Una película así no puede ser concebida desde la ingenuidad. Productos que pretenden ser una bofetada en la cara a la iglesia, por ejemplo
la mediocre “Camino” de Javier Fesser, lo hacen desde el respeto y desde la
ambigüedad, no sea que alguien se vaya a ofenderse y haya problemas.
El director Vicent Lannoo sabe que va a ha haber problemas,
los busca y crea, no ya una bofetada en la cara de la iglesia, si
no una rompida de culo, contra su
voluntad, y lo hace de una
manera descarnada, abordando el tema desde el cine de género, y desde el sensacionalismo,
a sabiendas de que cuando esos problemas vengan, su película va a ser un éxito.
Y además, es buena.
Cuenta la historia de una familia ultra-católica que está en
contacto con los sacerdotes porque la
madre lleva un programa católico en la radio. Todo es muy bonito hasta que un
buen día su marido aparece muerto sin que quede muy claro lo que estaba
haciendo. Por otro lado, descubre que el cura con el que colabora en el programa
se está follando a su hijo de 10 años, que “Se le pone dura de solo pensar en
enseñarle el culo” según el obispo, quien trata de silenciar ese acto de
pedofília, el cual llevó al chaval a volarse la tapa de los sesos con una
escopeta. Ante tal cúmulo de barbaridades,
no es de extrañar que esta señora pierda la fe, así que revienta la
cabeza al obispo y cuando toma la lista de curas acusados de pedofilia de su mesa y descubre
qué hacía su esposo cuando murió, decide irse a matar a todos los curas de esa
lista.
Todo contado de la manera más sórdida y con el mayor
desprecio hacia la Iglesia, “Au nom du
fils” es una película con dos cojones. Desde el minuto uno, cuestionando todas
y cada una de las palabras que salen de Biblia y demás manuales, y dándonos a
entender que el verdadero mal es aquel que nos vende estar haciendo el bien.
Cosa que ya sabíamos, pero por si pican los católicos.
Luego, como película se sale. Un cocktail de géneros dentro
de una envoltura de corte social, con giros que la hacen circular por el cine de justicieros, el gore y el drama, siendo todo lo más violento
posible. Una maravilla.
En el reparto tenemos a clásicos del cine de género francés,
como pueda ser Phillipe Nahon, que, sin duda, le van los rollos duros como
pudimos ver en cosas como “Alta Tensión”, “Seul contra todos” e “Irreversible”,
y que interpreta a otro cura, uno que parece
el personaje positivo de la película, hasta que esta pega otro giro. Y
como beaturra que pierde la fe y toma las armas tenemos a Astrid Whettnall de prestigiosa carrera, pero de escaso
interés para nosotros. Sin embargo, interpreta un papel memorable.
Muy recomendable e intensa, puesto que es una película
concebida desde el más puro odio.