un poco, sus venas están ya tan agujereadas que, en un plano donde está peinándose, la cámara se mueve un poco para mostrarnos unas gotas de sangre en el brazo con el que se atusa el pelo, cuyas heridas, ya tan maltrechas, no se curan jamás. Turbador resulta también el plano en el que el yonki limpia sus botas manchadas con su propia sangre o se quita la roña de los dedos de los pies, con la carne de estos muerta, podrida, por la falta de limpieza y tras muchos días sin desprenderse del calzado.
Un documento tan aterrador como atrayente, al que además tenemos que añadir el valor de incluir algunas escenas de ficción como aquella en que un camello asesina a otro tras un problema territorial.
La filmografía del director, Lech Kowalski, se compone exclusivamente de documentales, ninguno de ellos centrado en aspectos agradables de lo que retrata. Suyo sería “D.O.A” sobre la gira norteamericana que llevaron a cabo en 1978 los "Sex Pistols" o “Born To Loose: The Last Rock-n-Roll Movie”, centrado en Johnny Thunders, miembro de los "New York Dolls" y los "Heartbreakers",  y por donde también asoma el amigo Spacely en los últimos momentos de su vida, agonizando ya terminal por culpa del SIDA. Caerá por aquí.
Muy recomendable esta "Historia de un Junkie"… siempre y cuando dispongas de un estómago de acero y no tengas la sensibilidad a flor de piel.

miércoles, 31 de enero de 2024

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 32 (ZETISMOS 2)

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique", "Impact" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....

"Video Violence" es un clásico del llamado SOV ochentero. Uno perpetrado por los dueños de un vídeo club horrorizados al percatarse que la mayoría de su clientela pagaba por consumir ingentes cantidades de violencia magnestcópica. Idearon la historia de dos pavos dedicados en cuerpo y alma a grabar vídeos "snuff" para luego comercializarlos entre aquellos mismos adictos al horror. Vamos, en el fondo "Video Violence" era una crítica al género y su público. Pero, irónicamente, generó muchos dineros. De ahí que los empresarios corrieran a facturar una secuela, que es a la que pertenece el cartel arriba expuesto. Verlo en las "Notules Lunaires" de "Mad Movies", provocó la expulsión de mis globos oculares. Sobra decir que tardé años en lograr una copia de la primera entrega (subtitulada al españolo).... y, en fin, ni la terminé. Es por ello que he evitado localizar y consumir la segunda. Para mí, lo mejor de la franquicia se reduce al cartelazo en cuestión.


Lo trágico de "Psycho Cop" es que la alquilé y vi en una época que mi estómago estaba más preparado y predispuesto. Y ni así logré localizarle la gracia por ningún lado.
Obvio y descarado exploit de "Maniac Cop" -hasta el extremo de cabrear como una mona a William Lustig, quien los acusó de "falta de imaginación", cosa relativa si tenemos en cuenta que su película era también un exploit de ya saben cual. Logrado y medianamente original, sí, pero exploit a fin de cuentas-, lo más interesante de "Psycho Cop" es que venía firmada por un ex director de cine porno gayer, Wallace Potts. ¿La peli? pues según recuerdo un aburrrrrrrido slasher en el que un poli pirado, y de lengua suelta a lo Freddy -la tendencia entonces-, va asesinando chavales idiotas en plena party improvisada.
Por extraño que suene, generó una secuela de la que se encargó alguien con supuesto más talento, Adam Rifkin. Pero... en fin, más de lo mismo. Mierda insalubre condenada al infierno del séptimo arte.


"Fin de semana de pesadilla" es, tal y como indiqué en su día reseña mediante, una bizarrada. Además, una hiperchunga. Co-parida entre yankis y franchutes más habituados al cine de metesaca, de entrada contaba con un guión decente, hasta que los sucios europeos metieron mano y jodieron la marrana (eso según contaba uno de los implicados... norteamericano, por supuesto). Al final quedó una cosa caótica y sin sentido trufada de un reparto principal sorprendentemente sólido (alguno haría carrera posterior), tetas, gore y una foto tan chula como la expuesta. No es que salga en la peli, solo hacían el tonto durante la sesión de maquillaje. Por supuesto "Nightmare Weekend" -que así se llama en v.o.- fue distribuida por Troma. ¿Quién sino?


Hoy estamos acostumbrados a ver nacer día sí, día también, productoras y seudoproductoras especializadas en parir toda suerte de basura insalubre. A finales de los ochenta / inicios de los noventa, con la implícita dificultad que entonces acarreaba todavía la realización cinematográfica, no era tan habitual. De vez en cuando, tímidamente y entre la penumbra, asomaba una que, aluego, duraba cuatro primaveras y desaparecía "raudamente". Me vienen al atrofiado cerebro "Reeltime" (fundada por doña Roberta Findlay), "Artistic License", "Camp Video" y "Even Steven". Justamente, a estos iba dedicado el recuadro publicado en las páginas de "Mad Movies" donde se anunciaban sus prontos lanzamientos. Ninguno de ellos tenía desperdicio. Destacando "Blood Hunger", que firmaba el todoterreno Gary Graver (ex-socio de Fred Olen Ray y.... ¡Orson Welles!) y, muy especialmente, ese "Attack of the killer cave-babes" de Ed De Priest. Bien, el señor De Priest únicamente disponía de un crédito previo como director, del año 1969, otra aventura prehistórica de corte pajero según guion de.... ¡¡Ed Wood!! ("One Million AC/DC"). Sí, pinta a reciclaje total y absoluto. Sin embargo, no he podido corroborarlo porque ninguna de las tres películas anunciadas por "Even Steven" existe a día de hoy. Búsquenlas y díganme si han dado con ellas. Yo no.


"Bloodsuckers from outer space" es un caso muy muy extraño. Película semi amateur parida en 16mm a mediados de los ochenta por un texano de sonoro apellido, Glen Coburn, cuenta la historia de una invasión marciana que degenera en otra de vampiros, a base de humor y truculencia. Es decir, una fórmula infalible para el adicto medio al "trash", al gran guiñol, como era yo entonces. Nunca tuve acceso a ella. Y, hasta hace poco, seguía siendo terreno muy oscuro en su propia tierra. Solo recientemente ha comenzado a recibir las clásicas atenciones tardías por parte del fandom... pero sin exagerar. Nada desmedido. Bastante menos que muchas otras de su quinta y estilo. Deberían aprovechar ahora que su director aún colea y no se mea encima (y acaba de terminar una cosa titulada "Brain Tumor").
Yo, con subtítulos, tal vez le daría una oportunidad... pero costar, costaría.

Aquellos insensatos interesados en la primera dosis de "Zetismos", tiren por aquí...


jueves, 30 de noviembre de 2023

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 28 (+ TRUCULENCIA)

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique", "Impact" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90.

El destino y la fuckin´casualidad han querido que, justo diez entradas después de una galería dedicada a imágenes truculentas, reincida con esta segunda dosis. Así que ya saben lo que viene a continuación, hemoglobina a tutiplen, asquerosidades y un endiablado maravilloso mal gusto.
Y, justamente, arrancamos con dos películas sobre las que ya hablé entonces, "The Abomination" y "Ozone: Attack of the redneck mutants", ambas creaciones superocheras de Matt Devlen y Bret McCormick.


Recientemente "The Abomination" ha sido lanzada en blu-ray por algún sello
flipao de esos que se curran versiones en 4K de ñordos gigantescos. Así que, tal
vez, en breve tengamos acceso a ella y le echemos cojones... aunque, honestamente,
cada vez me cuesta más sufrir estas demencias (hace nada lo intenté con "New
York Ninja", sin éxito... y sin risas). De hecho, y como narré la vez anterior, ya me la
puse una vez en inglés a pelo. Todavía la tengo, por si alguien gusta. Tampoco entonces
conseguí llegar al final sin bostezar. Y es una puta pena, porque esa imagen es alucinante.
Mi respectivo desvirgue fue todo lo entusiasta y obsesivo que era común y corriente
entonces. ¿Cómo no me iba a molar? El tipo de mierda gran guiñolesca con la que eyaculaba....
Un bichejo dentro del armario, los litros de sangre por toda la estancia, el maromo con sierra mecánica
y gafas de sol aparentemente intentando salvar a la chavala.
En realidad no es un héroe, es el psycho killer del film y, cual Seymour Krelborn,
alimenta al monstruo con seres humanos. Pero para mis inocentes ojos era
un San Jorge de chichinabo luchando contra el dragón. Y molaba muchísimo.


.
Viendo todas estas imágenes de "Ozone: attack of the 
redneck mutants" (+ la otracualquiera diría que nos encontramos
ante una auténtica obra maestra del delirio sanguinolento.
¿Lo es? Si la he visto, que podría ser, no lo recuerdo. Y si no, pues
a saber. La experiencia me ha demostrado que es mejor desconfiar
de estas cosas.... no obstante, tanta burrez se la pone a uno morcillona.

Lo mismo va por las caratulas de algunas de sus ediciones en
formato VHS. ¿Se imaginan rular por el vídeo club y localizarlas en los
estantes? ¿se puede ser menos sutil y más directo? Imágenes listas
para enganchar al devoto y espantar al profano, escandalizado ante
tanta disparatada y maravillosa "repulsividad" y violencia....


Sigamos....


Este salvaje instante es lo único realmente sangriento de un film de terror 
más, mmmmh, ¿psicológico?. Pero no por ello menos gustoso. Les hablo de
"La Centinela", el clásico setentero de Michael Winner, surgido a rebufo de todo
el paripé satanista tan de moda entonces. No solo es un instante truculento, también
da muchos escalofríos. Y fue estupendamente parido -FX mediante- por el gran Dick Smith.



Lo hemos dicho antes, y no nos cansaremos de decirlo, Troma lleva años
siendo una mierda. Una auto-parodia patética. Pero en sus buenos tiempos 
lograron parir algunas películas bastante disfrutables. Y puede que
"Mutantes en la universidad" sea la mejor de todas ellas. Sí, por encima del
"Vengador Tóxico" (que también mola, no digo lo contrario). Les dejo dos
sabrosas instantáneas, de esas que a un adolescente de mi porte hacían
ver estrellitas. Muy características respecto al modo en que la factoría del puto
pesao de Lloyd Kaufman (y Michael Herz) entendían el término truculencia. Siempre
muy licuosa, pringosa, rematadamente exagerada y echando mano de sus 
más que reconocibles babas verdes.
Sí, cierto, Troma llegó a parir nosecuantas secuelas más de "Mutantes en
la universidad" (Víctor reseñó una de ellas en su día) pero, en fin, son todas
espantosas y no merecen más atenciones.


Y terminamos con uno de nuestros directores favoritos.
Es decir, corrijo: con uno de nuestros directores de nombre raro favoritos.
El gran Sisworo Gautama Putra, Indonesio para servirle.
Ya saben lo torraos que estaban allí, haciendo dramas históricos en los
que, eventualmente, chorreaba sangre por doquier. Pal caso tenemos
"The hungry snake woman" (arriba) y "Revenge of Samson" (debajo.
Naturalmente son los títulos internacionales. Los originales no hay
quien los entienda y reproduzca). Concretamente, es la segunda imagen, la
de Samson partiendo a un pavo en dos, la que más me alucinó en su día.
Nunca llegué a ver la peli... hasta hace pocos meses, dispuesta en la red
(manda cojones). Y, en fin, ya se imaginan el percal. Súbitamente sentí una
envidia incontrolable por el yo jovenzuelo que en su momento no pudo acceder
a ella y babeaba fascinado por la foto. Efectivamente, Sisworo -y tantos otros
de su calaña- entra de cabeza en el grupo de filmmakers cuya obra mola más
leída (o diseccionada en imágenes y pósters) que consumida.

sábado, 12 de agosto de 2023

LA VENGANZA DE DAPHNE

Como muchos otros jovenzuelos de mi época, durante un tiempo tuve asumido que cualquier producto con el sello Troma era garantía de los excesos truculentos y desmadrados presentes en "El vengador tóxico" o "Mutantes en la universidad" (no porque sí, sus dos mejores películas. Digamos que el chiste comienza con la primera y termina con la segunda) Luego, tras hurgar en los estantes más pringosos del vídeo-club y llevarme a casa muchos de sus otros títulos, descubrí la terrible realidad. Troma no solo producía material propio, al que imprimía esas señas de identidad que tanto nos gustaban -y que terminarían quemando en seguida-, también se agenciaba cine ajeno, normalmente semi-amateur y muy regional, le cambiaba el título por uno bien llamativo, le fabricaba un póster super-atractivo, y lo lanzaba al mercado, para mayor disgusto de inocentes como el que entonces era yo. Resumiendo, "La venganza de Daphne" fue, probablemente, el mayor hostiazo que me di con una película Tromática. La odié apasionadamente y desde entonces -les hablo de aproximadamente treinta y pico años- no había vuelto a verla. Era pues momento de enfrentarme a mis demonios.
La primera sorpresa fue descubrir que la versión descargada se veía increíblemente bien. Esperaba un ripeo costroso de vhs. Pero no, aquello era, indudablemente, una remasterización por todo lo alto. Tras indagar, lo entendí. Hacía nada, muy poquito, que los chavales de "Vinegar Syndrome" la habían recuperado de la oscuridad y editado en formato digital, con todos los honores. Dicho de otro modo, ahora muchos la han descubierto y, acorde a los tiempos que corren, dicen maravillas de ella... ni que sea porque estamos ante un producto genuinamente "trash".
Obviamente, "La venganza de Daphne" NO es de terror. Para nada. Y la tipa del engañosísimo cartel, la mentada Daphne, tiene un rol extremadamente secundario. La verdadera trama es, por así decirlo, un drama... uno de tirón legal -por todas las aburridas trifulcas con abogados, demandas y tal-. Pero, claro, parido por gente bastante incompetente, lo que le da ese "touch" que la hace especial.
Unos señores de mediana edad pillan una caravana y se marchan a pasar un finde chachi. En eso que, a medio camino, recogen a una chica rubia de buen ver. Solo tiene 17 años, pero ello no impide que uno de los integrantes, un poco paleto y muy racista, se la quiera beneficiar. La llevan a su cabaña, beben, hacen el tonto, y cuando lo intentan, la chica se rebota con apoyo moral de uno de los machos del clan, Steve. Este, decidido a evitar que los otros se propasen, la acompaña a su dormitorio y, ¿qué ocurre?, que la menor no puede resistirse a sus encantos -a pesar de la abismal diferencia de edad, las arrugas y ese pelo de cacerola horripilante-, se quita la ropa y, suponemos que como agradecimiento, se lo tira. Obviamente a Steve lo interpreta Richard Gardner, es decir, el director, productor y co-guionista del entuerto (mal cineasta, sí. Tonto, no) Salvo por una oscura peli setentera previa en la que co-firmó el libreto, la reseñada es su único crédito oficial. Vamos, que el hijoputa quería magrear a una chavalilla y se sacó una peli de la manga para ello. Una vez consumado el acto, Steve se va a su dormitorio... ¿hein? ¿no le apetece retozar? ¿y no se suponía que la protegía?. Es entonces cuando dos de los otros tres colegas que quedan, aprovechan la ocasión entrando en la habitación de la churri y la violentan. Ella huye a la civilización y los denuncia a la policía. Así, lo que parecía un "rape and revenge" da un inesperado giro casi telefilmesco a drama. Es decir, aquí la rubia no se dedica a asesinar a sus agresores. No way. Lo que vemos son las angustiosas consecuencias de dicha denuncia. El rechazo social que ello provoca. Todo a base de diálogos, y diálogos, y diálogos, y diálogos. Claro, ahora comprendo perfectamente la DESILUSIÓN que sufrí la primera vez que la vi y el absoluto ODIO que me provocó. Normal.
Dicho rechazo social motiva que uno de los integrantes de la pandi, el único que NO mojó el churro, ¡se suicide! Y el que sí lo mojó, acude a la mafia para pedir que asesinen a la chati. Y... bueno, el lío sigue y sigue hasta que aparece Daphne y se acaba la peli.
A ver, ¿por ande empiezo? "La venganza de Daphne" es el título español que recibió el muy Tromático "Deadly Daphne´s Revenge" ("La venganza mortal de Daphne"). A su vez, este sustituía al original, más sosaina, "The hunting season" ("La temporada de caza") El sopor que provoca es a ratos compensado por una serie de características propias de su condición de mojoncito. Cosas como una notable ristra de errores técnicos. Raccord destruido a lo bestia (aparece un francotirador que cambia de vestimenta de un instante a otro sin venir a cuento). Manos que asoman por delante de la cámara cuando no deberían. Generosos fundidos a negro, algunos algo arbitrarios, sin mucho sentido. E incongruencias con la lógica del tiempo transcurrido. En este apartado mi favorita es la escena en la que el mentado francotirador ronda la cabaña donde está la rubia, a la que tiene que matar. Y ronda, ronda y ronda, hasta que se hace de noche. Y ahí sigue el tío, rifle en mano, indeciso, cuando ha tenido el blanco a tiro innumerables veces. También localizamos un puñadito de planos puestos como de cualquier manera, con Daphne entrando en escena de espaldas, mirando por la ventana y ya está. Sin aportar nada y sin tener muy claro el por qué. De hecho, cuando la subtrama de esta señora cobra verdadero sentido, casi parece como que el director se olvide por completo de la violentada y se saque "otra peli" de la manga. Es cierto que a Daphne se la muestra y menta en el metraje previo, pero tan poco y de manera tan aleatoria, que esa relevancia que cobra hacia el final descoloca un poco. Todo acompañado de pequeños momentos para la risa involuntaria, destacando las sobreactuaciones mega-dramáticas (ojito a la chica violada, Laurie Tait Partridge, puro descojono) y el doblaje. No se cómo sonará en inglés, pero en castellano "¿¡Crees que eres el único que quiere echarse un polvo con una joven marchosa?!" resulta altamente hilarante. Mucho menos graciosas son ciertas dosis de una crueldad animal que, ciertamente, parece no fingida y, por ende, resulta bien desagradable.
Mala como el demonio, pero también lo suficientemente curiosa, "La venganza de Daphne" es, tal y como diría don Víctor, toda una excentricidad. 

lunes, 3 de julio de 2023

CRY UNCLE!

Comedia de bajísimo presupuesto de John G. Avildsen —llevada a cabo con poco más de 250.000 dólares— que llega justo después de haber despuntado el director con una de sus obras cumbres, “Joe, ciudadano americano”.
Se trata de una comedia de enredo de alto contenido erótico (dicen que en algunas secuencias de folleteo los actores tenían sexo real), que utiliza un lenguaje soez y que hace apología del uso de las drogas, cosas que quizás unos años después serían incluso habituales en el cine de comedia, pero que en 1971, año de producción de esta película, resultaban un poco escandalosas, propiciando su prohibición en países como Finlandia o Noruega, quienes levantaron el veto a “Cry Uncle!” en 2003. Todos estos alicientes, asimismo, consiguieron que la película fuera un tanto ignota hasta que la rescatase la Troma y se encargase de su distribución años más tarde. En consecuencia, se la procesó culto en circuitos especializados.
Basada en la novela “Lie a little, die a little” de Michael Brett, “Cry Uncle!” cuenta la historia de un excéntrico millonario que es el principal sospechoso del asesinato de una señorita. Este se pone en contacto con el detective privado Jake Masters para que investigue y descubra al culpable real. De esta forma el detective se verá inmerso en una vorágine de malentendidos, líos de faldas —muy subiditos de tono —, acoso sexual, asesinatos, violaciones e incluso necrofilia, mostrado todo en tono de comedia desenfadada para adultos. Sin embargo, y da igual que un tipo tan eficaz como Avildsen se encuentre tras el proyecto, la película se hace larga y tediosa, no resulta en absoluto graciosa a pesar de su mucha incorrección política y en general es un folletín setentero de bastante baja alcurnia. Por momentos, se torna insoportable.
Por otra parte, que Troma considerara “Cry Uncle!” para que formase parte de su catálogo —al margen de por tratarse de una extraña película primeriza y medio porno del director de “Rocky”— no es algo para nada extraño; la película es tan loca y desquiciada que, en distinto tono, sí encaja con la filosofía Troma, pero, sobre todo, hay que tener presente que el presidente de la compañía, Lloyd Kaufman, era amigo personal de Alvidsen con el que había trabajado de ayudante de producción en toda la (desconcertante) primera etapa del director. En “Cry Uncle!” además de encargarse de esa tarea, nos ofrece una aparición como un hippie puesto de ácido en un pequeño cameo. Asimismo los contenidos extra del DVD incluyen una presentación de la cinta a cargo de Kaufman y el propio G. Avildsen en la que el primero hace un poco de mofa del segundo por haber rodado tamaño despropósito, entre risas de complicidad. Una chorrada.
En el reparto tenemos, en la piel de ese detective privado que no se despoja de su sombrero de paja, a Allen Garfield. Lo conoces porque ha aparecido como secundario en infinidad de películas de todas las épocas, pero podrás reconocerle en cosas como “Primera Plana”, “Nashville” o “Superdetective en Hollywood 2”. También tenemos un papelito para Paul Sorvino que acometía una de sus primeras interpretaciones en cine y que después repetiría con Advilsen en alguno de sus títulos con mayor enjundia. Y, por supuesto, un montón de actrices de mayor o menor importancia, todas en escenas en las que se muestran en actitud concupiscente y en las que vemos pares de tetas de todos los tamaños colores y sabores, destacando las de Debbi Morgan, actriz negra que más tarde se convertiría en una estrella de la televisión y que aparecería en algunas películas mainstream, pero por lo pronto debutaba en “Cry Uncle!” mostrando dos melones que parecían extraídos directamente de Villaconejos, y generando así una polémica. Se ve que es una de las actrices que tuvo sexo real en las escenas eróticas, cosa que le pasó factura cuando se convirtió en estrella televisiva porque salió su pasado a relucir, publicándose en su momento, en la prensa sensacionalista, que había intervenido en una producción pornográfica a la edad de 14 años, es decir, en esta. Se montó un pequeño escándalo que duró lo que tardó la actriz en mostrar su partida de nacimiento de 1951, demostrando que tenía 19 años cuando hizo "Cry Uncle!". Ahora, si folló o no en sus secuencias, solo lo sabe ella. Y sobre si la película es pornográfica… me da igual que se folle en la misma; si no se muestran penetraciones, si no es explícita, es simplemente erótica. Con todo, le cascaron una X como un templo.
“Cry Uncle!” llama la atención por tratarse de una película extraña de John G. Avildsen que sobrepasa el mal gusto y lo políticamente correcto, que mola ver por lo que es, pero que, en realidad, es uno de los bodrios más aburridos que he podido consumir en lustros. Ha costado dios y ayuda verla entera, pero ¡Ahí queda!

miércoles, 10 de mayo de 2023

TROMA EN "ARKANSAS"

"Arkansas" es un thriller, un neo-noir que lo llaman, encabezonado en replicar las maneras de Quentin Tarantonto, mezcladas un poco con las de los hermanos Coen cuando les da por parir tramas policíacas, repletas de asesinatos y personajes entrañablemente inmundos. Aunque el resultado sirve para rellenar una tarde tonta, desde luego no invita a la reseña... salvo por un detalle muy curioso.
En un momento dado, algunos de sus personajes deciden ponerse a ver películas. Y la elegida no es otra que "El vengador Tóxico", de la que se muestran breves extractos en un televisor. La excentricidad terminaría aquí si no fuese porque se insiste en ello, tanto como para que lleguemos a ver un puñado de cintas de vídeo apelotonadas junto a un reproductor (la escena está ambientada en 1985, si no me falla la memoria) y sean todo productos Troma. Ahí va una captura demostrativa...


Si damos un rápido vistazo, estos son los títulos que reconocemos: La misma "El vengador tóxico", "Chillers" -calzando una sospechosa funda mayor que su caratula-, "Zombie Island Massacre", "I married a vampire", "Stuff Stephanie in the Incinerator" y, al fondo de todo, "Class of Nuke´Em High" (gracias don Israel Mula por el dato).
En cualquier caso, llama la atención que se incluyan cuatro películas POSTERIORES al supuesto año en el que se desarrolla la acción ("Class of..." es del 86, "I married a vampire" y "Chillers" son del 87 y "Stuff Stephanie in the Incinerator" del 89). El que tuvo la ocurrencia no hizo bien los deberes. Un caso aplicable a la siguiente escena de consumo de basura magnetoscópica, donde aparcan Troma y tiran por otra clase de roña, subproductos ochenteros de acción macarra, con altas dosis de hostias karatekas, decantándose aquí por "Kick Fighter" del 89, lucimiento para la infra-estrella Richard Norton, acompañado por otro que tal bailaba, Benny Urquidez. Una co-producción entre USA y Filipinas dirigida por Anthony Maharaj, asistente eventual de Cirio H. Santiago y producida por otro astro del cine "trash" como David Heavener. Distribuye el sello "Action International Pictures" del que eran propietarios dos monstruos del subproducto de acción: David Winters y David A. Prior. Mítico. Ahí va captura...

Resulta harto regocijante ver que, por enésima vez, Hollywood retrata al consumidor medio de esta clase de cine de baja estofa como auténtica escoria, seres escasos de luces, vulgares, inadaptados, asociales y, por supuesto, criminales. Encantador, ¿verdad?. Que echen mano de todo ese material podría ser cosa, simplemente, del imperante posmodernismo. Algo parecido a la aparición de "Nightbeast" en la apestosa "Mandy".
Todo apunta a que el culpable es el co-protagonista, co-guionista y director de "Arkansas", Clark Duke, un nombre habitual en comedias de todo porte. Que se decantara por esta clase de purria audiovisual sigue siendo, a día de hoy, un misterio.

viernes, 31 de marzo de 2023

F.A.R.T: THE MOVIE

Casi parece una broma  siniestra, un mal chiste que contarle a un deficiente mental, pero no, “F.A.R.T: The Movie” (traducido sería “P.E.D.O. La película”) existe, y es peor de lo que uno puede llegar a imaginarse. Es una estupidez supina. Se puede tender a pensar que esto es una tomadura de pelo, pero no lo es. Es una comedia legítima con la ventosidad como máximo exponente del humor. De hecho, su director Ray Etheridge lleva años ganándose la vida con esta tipo de películas indescriptibles y baratas —que se asemejan mucho al Zen filmaking— cuyo principal punto de venta son tiendas locales de productos tirados de precio, y su equivalencia la encontraríamos en nuestros bazares de todo a 100 regentados por chinos.
“F.A.R.T: The Movie” costó tan solo 43.000 dólares que se recuperarían a lo largo de su vida comercial en VHS y DVD, y se ha seguido vendiendo hasta hace relativamente poco en la página web oficial de la película.
Cuenta la historia de un individuo al que le encanta tirarse pedos. Se los tira además provocando, en la parada del autobús, en el taxi o en el ascensor, lo que causará el enfado y repulsa de quienes están a su alrededor y reciben una de esas ventosidades. Además el tipo siempre expele los aires de la misma manera: Hace un pequeño esfuerzo, suelta el pedo y después pone cara de alivio.
Todo bien, pero en casa continúa con la serenata. Ve la tele, come pizza y se tira pedos, muchos, motivo este por el que su mujer entra en cólera y discuten, pero nuestro protagonista no parece entender a su esposa y continúa tirando pedos y haciendo muecas. Y eso es todo, ese es el argumento de “F.A.R.T: The Movie”.
Para llegar a la duración estándar de una película, como el tipo está todo el rato viendo la televisión, llegados a la mitad de metraje, “F.A.R.T: The Movie” se convertirá en una suerte de film de segmentos en el que el espectador visionará la misma programación que está viendo el protagonista, así, desfilarán  por pantalla monólogos de desangelados cómicos que hablan de pedos, spots que anuncian productos para tapar el olor de los pedos o concursos de televisión cuya ristra de preguntas gira en torno a los pedos. La infamia más absoluta hecha película.
Yo soy amigo del humor de caca-culo-pedo-pis, por lo que he de reconocer que los cinco primeros minutos me hicieron cierta gracia. Incluso la primera discusión con la mujer fue motivo de algarabía con esta película, pero cuando esa misma discusión se eterniza minutos y minutos, y la película entra en un bucle de pedos, ya queda una sensación agridulce, rancia, ocre y lo único que pide el cuerpo es quitar esa mierda que estás viendo. Por suerte, no llega a la hora y media de duración.
Poco más…
Ray Etheridge dirige esto, se trata de una de sus primeras películas y uno tiende a pensar que quizá hay algo de impostación o posmodernismo en algo tan malo. Da peor espina cuando dentro del reparto, al igual que las películas Zen de Donald G. Jackson, tenemos a un ajado Conrad Brooks, pero se trata de una producción de 1991 y el actor todavía no había sido descubierto para el mundo por Tim Burton en el biopic homónimo sobre Ed Wood. Si consultamos la filmografía de Etheridge y su modus operandi a la hora de distribuir sus películas, nos daremos cuenta de que nos encontramos ante un director genuino, un deficiente mental, un outsider que ha encontrado una pequeña vía en la que se siente a gusto, y en la que, si no gana dinero al menos no lo pierde y que le permite continuar haciendo sus películas.
Consultar su IMDB da escalofríos, ya que seremos testigos de las carátulas más cutres y con peor pinta, en títulos como “Mosquitos, alligators and bullets”, “Zombie drug Lord” o “Bigfoot and other adventures”. Asimismo, uno de los ¡tres guionistas que tiene esto! Ray Atherton, no deja de ser un personaje curioso ya que cuenta con una filmografía de lo más pintoresca, de hecho, suyo es el libreto de “Masacre en la Universidad” —la cual igualmente produce así como toda suerte de documentales e incluso mondos. — y también aparecía en un pequeño papel en “Henry: retrato de un asesino”. Los otros dos, Drew McWeeny y Scott Swan, se suponen responsables de un par de capítulos de la posterior "Masters of Horror" (además, uno de ellos considerado el mejor, "Cigarette Burns" de John Carpenter) lo que no deja de ser llamativo, salvo por el hecho de que, según donde mires, figuran o no... ¿error o ellos mismos intentando desvincularse de esto?.
En cuanto al anecdotario, cuentan que Conrad Brooks, cuando vio el festival de pedos en el que se había metido, se acercó a Ray Etheridge y le dijo que a partir de ahora iba a ser conocido por haber trabajado en las dos peores películas de la historia, una “Plan 9 From Outer Space” y otra “F.A.R.T: The Movie”. También dicen que, en las agencias de casting y demás lugares donde se estaba buscando personal, había un gran número de individuos que no ponían objeción al mal gusto de la cinta, y no solo eso, sino que también pedían trabajar en ella particularmente, eso sí, siempre y cuando aparecieran acreditados en la misma bajo pseudónimo. De hecho, aparecen acreditados bajo pseudónimo… como si los fueran a reconocer de algún modo.
“F.A.R.T: The Movie”, de largo, es una de las peores películas que he visto nunca, con toda seguridad una de las más incapaces de provocar la risa del espectador cuando está totalmente concebida para lograrlo, es cutre, chabacana, estúpida, insultante… pero no deja de hacerme gracia el hecho de que exista un film cuyo argumento gira en torno a un tío al que le gusta peerse en lugares públicos.
No obstante no es tan raro, y podemos hablar de un subgénero marginal en esto de tirarse pedos, porque anterior y posteriormente han salido películas igual de baratas que esta que van exactamente de lo mismo; por un lado tenemos la rarísima (hasta que la compró la Troma) “Silent But Deadly”, que quizás argumentalmente tiene un poco más de enjundia que esta ya que en ella una presidenta de los Estados Unidos judía construye una poderosa arma de destrucción masiva a base de ventosidades, y otras dos películas que se titulan exactamente igual que esta: “F.A.R.T: The Movie”, una de ellas de origen malayo y otra a la que también se la conoce bajo el título de “Artie” y que tiene una pinta bastante parecida a la reseñada. Por supuesto, son jodidas de encontrar. Igual algún día caen por aquí.

viernes, 3 de febrero de 2023

KILLER RACK

Una de mis películas de serie Z favoritas es esa maravilla llena de mocos, sangre y efectos especiales sorprendentemente efectivos que es “Despedazator”.  Una película con cierto culto y con un director, Greg Lamberson, que no se prodigó en demasía hasta que en 2010 le dio por expoliarse a sí mismo, rodando una secuela de la película por la que era reconocido a nivel internacional, trayendo de este modo la muy fallida “Slime City Massacre”, que dentro de lo malo llamaba la atención por tratarse de una continuación con un tono demasiado serio, aunque era bastante mala.
Como fuere, desde “Despedazator”, Lamberson en realidad no ha parado quieto y ha ido combinando sus labores como novelista y director del Buffalo Dreams Fantastic Film Festival de Nueva York, con la realización de películas de bajo presupuesto que ha ido soltando con cuentagotas. Y por supuesto, aunque “Despedazator” fue una maravillosa odisea en 16 mm, Lamberson pronto sería, de manera coherente y natural, pasto del formato vídeo.
El caso es que yo le tenía por un director más o menos personal, con un estilo característico e incluso a tener en cuenta dentro del cine de horror de corte marginal, cuando haciendo un pequeño seguimiento de su persona para ver en qué se había metido en los últimos años, me topo con la presente “Killer Rack” de 2015 y le pierdo absolutamente el respeto; no es posible que el director de algo tan desagradable y oscuro como “Despedazator” se haya convertido en un directorcillo de cine gore de cachondeo, irritante, mongólico y discípulo directo de la Troma —de hecho “Killer Rack” cuenta con un papel principal para, como no, Lloyd Kaufman—.
Se trata de una película rodada prácticamente para contentar a seguidores y acólitos del Buffalo Dreams Fantastic Festival y de la que se hicieron una serie de pegatinas promocionales cuyos beneficios irían destinados a una asociación que lucha contra el cáncer de mama, cosa que suena totalmente a cachondeo porque el estúpido argumento de “Killer Rack” gira en torno a unos implantes de silicona asesinos. Sí, el bueno de Lamberson se apunta a esa tendencia absurda de hacer películas sobre objetos inanimados que asesinan gente. Lo peor a lo que se podría haber apuntado.
Así, “Killer Rack” cuenta la historia de una muchacha totalmente acomplejada (interpretada por una deliciosa actriz llamada Jessica Zwolack) que un buen día decide someterse a una operación de aumento de pecho. Aunque su médico el Dr. Foin (Lloyd Kaufman en su salsa y soltando toda suerte de chistes tontos) le recomienda que no lo haga, esta hace caso omiso y es intervenida por una cirujana llamada Cate Thulu, en realidad una especie de científica loca obsesionada con las criaturas de Lovecraft, que le pone dos tetas del tamaño de dos balones de reglamento. En consecuencia, la autoestima de nuestra protagonista crece y comenzará a seducir hombres, pero todo se torcerá cuando descubre que lo que le ha puesto la cirujana son dos implantes con sed de sangre que se comerán a todo aquel que ose juguetear con ellos. Todo servido de manera desenfadada, festiva y en tono de cachondeo, lanzando el mensaje de que uno debe aceptarse a sí mismo tal como es, y que las intervenciones estéticas no traen nada bueno.
Pues muy mal. Uno no llega a aburrirse del todo, pero la película entera es una colección de clichés, actores amateurs que sobreactuan de manera intencionada, chascarrillos fáciles y tonterías varias que sirven para contentar a ese tipo de espectador gordo, granudo y con olor a pipas de girasol, que pulula por las convenciones de cine fantástico y aplaude todo lo que contenga sangre e higadillos, aunque en esencia la película que los contenga sea una puta mierda. Y para colmo, “Killer Rack” tiene un par de guiños, lógicamente, a “Despedazator”, tan mal introducidos que incluso el espectador más avezado tendrá que hacer un esfuerzo para detectarlos.
Lo dicho, el peor tipo de película que podía haber hecho Greg Lamberson. Suficiente para que yo pueda perder el interés por este director de por vida.
Sin embargo, observo que Lamberson está como muy activo en la presente década y que ha rodado unas cuantas películas, todas de bajo —bajísimo— presupuesto, dentro de los parámetros del fantástico y no parece ser que se haya decantado únicamente por esta línea humorística-salvaje, sino que hay de todo, y su última película hasta la fecha, “Widow’s Point”, parece ser todo lo contrario a esta, una de fantasmas eminentemente seria.
La verdad es que encontrar una película de Greg Lamberson conlleva siempre cierta dificultad, pero pese al escollo este de las tetas asesinas, si encuentro alguna más, le daré una oportunidad al director, aunque solo sea porque “Despedazator” me cae muy bien.