
"Chelios" ha sobrevivido, no solo a dos inyecciones de la droga china que, o segregas adrenalina o la palmas, sino también a la caída desde un helicóptero. Una banda de mafiosos le recoge del asfalto (usando una pala) y lo cargan en una furgoneta. Lo próximo que verá el amigo "Chev" es cómo dos cirujanos le quitan el corazón e implantan uno mecánico. No, no es que sean tan majos que quieren salvarlo, no, es que lo mantienen vivo para poder ir despedazándolo poco a poco. Cuando se disponen a extraerle el pene, "Chev" se rebela y escapa. Claro, por tu corazón no das ni un duro, pero por tu polla te pones hecho un basilisco. Si antes era adrenalina lo que necesitaba, ahora es electricidad, así tenemos un despliegue de baterías de coches, altos voltajes y demás electrocuciones que ponen a "Chelios" a tono.
La película intenta ser más burra que la anterior y, aunque lo consigue, puede que por ello quede más insulsa. Que le peguen un tiro en la tetas a una tía y la silicona chorree cual cerveza en el "Octoberfest", no consiguen igualar lo que estaba bien de la primera parte, simplemente lo enguarran más. Puede que en aquel caso fuese la novedad, no sé, pero esta segunda es más flojita. A todo el conjunto de actores de la anterior (incluso los que habían muerto, que luego resulta que no y además tampoco) se les une David Carradine en un breve papel como viejo chino y Ling Bai, una actriz asiática con graves problemas de anorexia. Da asco verla, pero asco, asco.
Diríase que en el contrato de Statham hay una clausula en la que se obliga a recalcar su origen británico y el generoso tamaño de sus atributos, y digo esto porque en el film lo comentan en varias ocasiones.
En fin, no es gran cosa, ver y olvidar, Neveldine y Taylor no se han superado, y aunque dejan abierta la historia a una posible tercera parte, ya auguro que o sale directa a DVD (en USA) o no sale nunca. Un lástima.
Y el homenaje / parodia a las "Kaiju-eiga" no se a qué leches viene, la verdad.