Película absolutamente ignota y desconocida que, sin
embargo, lleva lustros siendo de culto para el colectivo gay que la lleva
reivindicando desde hace tiempo —le dedican pases privados y reseñas en la red—,
y cuya principal baza es que, aún tratándose de una película inmersa en la
corriente del destape y aún tirando de estereotipo de manera incluso agresiva,
es terriblemente respetuosa con el mundo homosexual teniendo en cuenta los
tiempos que corrían y, sobre todo, que la mayoría se sus artífices son
heterosexuales, comenzando por su director, Tito Fernández, o por los actores
Paco Algora o el estupendo Rafael Alonso, cuya interpretación de un gay con
muchísima pluma deja tantísimo que desear que al final resulta desternillante.
Asimismo, y centrándose gran parte de la película en las actuaciones en lo alto
del escenario del “Gay Club” del título, sí que cuenta en su haber con las
presencias de destacadas estrellas del music hall gay de aquellos años como el
imprescindible Paco España, o el transformista denominado “La otra Lola” cuya
performance consistía en hacer un playback de la folclórica.
Al margen de todo esto que es lo que la convierte en una
película distinta, la estructura argumental y los gags pertenecen a la
idiosincrasia del destape de la época, y paradójicamente, hay más cantidad de
desnudos femeninos que masculinos. Y eso responde al hecho de que, siendo como
es “Gay Club” una película de ambiente cabaretero y festivo, por mucho rollo
gay que se reivindique, por mucho respeto con el que se aborde el tema, por
mucha normalidad que exista a la hora de mostrarnos la situación, al final, y
al igual que los espectáculos que se podían presenciar en los locales de
ambiente gay, la película no deja de ser un producto destinado a
heterosexuales. Permisivos y tolerantes, sí, pero heterosexuales.
Por otro lado, sexualidad aparte, otro aspecto curioso que
posee este film es la implicación desprejuiciada que se gasta la película a la
hora de denunciar —y ridiculizar— a la derecha española, en tiempos en lo que
lo más prudente era no tomar partido hacia ninguna tendencia. En ese sentido y
por todo lo que “Gay Club” representa, Tito Fernández rodó una película
extraña, valiente y distinta, que para más inri y a pesar de lo simple de su
argumento, a niveles de entretenimiento funciona perfectamente.
No hizo ni mucho ni poco en cines, unos 205.000 espectadores,
pero el motivo del ignotísmo de esta película, más que a su escasa afluencia de
público, se debe a su escasa distribución posterior, no apareciendo nunca en el
mercado del vídeo y limitándose esta a un par de pases de madrugada,
contraprogramados y casi de tapadillo, en algunas de las distintas cadenas
televisivas de este país.
Merece la pena echarle un ojillo.