miércoles, 13 de noviembre de 2013

EL GRITO

Lo primero de todo, decir lo mucho que me fascinaba en mi infancia, en mis visitas al video club, el dibujo de la carátula. Realmente me daba escalofríos ese señor con la boca abierta. No más que otras de terror más terroríficas, pero sí lo suficiente para que, al igual que las otras, no la alquilase.
Y nunca más volví  a saber de la película hasta que hoy día me topo de nuevo con ella, y digo “¿Por qué no?” a un visionado.
Se trata de la obra de terror de Jerzy Skolimovsky, Polaco  puesto ahí para hacerle la competencia a su tocayo Polanski. Lo que se traduce en “Terror de autor” en el sentido más estricto del termino. Con esto quiero decir que si hasta ahora consideraban “El Exorcista” como “Terror de autor”, deben olvidarse, puesto que no tiene las pretensiones de reconocimiento artístico que tiene “El Grito” ni el poco afán de cine de consumo de esta, concebida desde el primer momento para llevarse todos lor premios posibles dentro de los marcos de los festivales Europeos. Lo que nuevamente se traduce en que no da miedo. Causa inquietud en sus momentos más puntuales, es un argumento de  pelaje claramente terrorífico, pero no da ni gota de miedo.
Lo que quiero dejar bien claro es que, aunque me ha gustado, si obviamos todas las posibles lecturas rebuscadas que el intelectual pueda sacar de ahí, o ciertos simbolismos, el argumento es más bien tontorrón y sencillito, para nada obra de un genio.
En un hospital psiquiátrico en el que juegan al críquet, a uno de los internos le gusta contarle a los otros su singular historia, en la que irrumpe sin ningún motivo en la casa de un individuo que también está ingresado por allí y le amenaza con meterle un grito que le matará. Como no se lo cree, le lleva a unas dunas – muy simbólicas y que hacen acto de presencia durante gran parte del metraje- y para no matarle, le avisa de que parará antes de que le estalle la cabeza, y le pega in situ el berrido, dejando al individuo hecho polvo y matando a toda la vida animal (ovejas) de por allí ante sus ojos. Por lo que el individuo se acojona de tal manera que acaba sometido a la voluntad del gritador. Por otro lado, sus historias acaban enamorando a la mujer de este, que no dudará en, incluso, maltratarle para que se vaya a los recados y así follarse al gritador.
Como ven, una gilipollez de argumento pero que, filmado con toda la seriedad posible, con un ritmo lento que roza, por momentos, lo contemplativo, rodeado todo de un halo de extrañeza y sordidez y unos diálogos a veces ininteligibles, confieren un “engañoso” prestigio a la película, rematado por quién es el director. Pero si lo piensan bien, ese argumento, sin cambiarle una coma, no solo es estúpido (“¡Os mataré a todos de un grito!” dice el prota en un momento del metraje… yo me descojonaba) sino que  además, valdría para una comedia.
Con todo, y aún pese a mi indignación por su condición de tomadura de pelo, se trata de una buena película que se sigue con interés, y que se pasa por los huevos los convencionalismos del cine, lo que no deja de ser un gran punto a su favor, por lo menos para mí. “Siempre cuento la misma historia, pero me gusta cambiar el orden de los acontecimientos para que esta siga viva” dice el gritador en un momento. Me resulta, al menos, significativo.
En el reparto tenemos a Alan Bates como el berreador, actor de televisión al que ocasionalmente se le ha podido ver en cine en películas como “Mister Frost” o “Réquiem por los que van a morir”, Susana York (“Superman” o “Danzad, danzad, malditos”), John Hurt  o Tim Curry.
Muy extraña y rara, pero disfrutable al fin y al cabo.