
El bisnieto del "Puppet Master" original crea una formula química, con la que poder revivir de nuevo a sus marionetas. Mientras, es espiado por la mecenas de "Sharpe Toys", compañía que planea una posesión demoníaca masiva, regalando sus juguetes a todos los niños de América. El problema es que estos no obedecen, y por eso quiere robar la formula, para ponerlos en cintura. El bisnieto, sus criaturas y una mujer policía tratarán de impedírselo.
Aunque la película funciona con un moderado entretenimiento, la falta de medios es notable y se aleja del gore como la extrema derecha del aborto, con lo cual el aficionado se queda un tanto frustrado. Hay un buen reventamiento de ojos, pero que dura un segundo, por lo demás ni una mísera gota de sangre.
Tenemos como protagonistas a dos “loosers” que en antaño vivieron tiempos mejores, pero que han sido relegados a protagonizar (cuando les dejan) absurdas parodias de sí mismos: Corey Feldman y Vanessa Angel. Bisnieto él, empresaria diabólica ella.
Feldman se supone que hace de un hombre mayor de cincuenta y pico años, y no da el pego, aunque le hayan teñido el pelo de gris. Además, es padre de una hija que en la vida real tendrá más o menos su edad y, lógicamente, la cosa chirría. El actor realiza una sobreactuación descomunal totalmente intencionada, forzando la voz con el fin de parecer mayor. Y es una pena, porque se le podía sacar partido, pero está condenado a ser un caricato.
Vanessa Angel, que ya nos la puso bien gorda en "Vaya par de idiotas", se ha hecho mayor, se ha operado todo lo operable y ahora, en vez de provocar a nuestras libidos, la verdad es que da grima.
La peli es malilla, obviamente, pero se deja ver y ofrece un ratillo ameno.
Ésta sería la novena entrega de la saga "Puppet Master", y no se cual de los "Demonic Toys".