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martes, 4 de febrero de 2025

LA FAMILIA MONSTER

“La familia Monster” es un clásico de la televisión de los años 60 en forma de sitcom. Tras algunas emisiones discretas, en España logró cierta repercusión durante los años 80 dentro del programa contenedor infantil y juvenil “La bola de cristal”. Debido a sus características —nos mostraba a una familia de monstruos viviendo entre mortales en un algún lugar de los Estados Unidos—, se convirtió en una serie de culto con un fandom que ha permanecido fiel durante décadas. Obviamente, la serie, de contenido absolutamente naif, es un producto muy de su época que se gastaba un humor muy blanco y para todos los públicos. A posteriori tuvo que sufrir remakes protagonizados por actores que no tenían la misma gracia del reparto original, como en la insufrible serie “La familia Monster, hoy” de 1988, e incluso telefilmes insulsos como “La familia Monster: La película” —curiosamente dirigido por el “ExterminadorRobert Ginty— del 95, o el especial navideño “The Munsters: Scary Little Crhistmas” de 1996. Y claro, da la casualidad que al señorito Rob Zombie todo lo que tenga que ver con el “monstruísmo” y demás parafernalias se la pone gorda. Resulta que (¡Oh, sorpresa!) es un fan, y de los grandes, de “La Familia Monster”. Y en pleno 2022 decide hacer su propia adaptación de la clásica serie. En principio la cosa no pinta mal, porque sus nuevas versiones de “Halloween” son sustancialmente mejores que cualquiera de las que se han realizado en los últimos años a costa de la megalomanía de David Gordon Green. Pero pronto aparecieron los primeros trailers de esos nuevos "Monsters" e, innegablemente, la cosa pintaba mal, muy mal. Las críticas le hundieron en el fango. Hasta las de sus fans más entusiastas. ¿Pero, con, o sin razón? No siendo yo en absoluto fan de “The Munsters” (vi la serie como todo hijo de vecino y me puede hacer cierta gracia, pero poco más), no me dejé llevar por el clamor popular y decidí darle una oportunidad a la película. Al fin y al cabo, por mala que fuese, no dejaba de ser una comedia fantástica y desenfadada que, a poco que hiciera, debería resultar entretenida. Y maldita sea la hora en la que me puse a ver esta nueva “Familia Monster”. El amigo Zombie se casca una precuela, mostrándonos la vida del abuelo y su hija Lily en Transilvania, así como la creación, por parte de un científico loco y su criado Igor, de Herman Monster en el laboratorio; el posterior enamoramiento de Lily y Herman y como deciden dejarlo todo para irse a vivir el sueño americano en compañía del abuelo, para formar una familia en los Estados Unidos. Bajo ese hilo conductor se van sucediendo los gags y, el resto, que entronca directamente con el primer capítulo de la serie, ya es por todos conocido.
La verdad es que Zombie le pone cariño y respeto por el material, no escatima en escenarios extraños, lúgubres y coloridos. Tanto cariño y respeto, de hecho, que en su afán, colorinches aparte, decide ser fiel al tono y humor de la serie de los años 60. Un humor que, a todas luces, ya incluso en los 80 -cuando más pegó aquí- estaba demodé.
Pero es que todo está mal en esta adaptación; Sheri Moon Zombie como Lily Monster… a ver, está bien caracterizada y demás, pero no pega. No pega ni con cola; La incorporación de toda suerte de monstruos, puesto que la acción se ambienta en esa hipotética Transilvania de época indeterminada de la que provienen los Monsters, es una excusa para poder tirar de guiños, homenajes y referencias, tantas como a Zombie le viene en gana, incluido un Conde Orlock, con todo el look del Nosferatu del “Phantasma II” de Tobe Hooper, como interés romántico de Lily Monster antes que Herman fuera creado. Y así podría seguir un rato. Pero al margen de todo esto, “La familia Monster” es una adaptación a la que, probablemente, le vendría mejor estar rodada en blanco y negro, aunque no es ese (ni los anteriores) su principal problema. Los problemas reales son, por un lado, su look de vídeo digital que tira de espaldas, con ese uso de las luces rojas y verdes en la iluminación que le dan textura de cortometraje dosmilero de Dani Moreno; Ese reparto desprovisto de carisma y que repite con más pena que gloria los tics y chascarrillos de los Monster originales; el excesivo metraje que roza las dos horas y, sobre todo, el SOBERANO aburrimiento que nos provoca desde el minuto uno. “La familia Monster” de Rob Zombie puede que sea una de las comedias menos divertidas que existen. 
En definitiva, lo peor que le pasa a “The Munsters” es que es terriblemente insulsa, una de esas películas que no sirve ni para odiarlas. Simplemente al terminar te quedas con la sensación de no haber visto nada, ni bueno, ni malo. Y eso es lo peor que le puede suceder a cualquier producto audiovisual. En su momento vi capítulos sueltos de la serie de los 80 y eran malos, vi el telefilm de Robert Ginty y era más que flojo, pero, yo creo que la existencia de esta nueva adaptación, con todos los medios puestos al alcance de un director con ya más de 20 años de experiencia como es Zombie, hace parecer aquellos productos televisivos y baratos en ningún caso obras maestras, pero sí trabajos realizados por profesionales medianamente capacitados. 
Es que, esto de los Monsters, de puro insípido no se como se le ha dado luz verde para ser estrenado.

sábado, 11 de enero de 2025

EL RIESGO DEL VÉRTIGO

Comencé a escribir esta reseña asumiendo que "El riesgo del vértigo" (extraño y retorcido título español para "Deadfall", algo así como "Caída Mortal") era pura consecuencia del éxito de Quentin Tarantino con "Reservoir Dogs", recién iniciados los noventa. De cuando se puso de moda el cine negro protagonizado por villanos "cool" y enrollados. Pero, tras reflexionarlo, me di cuenta que, aunque dicha apreciación podía ser en parte acertada, no se trataba de un pleno. Al fin y al cabo, "El riesgo del vértigo" se hizo en 1993, y el Tarantinismo realmente petó con "Pulp Fiction" en 1994. Hasta cierto punto, y aún manteniendo su deuda con "Reservoir Dogs" -y la idea ya palpitante de que el cine """independiente""" podía ser comercial y violento sin renunciar a cierto prestigio autoral-, la verdadera conexión estaba con otra de las tendencias muy de aquella época en cuanto a ficción cinematográfica: David Lynch, quien revitalizó el cine negro, el thriller, añadiéndole unas gotas de delirio. En ocasiones lo suficientemente controladas como para no enturbiar la trama de base, contándote una historia de gangsters más o menos común en la que, súbitamente, colaba una locura visual o personaje extravagante ("Frank Booth", "Bobby Peru"...), que te descolocaba un poco, pero no lo suficiente como para sacarte de la película, dotándola incluso de cierta gracia extra. Una tendencia a la que muchos se apuntaron, entre ellos Christopher Coppola, sobrino de Francis Ford.
No es la primera vez que asoma por acá. Hablé de él cuando comentamos su largometraje de debut, "Condesa Drácula", y mencioné, regocijantemente, su condición de alumno/amigo del gran George Kuchar. Aquella curiosa pero mediocre película no hizo mucho por su carrera, así pues Christopher acabó recurriendo a lo fácil y, dada su posición, lógico: the family +, supongo, algún contacto por ahí que le ayudara a levantar el nuevo proyecto con el que soñaba. Consecuentemente, y hurgando entre el personal implicado en "El riesgo del vértigo", damos también con Talia Shire, su tía, y, muy especialmente, Nicolas Cage, su hermano.
Retomando aquello de los personajes extravagantes propios del Lynchismo noventero, pal caso tenemos tres ejemplos claros, un villano con una aparatosa y poco creíble mano falsa en forma de amenazadora tijera (al que, graciosamente, da vida el mismísimo Angus Scrimm, "Hombre Alto" en la saga "Phantasma"), un experto jugador de billar de modales exquisitos encarnado por otro coleguita del director, Charlie Sheen (seguido muy de cerca por su hermana Renée Estevez... ambos hijos del protagonista de "Apocalipsis Now"), o aquel al que insufla vida -o debería decir, sobredosis de vida- el hermano de Christopher. No es baladí pues la mención a David Lynch considerando que, parte del prestigio que entonces acarreaba Nicolas se fundamentaba en su papel protagonista para, justo, uno de esos thrillers raros del padre de "Cabeza Borradora", "Corazón Salvaje". Así, contar con él como reclamo sería de cierta ayuda (aunque se tratara de un rol secundario). Claro, ¿cuál es el problema? que Christopher dio carta blanca al actor para que hiciera lo que le diera la santa gana... y ya sabemos lo arriesgado que es eso, comentario muy oportuno considerando el título patrio del film. En "El riesgo del vértigo" Nicolas Cage pierde los papeles que da gusto. Desde la elección de su look, ahí con nariz y moreno de pega, peluquín, bigotillo, gafas de sol y vestuario colorista (no son pocas las ediciones que recurren a una estampa suya sin todos los abalorios, o únicamente un mostacho pintarrajeado, para evitar espantar al posible cliente -ver imagen adjunta-), a, sobre todo, las maneras. Decir histriónico es quedarse corto. Usar la palabra sobreactuado sería un insulto para los sobreactuadores del mundo libre. Nic no se pasa tres pueblos, se pasa tres estados, tres planetas y tres universos. Provocando el ridículo y la vergüenza ajena. Es agotador. Celebré con bailes y cánticos cuando su presencia deja de ser continua. Verlo para creerlo. Lo gracioso del caso es que, tanto gozó desfasando, que en 2017 decidió retomar al personaje para una película ajena titulada "Arsenal". Manda cojones.
Suerte que ahí están un Michael Biehn todavía "biehn" posicionado, el gran James Coburn, Peter Fonda y
 Mickey Dolenz de los "Monkees" -+ los mentados Angus Scrimm / Charlie Sheen- para contrarrestar las psicóticas cucamonas de Nicolas. Por aquello de cerrar el círculo, mentar a Nick Vallelonga, co-guionista, quien se marca un papelillo. Con los años lograría alcanzar el cielo ganando el Oscar por el libreto de la decente -y políticamente correcta- "Green Book".
"El riesgo del vértigo" narra la epopeya de un estafador profesional que, accidentalmente, mata a su padre durante un (que no "de un") golpe. Supuestamente las balas eran de fogueo, pero no. Agonizante, papá le pide que busque a su hermano (tío del prota) y reclame "la tarta". Así pues, el chaval decide hacer realidad el último deseo de su progenitor. Cuando localice al personaje en cuestión, se las verá con su matón de confianza, celoso ante las atenciones que se lleva el recién llegado, y se colará por la seudonovia de aquel. Como resultado, muchos conflictos, algunas muertes y varias sorpresas.
Aunque me sonaba haber leído críticas positivas de "El riesgo del vértigo" -al menos en su día- lo cierto es que, revisando, descubro más bien lo contrario. La tendencia general consiste en ponerla a bajar de un burro. Michael Biehn dice que es lo peor que ha hecho en su vida (¿¿en serio?? permíteme dudarlo). Incluso Christopher Coppola la desprecia y asegura que únicamente se la pone de vez en cuando para descojonarse con el trabajo de su hermano (!!!). Fue tal el desastre financiero, que recomendaron al joven director desaparecer un par de años, por aquello de limpiar su imagen y que Hollywood le retirara de la lista negra. No hizo ni caso, obvio. Y lo celebro. Así, su carrera consiguiente se mantuvo en un razonable tránsito de pura mediocridad, a base de westerns tardíos, alguna película infantil y la que, a día de hoy, sigue siendo la que más curiosidad me despierta, "The Creature of the Sunny Side Up Trailer Park" (algún día caerá) En fin, no sé, a mi "El riesgo del vértigo", consumida sin conocimiento de toda esta mandanga, me gustó y entretuvo. Tampoco veo que sea TAN terrible... salvo por ya saben quien. Pero incluso eso es perdonable... o divertido, según lo vean. Claro que podría estar siendo traicionado por las simpatías que siento hacia Christopher Coppola. No lo niego. Arrastrando el apellido que arrastra, que se haya convertido un poco en la "oveja negra" del clan, algo así como el reverso tenebroso de Sophia Coppola, mola mucho.

sábado, 15 de junio de 2024

SKELETON

No han sido pocas las ocasiones en las que mi compañero Víctor, muy sabiamente, ha mencionado esa especie de segunda época dorada del vídeo-club coincidiendo con la imposición del DVD como formato de consumo doméstico. Sí, no fue tan tremendo como la llegada del VHS, pero le quedó a la zaga. Cada vez que pienso en ello, me viene a la mente un lugar específico, un antro del placer cinéfago al que solía acudir muy asiduamente durante los primeros 2000 y destacaba, primero, por haber relegado las cintas de vídeo a una escueta estantería y, segundo, contar con absolutamente todas las novedades de la temporada (en DVD, obvio). Desde lo más renombrado a la mierda oscura. Claro, poco sabía yo entonces que la mayoría de esta última la conformaban telefilms destinados en USA al "Syfy Channel", así que, de buenas a primeras, las alquilaba henchido de curiosidad. Convencido que eran la -y perdonen el uso incorrecto de la etiqueta- "nueva Serie B". Tanto va el cántaro a la fuente que.... en fin, terminé saturado de basura, de fórmulas narrativas explotadas "ad infinitum", de actores en horas bajas, de primigenio CGI vergonzante, etc, etc. Solo una vez lo deglutido me dejó medianamente satisfecho, "Skeleton" (o "Skeleton Man" in the lluesei). Al menos así fue en 2004 o por ahí, ¿¿cómo me sentaría a día de hoy??...
Unos insensatos despiertan a una especie de viejo espíritu indio de intenciones revanchistas dispuesto a masacrar sin miramientos al hombre blanco que invade su hogar. Así, tras hacer picadillo a unos cuantos, el ejército manda un puñado de soldados para solucionar el entuerto. Y esa sería toda la trama. No hay más. El continuo escarceo entre el comando protagonista y el "mostro". Hay quien exclama "copia de "Depredador"" y, aunque ciertamente existan elementos que lo prueban, sería quedarse corto. Además, no olvidemos que el clásico del Chuache chupaba mucho de un film previo, "Llegan sin avisar", así pues ¿quién copió a quién?.
Lo realmente fascinante de "Skeleton" es, principalmente, la criatura de rigor. Podría ser un señor enfundado en látex imitando la escamosa piel de un reptil. U otro sepultado bajo una armadura pretendiendo acero puro. Pero no, pal caso hablamos de un infeliz luciendo una máscara de calavera y una capucha + capa negras, cabalgando sobre su corcel y sacando armas de debajo del sobaco según convenga. Es decir, en plenos años 2000, con todo el rollo "high-tech" propio ya del género fantástico, y un montón de títulos afines de referencia, a los responsables de "Skeleton", los chicos de "Nu Image" por entonces totalmente volcados en parir esta clase de furruños, se les ocurre tirar de una criatura con el clásico look de la muerte, solo que cambiando la guadaña por un hacha, o una lanza, o una espada (nunca una hoz, como nos muestra la caratula del DVD patrio). Rarísimo. Pero mola, en serio (ver imagen al final del tocho). El resultante contraste funciona. Quizás no del modo que pretendían sus artífices, pero logra que la película se salga del mogollón, destaque por algo.
¿Por algo? bueno, "Skeleton" destaca por muchas otras cosas... sobre todo su negación. No llega a ser absolutamente horrenda. Ni totalmente incapaz, pero viene trufada de una larga lista de incongruencias narrativas, cagadas técnicas y locuras inexplicables que llaman la atención. Descolocan un rato. En general es bastante caótica. Suerte del simplismo y "elementalismo" de su trama, lo que no nos exige mucha atención, ni un seguimiento exhaustivo de lo narrado, porque, de lo contrario, iríamos más perdidos que un hijoputa el día del padre. Básicamente lo que vemos es al bicho de la capucha asesinar sin parar. Matar todo lo que se le ponga a tiro, sean civiles, sean militares, sea el apuntador. Da igual. Siempre a base de efectos físicos, un poco torpes, pero agradecidos ya que el nivel de hemoglobina, amputaciones, cuerpos atravesados, incluso el gráfico arrancamiento de una cabellera, es generoso. Constante. Lo mismo que los errores de continuidad, impresionantes en su cantidad y calidad. Quizás el más llamativo hace referencia a la túnica del mismo monstruo, que pasa de roída a perfectamente planchada de un plano a otro, sin venir a cuento, ni explicación alguna aparente.
Por si se lo preguntan, el CGI se reserva para momentos muy específicos y no molesta demasiado. El resto, como decía, es físico. Incluida una generosa ristra de explosiones, aunque algo me dice que algunas son reaprovechadas de otras películas. No sé, llámenme mal pensado, pero son ya muchos años consumiendo roña.
El reparto cuenta con un rostro -bonito- de lo más habitual en esta clase de subproducto, Casper Van Dien. Tan normalizada estaba entonces su presencia, que en la caratula yanki sale como reclamo principal, incluso por encima de su genuino protagonista, un perdido Michael Rooker que, a diferencia de su compañero, con los años lograría reencauzar su carrera. Van Dien, además, la palma bastante antes de lo previsto. Y, encima, su muerte es una de las escenas más extrañas, incomprensibles y mal editadas del show.
Acompañan a ambos actores un montón de currelas del celuloide rancio (porque, a diferencia de lo que ocurriría años después, "Skeleton" viene en formato fotográfico. 35mm diría yo) como Nils Allen Stewart, Joey Travolta -hermano de- y nada menos que cuatro ¿o cinco? féminas formando parte del comando. Todas guapas, y todas luciendo su top ceñido, por supuesto.
Podríamos culpar del desaguisado al guionista, Frederick Bailey, quien venía de teclear libretos para Cirio H. Santiago. Suya fue la idea de titular al film con el nombre del supuesto indio reencarnado en fantasma "azizino", "Joe boca de algodón" ¡¡!!. Tal vez, en un imprevisto arrebato de racionalidad, al director le parecería ridículo y/o poco comercial y decidió cambiarlo. Este, Johnny Martin, debutaba en lo suyo con "Skeleton", luego haría unas pocas más, todas dentro de los parámetros del subproducto, como "La hora de la venganza", lucimiento para el Nicolas Cage más caricato, o "Delirium", "found footage" de tercera únicamente destacable porque fue grabado en la misma siniestra casa de "Phantasma".
Aunque, lo mejor, para el final. "Skeleton" concluye, muy lógicamente, con la muerte de la criatura. Comienzan los títulos de crédito y suena..... ¿una épica pieza instrumental?.... ¿un "hit" pop menor?.... no, ¡¡el "Yaketi Sax" popularizado nada menos que por Benny Hill!! ¿recuerdan esa alegre y traviesa tonadilla? pues la misma. ¡¿Qué demonios hace al final de una película supuestamente seria de terror?!. Y no solo eso, resulta que los créditos echan para atrás, como volviendo a comenzar, mostrándonos previamente un plano reciclado del hombre esqueleto subido a su caballo, cumpliendo con la esperada papeleta de asegurar una secuela.. que nunca llegó, por supuesto. En fin, un gesto rarísimo, incongruente y alocado que me sacó una sonora risotada. Seguramente los gerifaltes de "Nu Image" eran totalmente conscientes de la basurica que tenían entre manos y decidieron dejarlo claro en su elección musical, porque, de lo contrario, el sentido es nulo. Habrá quien mente el caso de "Posesión Infernal" como algo medianamente parecido, pero no, ahí la copla (que ya sonaba previamente en el film, vinilo mediante) se ajustaba al espíritu extravagante del pitote, en "Skeleton" canta como una almeja.
Aunque para falta de coherencia, lo parte que sigue. En un momento dado, el monstruo entra en una central química y comienza a masacrar al personal. Justo, entre medio de uno de esos crímenes, asoma un obrero sin nombre reaccionando con las maneras propias de un retrasado mental. Así, porque sí. No le vemos luego fenecer, ni nada de nada. Su función se limita a esa extraña aparición mariana que, una vez más, motivó una carcajada por mi parte, tanto como para decidir rescatarla cual pequeño vídeo...



sábado, 5 de agosto de 2023

POLICÍA DE ACERO

Madre mía, madre mía, de lo que ayer noche fueron testigos mis ojos no tiene nombre. Pero más por el cómo que por el qué. Dejen explayarse a esta sucia boca.
Así de entrada, mirada por encima, "Policía de acero" no sería más que otra imitación de "Robocop" parida en plenos años 90, 1995 para ser exactos. Es decir, ocho después del clásico de Paul Verhoeven. ¿Por qué tan tarde?. Y digo "Robocop" a conciencia, pues no hay ninguno de los restantes referentes expoliados recurrentes en esta clase de subproductos. Es decir, ni "Terminator", ni "Mad Max 2", ni nada semejante. Aquí el hurto comienza y acaba con "Robocop", solo que yendo por la estrategia fácil, cambiemos a Peter Weller por una chica rubia de buen ver. El resto, casi idéntico, con escenas que incluso rozan la línea de lo legal cual un Bruno Mattei cualquiera.
Hay un grupo de moteros malvadísimos comandados por un sobreactuado Richard Grieco de "look" ultra macarra. Entre ellos se ha infiltrado una churri policía. La descubren y se la cepillan (sin hacerle demasiados desperfectos). Un científico convence a la alcaldesa que puede coger el cadáver y revivirlo mediante suero para convertirla en una super-policía. Proyecto "Lázaro" lo llama (¿no había un nombre menos trillado?). Así que proceden. La rubia sufre una crisis de identidad cuando descubre que ha vuelto de la muerte y, tras escenas de drama chusquero, se hace a la idea de que es una "superhéroa", se viste como tal, con mucho negro, incluso lleva una máscara que le cubre la mitad de la faz y, enga, a meter piruetas, matar malos a base de posturitas guapas y, por supuesto, vengarse de Don Grieco, que se hace tarde.
Por una vez los distribuidores patrios tuvieron suficiente ojo para rebautizar al film con fines clarificadores. En inglés se titula, muy farragosamente, "The Demolitionist" (difícil de mentar, "demolishionis", "La demoledora". Hay una escena en la que la califican de "Demo" y queda muy chanin, así tendrían que haber titulado la peli, o "Demo Cop" si me apuran), y en las Españas pues "Policía de acero", en evidentísima referencia a nuestro querido madero de hojalata.
Claro, tras leer todo esto pensarán "Menuda basurilla, ¿Quién osó hacer esto en los noventa? Wynorski, Corman, Band....?" pues no, y ahí radica realmente lo chocante del invento, y motivo por el que la consumí íntegra y sin avance rápido, a pesar de haber tenido un día duro: la gente que asoma por delante y detrás de la cámara son personajes de la farándula horrorífica / fantastique, bien conocidos y queridos por todos nosotros. Muchos con un pasado, y un posterior futuro, bastante más lúcido, impropio de gente a la que asociaríamos con un plagio barato de "Robocop".
La culpa total y absoluta de este desaguisado la tiene Robert Kurtzman, quien aquí debutaba en la dirección. Dos años después se ocupó de la más popular y lograda "Wishmaster" para, a partir de entonces, ir cayendo en picado a base de productos más bien olvidables como "The Rage" o "Enterrados Vivos". Cerraría el círculo en 2010 con una de acción, "Impacto Mortal". Conocen, o deberían, la otra ocupación del caballero, como técnico de efectos especiales en muchos títulos de solera, especialmente al lado de sus queridos Howard Berger y Greg Nicotero, con quienes formó la legendaria "KNB Group". Y sí, no solo estos firman los truquitos -tampoco muy abundantes- de "Policía de acero". En cuestión de cameos, Berger no quiso saber nada, pero Nicotero sí. Gracias a sus greñas y barbas, hace de motero malote.
Visto lo visto, Kurtzman tendría el caprichito de parir su propio "Robocop", deseo compartido con su señora esposa de entonces, que para algo ambos firman la historia (tampoco se esforzaron mucho). Luego, le pasaron el encargo de escribir el guion a un par de mindundis con nombre de mafioso y mucho currele televisivo a sus espaldas, Brian DiMuccio y Dino Vindeni. Lo siguiente fue tirar de lista de colegas, a los que liarían completamente. Me los imagino siendo conscientes de lo marciano de la operación, pensando "tío, esto en una copia de "Robocop"" pero callando like putas, ¿Cómo defraudar a un amigo?. Así que, enga, ponme en la peli, pero no me hagas hablar mucho, cuanto más se reduzca lo mío a cameo, mejor.
Y de esta guisa encontramos a Tom Savini como esbirro del villano (asoma en más planos que muchos de sus compañeros, pero nada excesivo, y apenas habla), Reggie Bannister (el calvito de la saga "Phantasma") como un alcaide visto y no visto, lo mismo que Jack "Cabeza Borradora" Nance en plan cura. A Joseph Pilato le toca lucirse un poquito más gracias a sus excesos interpretativos, le reconocerás como el malvado "Rhodes" de "El día de los muertos". El gran Dan Hicks, paleto en "Terroríficamente muertos" o encargado de supermercado en "Intruso en la noche", muriendo rápido. Sarah Douglas, la villana de "Superman 2", en un vivo ejemplo de cameo irreconocible, dando vida a una cirujana que, si no me falla la memoria, ni se quita la mascarilla. Nada menos que Heather Langenkamp, la prota de "Pesadilla en Elm Street", en un infame papelito de periodista / locutora. Y Derek Mears, futuro "Jason Voorhees" en la película del 2009. Aunque el cameo más curioso, porque ni tan siquiera sale acreditado, se lo debemos a Bruce Campbell en el recurrente rol de motero maloso.
Los papelotes destacados recaen, Grieco aparte, en Peter Jason como policía corrupto (lo has visto en chorrocientas películas de John Carpenter), Susan Tyrrell como alcaldesa (normalmente muy histriónica, desfasaba que daba gusto en "Cry-Baby" o "La zona prohibida / Forbidden Zone") y Bruce Abbott, el "Dan" de "Re-Animator", como el científico que inventa a la policía de acero, es decir, otra vez reviviendo cadáveres mediante suero. Este chico no aprende. Y, a todo esto, el insulso protagonismo de la función se lo lleva Nicole Eggert, vigilanta de la playa.
John Esposito, productor ejecutivo, tuvo la poco fortuna de coproducir ese aborto titulado "Abierto hasta el amanecer" y últimamente ha guionizado para la mediocre serie de tele inspirada en "Creepshow".
Y en una película como esta, con toda la peña mentada, no pueden faltar las citas descaradísimas a "Fangoria" y las "fricadas" a servicio del fan. Nada más comenzar, Richard Grieco y su socio esperan en la celda a que los ejecuten (luego escaparán y bla, bla), mientras ven una peli en plan "kaiju-eiga" por la tele (con un especie de pez espada gigante destruyendo casitas) y se parten de risa. El tipo sujeta un "Fangoria" entre las manos y, por si acaso no han pillado el guiño, tiene la pared de atrás embadurnada de más y más cubiertas. Sutilidad es mi segundo nombre, bro.
En cuanto a la sensación general que deja "Policía de acero" -que, obvio, concluye con una canción metalera de lo más pegadiza y macarra- es de estupor. Como decía, la soporté íntegra. Y me cayó en gracia a pesar de que los momentos dramáticos cortan el rollo. Pero, claro, estoy requeteseguro que fue gracias a la ristra de nombres. Era la mar de gracioso ir reconociéndolos. Como encontrarse con un viejo amigo al que ves haciendo algo de lo que, sabes, luego se avergonzará. Aunque, a tenor de los años transcurridos, no había motivo. Casi nadie parece saber de la existencia de esta película. Bien mirado, al final la fortuna les sonrió.

sábado, 9 de julio de 2022

ZOMBIE COP

El cop titular se enfrenta cara a cara con un temible traficante de día, brujo vudú de noche. Durante la trifulca "mueren" los dos... no antes de que el brujo lance una maldición al otro. Pasadas unas horas, revivirán y, básicamente, seguirán donde lo dejaron.
La primera vez que tuve noticia de esta... cosa, fue en las páginas de mi querida "Mad Movies". Salía publicado una especie de pre-cartel -el que aquí les dejo- cuyos elementos nada tendrían que ver con el producto acabado. Ni en la tipografía del título, ni el look del policía muerto viviente, ni siquiera esa ambientación "noir" con fulana buenorra, hotel sórdido y tal. Me fascinó y no tardó nada en formar parte de mis obsesiones. Poco sabía entonces que aquello era una idea del temible David DeCoteau siguiendo la ya clásica estrategia de "cúrrate un título chulo, con su póster no menos chulo, lánzalo y a ver qué pasa. Si lo merece, ya me buscaré la vida para hacer la película, invirtiendo el menor capital -y talento- posible/s" Pal caso el encargo recayó nada menos que en J.R.Bookwalter, por entonces asociado con el director de "Dreamaniac" (lo que dio pie a su primer atentando compartido, "Robot Ninja"). DeCoteau le cedió 5.000 dólares para la gestación de dos películas, "Kingdom of the vampire" y "Zombie Cop". Ambas se iban a parir en escasos días y, por supuesto, formato vídeo. Pero del de 1991. Así las cosas, Bookwalter pilló su equipo de Super-VHS, su Commodore Amiga 2000 (con el que solía currarse todos los feos gráficos de sus trabajos) y parte de la peña que le ayudó en la peli del ninja robótico. Grabaron en el propio apartamento del director (de ahí que aparezcan tantísimos pósters de producciones DeCoteau/Bookwlater, así como otras de Charles Band y colegas), el colmado familiar (cosa delatadísima nada más ver la marquesina) y allá donde les dejaran. Una vez terminada, se lanzó al mercado del vídeo junto a la mentada "Kingdom of the vampire" y pasó... pues lo que tenía que pasar.
Antes de seguir, es importante aclarar que el propio J.R. firma el desastre con el seudónimo de Lance Randas (aunque podría haberlo hecho en una segunda edición remasterizada, no la original) y que soltó declaraciones como estas: "Es un mal vídeo casero que nunca tendría que haber visto la luz". Más claro, el agua. Le doy toda la razón. "Zombie Cop" es un mojón de mucho cuidado... aunque, honestamente, no esperaba otra cosa. J.R.Bookwalter me cae bien. Respeto bastante lo que ha hecho a lo largo de su carrera. En cierto modo puede incluso despertar nuestra admiración. Pero también es verdad que el tipo no tiene lo que se dice mucho talento. Jamás ha facturado nada ni medianamente digno. Si encima nos enteramos que, durante la gestación de ambos largometrajes, fue "Kingdom of the vampire" el que se llevó más atenciones y mayores esfuerzos, pues entonces quedan perfectamente justificadas todas las carencias de "Zombie Cop", que van desde actores absolutamente negados, terribles, al más mínimo sentido de nada... sea ritmo, sea comedia voluntaria (atención al tipo que da vida a un árabe con una enorme toalla de baño mal puesta sobre la cabeza), sea suspense, sea acción, sea violencia, sea truculencia. Todo esto destaca especialmente en el tramo final, el -por llamarlo de alguna manera- clímax. Imaginen como será que, aún tratándose de una larga persecución, primero a pata (es absolutamente descojonable ver al poli zombie y al del vudú recorrer un parque infantil y cruzar entre los columpios y toboganes como si fuesen obstáculos difícilmente superables) y luego en coche, el resultado carece de la nimia emoción y, básicamente, aburre hasta las cabras. No ayudan nada esos puñetazos incapaces de impactar donde deben, el patosismo general en las "escenas de riesgo" y la música de teclado "Casio" repetitiva y rayante.
Un auténtico desastre, en mayúsculas, que aunque no salvaría ni el mismísimo Jesuscristo con un improbable milagro, sí reserva pequeñas curiosidades. Tenemos sendos cameos (el propio Bookwalter viendo y disfrutando de "Robot Ninja" en una tele -¡ah, era él!- y David DeCoteau como conductor pillado en medio de la "persecución"), muchos rostros reincidentes (los dos delincuentes que intentan atracar el colmado son los mismos pandilleros que salían en "Robot Ninja", hasta el extremo de vestir exactamente igual) y las inevitables citas/robos a "Robocop", "Terminator", "Phantasma" (Una de las favoritas de Bookwalter. El cementerio donde revive el prota se llama igual que en la peli de Coscarelli) y "Maniac Cop" (el look de "Zombie Cop" es extremadamente deudor de este) Detalle especialmente gracioso si tenemos en cuenta que aquellos "hipsters" y "esnobs" capaces de defender productos indefendibles como "Zombie Cop" -¡que los hay! especialmente en estos tiempos de tanta pose y tanta estupidez- tiran del discurso anti-Hollywood para reivindicar su condición "independiente y facturada con amor" (sí, ¡¡muchísimo!!), cuando justamente es de la meca del cine de donde se fusilan la mayoría de sus "ideas".
En los créditos finales lanzan una puyaza a Dr.Cyclops, el célebre reseñador de novedades videográficas de la revista "Fangoria" al que se la tenían jurada todos estos pelacañas porque solía soltar dolorosas verdades como puños sobre sus infrapelículas. Verdades como que "Zombie Cop" es una pedazo de ñorda inmisericorde... pero sabía que escribir sobre ella iba a ser la mar de divertido.

sábado, 5 de marzo de 2022

SCREAM 2022

Cuando me enfrento a la enésima entrega -tardía y motivada por la nostalgia más mercantilista- de un film de mi género favorito, tiendo a deglutir todas las pelis precedentes, en orden, antes de llegar a la más reciente. Es un juego divertido que incluye ver evolucionar la historia y envejecer a los personajes / actores. Procedí así con la saga "Saw", por ejemplo. Ahora, con el lanzamiento de la nueva "Scream" (la quinta, aunque no lo ponga en el título), me animé a repetir la hazaña. Vi las cuatro previas. A una por día. La intención original consistía en escribir sobre todas. Un repaso escueto, pero conciso, como el que en su día dediqué a "Phantasma". El problema es que, a rasgos generales, las "Scream" movies no me inspiraron ni una sola línea. Seloplico...
Nunca he sido fan de la saga. Reconozco que el primer "Scream" -que vi en su día en el cine- dispone de un sutil encanto. Es razonablemente entretenida. Un genuino film de terror. Las tonterías posmodernas y auto conscientes aún suenan algo novedosas. Y se ciñe con bastante dignidad al modelo slasher. Es cierto que sus tics noventeros irritan (ese reparto repleto de niños guapos, blanquitos y ricos, la sobre iluminación, la ausencia de genuinos elementos exploitation), pero incluso, vistos hoy, tienen su gracia. Así que esta puedo tolerarla. Sin embargo, las consiguientes continuaciones son terriblemente malas. De la segunda a la cuarta. En muchos casos casi parecen telefilms. Y ni siquiera de terror. Da la sensación que en cualquier momento, en cualquiera de ellos, entrará en escena Angela Lansbury.
Tal vez por eso afronté este "Scream 2022" con desgana (aunque curiosidad). Y, tal vez, esa es la razón por la que me sentó mejor. O quizás sea, simplemente, una buena película, lista para ver y olvidar. 
La cuestión es que entramos en el terreno de lo que, en la misma trama, califican de "recuela". Es decir, un remake disfrazado de secuela tardía y que incorpora personajes avejentados de los films "antiguos". En este caso Neve Campbell, David Arquette, una feísima Courtney Cox (da grima compararla con la versión monísima y pizpireta que aparecía en "Masters del universo") y Skeet Ulrich. Podríamos añadir también a Marley Shelton, que salía en la cuarta. Estos se entremezclan con los personajes nuevos, una panda de jovenzuelos no excesivamente repugnantes (y donde, por supuesto, caben un gay, una lesbiana y uno de piel tirando a oscura). Juntos tendrán que descubrir la identidad del nuevo Ghostface, al que le ha dado por asesinar peña relacionada con aquellos que murieron en las pelis previas. Los crímenes son un pelín más gráficos de lo que la franquicia nos tenía acostumbrados (¡¡han tenido que pasar 26 años para ello!!). Y, esto sí sorprende, la figura del psycho-killer resulta más amenazante que nunca. Impone, a pesar de lucir el disfraz reglamentario que todos conocemos. Eso significa que, por primera vez, alguien ha sabido filmarlo debidamente. ¿Tal vez el problema que tenían los "Scream" precedentes era.... Wes Craven? Al fin y al cabo, ya entonces encajaba como un guante en el rol de "cineasta maduro hastiado de su vinculación con el género". En esta ocasión no dirige por razones obvias, de eso se encargan Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, responsables de una peli que parece gustar a todo el mundo menos a mi, "Noche de bodas". Tampoco el guion es de Kevin Williamson, sino de  James "Zodiac" Vanderbilt y Guy Busick quien, por cierto, ha escrito la nueva "Destino Final". Ambos se aferran bien fuerte, y con delectación, a los tropos de la franquicia. Si en las entregas previas se hacían "discursos" -tirando a críticos- sobre la nueva tendencia en cine de terror del momento, ahora toca meterle un -merecido- cachete a esa cosa aburrida y pedante que algunos llaman "terror elevado" (la única que me funciona del pack es "Midsommar"). Luego, la "friki" del grupo (que pal caso folla con otros coños, todo un cambio) suelta un "speech" muy logrado, y perfectamente medido, sobre el mentado fenómeno de la "recuelas". Uno que encaja mucho y muy bien en lo que cuenta la misma "Scream 2022".
Pues lo dicho, una cosa más o menos entretenida. Nada que nos haga vibrar, ni saltar del sillón (salvo algunos sustos que te funcionarán si no estás muy puesto en estas lides). Pero se deja ver y, sobre todo, devuelve cierta "dignidad" a la saga, una que no lucía desde 1996.

miércoles, 18 de agosto de 2021

MARQUESINAS DE REFILÓN

Las marquesinas que aparecen en las siguientes imágenes muestran varios títulos adscritos al género fantástico + terror, algunos de indiscutible relumbrón. Pero no fueron tomadas directamente desde las sucias calles, no way, la gracia reside en que aparecen de fondo en los fotogramas de otras sendas películas. Y recalco de fondo, como si el director no hubiese dado ninguna importancia al hecho de que figuraban dentro del cuadro, porque en esos gloriosos momentos todas ellas eran simples películas, sin arrastrar el pesado petate "cult" que arrastran hoy.
Esa era la condición ecuánime para seleccionarlas 
(el caso contrario sería el del cine donde se proyecta "Phantasma" filmado por todo lo alto al arranque de "Arrebato"). Seguramente hay cientos más. Mil más. Pero las que siguen son las que mis cansados ojos detectaron en su momento y, ya puestos, las películas en las que tienen el placer de asomar.
Deleitense...



La horrible "Creepozoides" no fue directamente
a vídeo en los USA, tienen la prueba en este fugaz
fotograma de la tampoco muy inspirada "Acción Jackson".


Esto es la gloria: el "Dawn of the dead" original, 
"Posesión Infernal" y "Muertos y Enterrados" de una
sola tacada.... acojonante. Lo vimos en
"El mago de la velocidad y el tiempo" (y justamente
el que aparece es su director y prota, Mike Jittlow)


Otra sesión compartida de órdago, "Posesión Infernal"
y "XTRO" (la mejores, más sangrientas y
terroríficas películas jamás hechas)
juntitas en un cine de la calle 42 de Nueva York.
Lo vimos en "1,2,3... Splash".


Más Nueva York y más calle 42, en este caso
hablamos del clásico de Tobe Hooper, asomando
lo morros nada menos que en otro clásico, "Taxi
Driver", la mejor peli de Martin Scorsese.




Y para acabar, un poco de trampichuela, 
porque hablamos de la famosa serie de televisión
de "La Masa" con Lou Ferrigno. Pero no pude
contener el deseo de incluirla acá, ni que sea por esa
marquesina con "Fiebre del Sábado Noche" y, de paso, el
anuncio del "King Kong" de 1976.

sábado, 27 de junio de 2020

MALEVOLENCE 3: KILLER

Sorprende, y no para bien, el caso de esta tercera y -al menos de momento- última entrega de la saga "Malevolence". Después de los notorios resultados de la segunda parte, desconcierta presenciar un auténtico paso atrás. Da la sensación que Stevan Mena (más pluriempleado que nunca: director, guionista, productor, editor y compositor de la banda sonora) hiciera un poco lo que Don Coscarelli cuando no consigue levantar el proyecto que quiere: Recurrir a aquella franquicia que sabe le funciona a la hora de atraer la atención de inversores, prensa y público. Sin importar si el presupuesto es menor, mucho menor, y si los medios y actores con los que ahora cuenta quedan por debajo del título precedente. En el caso de Coscarelli es "Phantasma", en el de Mena es "Malevolence". Y con ambos ejemplos, hablamos de un modo muy poco lustroso de jorobar tu propio legado.
"Malevolence 3: Killer" arranca justo donde terminaba la primera (no olvidemos que la segunda era una precuela). El asesino escapa de aquellos que quieren matarle y se dirige a su antiguo hogar, que ahora habitan un oportuno grupo de preciosas estudiantes a las que no les importa pasearse con poca ropa. Todo ello a la par que el "Dr.Loomis" de rigor lo persigue y, en el camino, se topa con la abuela del psycho killer, a la que da vida en plan guiño tremendo Adrienne Barbeau. ¿El resto? Pues unos cuantos crímenes y poco más.
Así pues, estamos ante un auténtico regreso al slasher más ortodoxo, y además de verdad, perfectamente recreado y sin odiosas postmoderneces. Por ejemplo, las escenas de asesinatos son intensas, sí, pero sin perder las formas, sin excesos, que es un mal muy común de todas aquellas pelis que se venden como homenajes a los clásicos. Sin embargo, eso que para muchos de ustedes puede ser una aspecto positivo, a mi ya no me vale. He deglutido demasiados slashers en mi vida como para encontrarle algo especial a este, tan aferrado a los dogmas del subgenero. Su misma cualidad es a la vez su mayor enemigo. Al menos no es tan aburrida como la primera entrega, aunque sí denota una cuantiosa falta de medios. Se ve un pelo más cutre.
Solo para fieles a la saga o adictos al slasher sin posibilidad de redención. Me quedo con "Bereavement". Pero de largo.
Si Mena fuese un tío listo, no haría una cuarta.

sábado, 7 de marzo de 2020

TRUE INDIE

No es que sea fan de Don Coscarelli, ni mucho menos. La única peli suya que poseo legalmente es el primer "Phantasma" y tampoco me vuelve loco, pero le tengo aprecio. A partir de ahí, me hicieron gracia en su día alguna de las secuelas de aquella, pero poca cosa más. Sin embargo, me apasiona leer biografías y autobiografías de gente de cine, especialmente si se dedican a mi género favorito... muy a su pesar. Y sí, me temo que Coscarelli es exactamente como el 95% (el otro 5% pertenece al gran John Carpenter) de los "maestros del horror" que arrancaron durante los años setenta, alguien que dio sus primeros pasos muy muy joven rodando nada menos que un melodrama con padre alcohólico e hijo sufriente. Quería ganarse un respeto desde buen principio, hacer cine de calidad, pero eso no da pasta. Tampoco la dio su siguiente obra, una comedia amable proto-nostálgica titulada "Kenny & Company", así que finalmente se rindió a la evidencia: Hay que facturar una de terror, que son las que funcionan en taquilla. Y joder si funcionó. Pero junto a los billetes verdes viene el encasillamiento por parte de industria y fandom, especialmente estos últimos, que no dejan a sus héroes avanzar y probar cosas distintas. Les aman tanto que les condenan a terminar visitando convenciones, sentándose tras una triste mesa, cobrando por firmar posters y posar en fotos al lado de retardados con sobrepeso. Fatídico día aquel en el que el amor por el cine de terror se convirtió en una religión. Una secta. Muy deprimente.
Pero Don Coscarelli quiere dejar claro que, a pesar de todo, es un tipo feliz y enfoca todos los episodios de su vida con alegría. Incluso los más miserables, como la ocasión en la que se lió a producir de forma totalmente amateur la infame "Phantasm: Ravager". Para otro hubiese sido el último clavo del ataúd, pero no para él, que lo tomó como un regreso a sus felices tiempos de estudiante. Entre medias, pues nos da envidia explicando lo bien que se lo pasó cenando junto a Carpenter, John Landis, Stuart Gordon o Larry Cohen en un encuentro coleguero. Cómo se reunía con Sam Raimi para intercambiar anécdotas. O recurre al socorrido Quentin Tarantino para explicarnos que lo conoció cuando era un pipiolo y aconsejó sabiamente... hasta que el dire de "Malditos Bastardos"  alcanzó cotas demasiado elevadas como para seguir tratando con el bueno de Don Coscarelli. Un cineasta sencillo, que ha sufrido constantemente el rechazo de grandes productoras y, puntualmente, algún festival de renombre, viéndose obligado a buscarse las habichuelas, conseguir la pasta por su cuenta (aunque siempre contó con el apoyo -económico y anímico- de sus generosos padres), tragarse el orgullo innumerables veces, arrastrarse otras tantas y rodar películas desde la independencia más absoluta que, no obstante, suelen tener un acabado harto profesional (un buen título alternativo para el libro, teniendo en cuenta todo lo dicho, sería "True Indie... porque no me quedan más cojones").
Por fortuna, Coscarelli no pierde el tiempo con chorradas. Desde buen principio el libro se centra en la confección de sus películas, de la primera a la última, usando para ello una prosa super-sencilla, sin florituras, ni absolutamente nada que complique o enturbie la lectura. Es cierto que no detalla mucho algunos aspectos de sus rodajes que podrían ser interesantes, pero se centra en otros nada desdeñables y que despiertan una sonrisa. No tenía ni idea que "Beastmaster" himself, Marc Singer, era un auténtico capullo que hizo la vida imposible a su director. Y se/te pone tierno cada vez que habla de sus inseparables Michael Baldwin, Reggie Bannister, Bill Thornbury y Angus Scrimm, al que dedica un muy sentido capítulo. Los llama "phamilia" y, visto lo visto + leído lo leído, no es para menos.
Recomendable.

jueves, 27 de diciembre de 2018

S&MAN

Ya he comentado en otras ocasiones lo mucho que me fascinan las convenciones dedicadas al cine de terror que se celebran en Estados Unidos. Ese mundo plagado de actores en decadencia y aficionados que graban sus propias películas con la cámara de vídeo y tienen la oportunidad no solo de venderlas, también de convertirse en pequeñas estrellas. Es lo que se ha dado en llamar el "underground horror". Siempre me ha molestado mucho que se use la palabra "underground" para definir un tipo de producto acomodado que no busca nuevas vías de expresión ni es, simple y llanamente, libre. Obras que se aferran a las convenciones del cine standard. Incluso el llamado mainstream. Y especialmente a los dogmas del género del terror. Con su inicio, desarrollo y final, sus planos perfectamente académicos y sin el mínimo riesgo creativo. Eso para mí NO es "cine underground". Aunque puedo tolerar ese subapartado referido estrictamente al terror como un universo paralelo donde el fan de Jason Voorhees, "La matanza de Texas" y "Phantasma" puede acceder a un tipo de producto audiovisual que los grandes estudios, e incluso muchas compañías supuestamente más modestas como "Blumhouse", nunca le darían y donde podrá encontrar material extremo. Violencia brutal. Gore a raudales. Y sexo enfermizo. Esta es otra vertiente tan fascinante como inquietante. Que haya fans del género que se dejen los ahorros en pequeñas producciones caseras cuyo único reclamo sea ver cómo chicas de grandes pechos son asesinadas de formas cruentas. En ocasiones hablamos de auténticos vídeos fetichistas generosos en sordidez, como los del veterano y famoso sello "W.A.V.E. Productions" regentado por Gary Whitson. Mediometrajes y largometrajes grabados según las más elementales leyes de la creatividad audiovisual (es decir, planos generales y poca cosa más) en los que se muestran chicas siendo estranguladas, recibiendo balazos en zonas concretas del cuerpo (incluidas vaginas castigadas por los rayos surgidos de unas manos monstruosas ¿?) y siendo electrocutadas, de manera que al sacudir sus cuerpos nos recreamos a cámara lenta en el zarandeo de las ubres. Muy alucinante, más si tenemos en cuenta que mucho de este material está hecho por encargo. Es decir, la fórmula secreta del éxito de Whitson es que te ofrece la oportunidad de que mandes un guión con lo que quieres ver y ellos te lo producen, por lo que la veda queda abierta para que todo aquel tarado y pervertido pueda plasmar en imágenes y con chicas de carne, hueso y silicona su fantasía más retorcida.
A J.T.Petty toda esta morralla le flipaba tanto como a mí, por lo que decidió dedicarle un documental. O, mejor dicho, una docu-ficción. Para ello se puso a recorrer convenciones en busca del más retorcido "underground horror". Y aunque uno de los creadores a los que entrevista es el mismo Gary Whitson, prefiere centrarse en otros tres personajes, Bill Zebub, Fred Vogel y Eric Rost. Algo que no deja de resultar curioso si tenemos en cuenta que Petty es un profesional respetado, especialmente gracias a su primera obra,"Soft for Digging", seguida por títulos como "Mimic 3: El guardián", "The Burrowers" o "Hellbender".
Las intervenciones de Bill Zebub, videoasta del que hemos hablado largo y tendido, son las más divertidas del documental, tanto por las declaraciones que esputa ("Mírame ¿Tengo aspecto de saber hacer una película?") como por el momento en el que le vemos grabar uno de sus proyectos. A Fred Vogel le conoceréis por sus famosas e infames "August Underground", supuestos y muy verosímiles vídeos caseros perpetrados por un asesino en serie. Confieso que nunca me ha apetecido ver ninguna de ellas a pesar de que no me han faltado oportunidades. En cuanto a Eric Rost, pues ahí entramos en el apartado "ficción". Petty juega con una idea que no por manida resulta menos escalofriante, ¿y si uno de estos tipos fuese un auténtico psicópata y sus grabaciones caseras crímenes reales?.
Conocemos al tal Eric vendiendo
en las convenciones sus dvd's bajo mano. "S&Man" es el título genérico y en todos ellos acosa a una chica grabándola en vídeo mientras camina por la calle. Luego se cuela en su casa para practicarle vudú. Y finalmente la secuestra y la mata delante de la cámara. Ni que decir que el actor elegido para interpretar al tipo encaja muy bien en el aspecto del típico "nerd" regordete que vive en el sótano de casa de su madre y asegura que ver esos vídeos es un pequeño desahogo para aquellos que, como él, no tienen demasiado éxito con las chicas. Ya del todo metidos en lo propiamente peliculero, la obsesión de Petty por saber más del chaval y su "obra" acabará irremediablemente en tragedia.
A la par que todo esto se desarrolla, "S&Man" reflexiona sobre el "placer" de visionar imágenes de violencia extrema y misoginia,
con ayuda de algunos especialistas no excesivamente brasas, tocando incluso temas como el "snuff" o los vídeos de ejecuciones confeccionados por terroristas. El resultado final es bastante entretenido y sobre todo interesante. J.T. Petty sabe integrar muy bien la ficción dentro del meollo y recrear a la perfección, y de manera muy perturbadora, esos supuestos crímenes auténticos que presenciamos.
Y sí, al terminar te haces unas cuantas preguntas y te replanteas algunas cosas.
Recomendable.

domingo, 24 de enero de 2016

LOS FOTOCROMOS DE “PHANTASMA, EL PASAJE DEL TERROR” (EN TRIBUTO A ANGUS SCRIMM)

Hace una semana el Gran Alex Gardés y un servidor de ustedes coincidimos nuevamente bajo un mismo techo y volvió a cargarme las alforjas con más fotocromos (y algún excelso póster), material en sendos casos asombroso y que iré colgando por acá semanalmente, como hasta ahora, vamos.
Para comenzar esta nueva dosis había pensado en otros fotocromos, unos mucho más distinguidos, pero les daremos salida el próximo Domingo, ¿por qué?, pues por la oportunidad que nos brindan los de hoy para lanzar un último adiós al bueno de Angus Scrimm, el “Hombre Alto” de la saga “Phantasma” recientemente fallecido, saga a la que pertenece el título que les brindamos: “Phantasma, el pasaje del terror” o, dicho de otro modo, “Phantasma 3” con, obviamente, el homenajeado en funciones protagoniles y, por ende, notoria presencia en dos de los fotocromos que siguen a estas burdas letras.
¿La peli?. Ya hablé brevemente de ella en su momento, y suficiente hay con eso.
¿el amigo Angus?. Pues no es que fuera un actorazo de variado registro, pero además de su innegable icónica presencia en las “Phantasmadas”, también le recuerdo con cariño parodiando a su personaje emblema en la sanamente idiota “Transylvania Twist”.
En fin, descanse en paz “Hombre Alto”, esperemos que los enanitos babosos no se lo lleven a otra dimensión a currar, y si osan molestarle, bastará con que se ponga en pie, frunza el ceño y grite eso de “Chiiiicoooo!”. Seguro que los insensatos salen escopeteados!.










sábado, 18 de abril de 2015

DIGGING UP THE MARROW

¿Nunca te has preguntado donde van a ir a parar los recién nacidos deformes?. William Dekker, detective retirado, lleva años investigando y lo sabe. Habitan bajo tierra y tiene localizada la entrada de su escondrijo situada en un viejo cementerio. Para documentar la terrible verdad se pone en contacto con el cineasta "cult" especializado en terrores Adam Green, autor de pelis como "Frozen" o la saga "Hatchet", quien decide apuntarse al sarao, sobre todo a partir de la noche en la que ve con sus propios ojos una de esas criaturas. La cosa se va convirtiendo en obsesión, a pesar de que su mujer no anda nada contenta y su equipo le recrimina que pierda el tiempo con chorradas, hasta que un día comienza a sospechar que todo es una estafa, una tomadura de pelo, por lo que decide visitar él solo (y su cámara) la siniestra fosa supuestamente habitada por monstruos. Mala idea.
"Digging up the marrow" es la más reciente película de, sí, ese Adam Green del que hablaba más arriba. Y, como veis, se trata de un concepto muy interesante que recuerda vagamente al de "La nueva pesadilla" de Wes Craven. Cine dentro del cine. Es por ello que Green se interpreta a sí mismo, algo que también hace su (ex) mujer (que pa algo es actriz), el cámara, el montador y algunos rostros populares en sendos cameos muy agradecidos. Por ejemplo, están Don Coscarelli (el otro amigo de Víctor), el inevitable Lloyd Kaufman, Tony Todd y en apartados más destacados Kane Hodder (gracioso verle no-reaccionar frente a las imágenes del primer monstruo. Muy en su línea) y especialmente Tom "Noche de miedo" Holland y Mick "unpocodetodo" Garris, que son quienes más se prestan a la broma. Si algo te preguntas durante el visionado de la película es "¿Por qué el detective no recurre a un director más famoso que Adam Green?". Y ahí está la coña, cuando el cineasta lo comenta con Holland y Garris, estos le tratan de idiota y le cuentan que el tipo ya les vino a ellos (y a Landis, y Carpenter, y Del Toro...) con la misma historia, solo que no le hicieron ni puto caso. Un gag que parece un corto de colegas improvisado (ejem...), algo que me moló mucho, ¿pa qué negarlo?. Por lo demás, y sin salirnos de terreno puramente friquista, tenemos un auténtico festival de camisetas ("Phantasma", "Evil Dead" y muchas de las pelis del mismo Green) y toda la saga de "Viernes 13" en vhs asentada en una estantería.
Cabe decir que estamos ante una combinación bastante curiosa de "found footage" y "mockumentary". Incluso se permiten unas cuantas coñas al respecto, como cuando Adam Green exclama: "¡Esto no es un found footage, es un... footage footage!". O la fobia a los infrarrojos del cámara, que evita usarlos a lo largo de la peli, aunque la oscuridad sea total y absoluta.
La trama se va desarrollando básicamente a base de diálogos y diálogos, centrándose en la relación de Green y el detective, interpretado por el carismático y veterano Ray Wise (especialmente famoso por la serie "Twin Peaks"). Y dadas las circunstancias, no se hace la cosa demasiado pesada, la pareja tiene feeling y se tira bastante del humor sin resultar demasiado cafre. Cuando llegan las pinceladas de terror y monstruosidades, pues bueno, no funcionan demasiado en el apartado miedo/sustos. En cuanto a los efectos especiales, se agradece que tiren más de látex que de CGI, reducido este último a lo mínimo, aunque los monstruos se ven igualmente bastantes cutres. Esto no debería importar por el rollo nostálgico, de que sean trucos físicos y no píxeles, pero el supuesto realismo pseudo-documentalista de la propuesta no casa bien con todo ello. Tal vez el más efectivo sea el "cabeza de payaso", pero pa entender esta parte de la reseña tendréis que ver la película.
El desenlace está a la altura de la mayoría de found footages... te deja un poco en plan "po fale".
En fin, no es una mierda, se aguanta bien y tiene su gracejo, sin ser nada del otro jueves... algo que, a la larga, tampoco es tan malo.

viernes, 2 de enero de 2015

BLOODY BLOODY BIBLE CAMP

No hay mayor enemigo para el cine de terror que el propio fan medio del cine de terror. Al fan le gusta mucho este “Bloody Bloody Bible Camp” ( a mí me gusta pronunciar este título… ¡que musicalidad!) y “Bloody Bloody Bible Camp” se caga en el “Slasher” y en los demás sub géneros. No obstante, igual que los fans americanos lo flipan con esta mierda de película, los de aquí, si esta llegara a nuestro mercado, la sacarían en procesión  como los católicos a la virgen y, a buen seguro, formaría parte de sus estúpidas preferencias. La película es tan repugnante, que incluso tiene su propia edición de VHS para los coleccionistas yankies. No se puede ser más chachi… y esnob. Indirectamente, es una consecuencia de toda esa basura creada por Tarantino y Rodríguez, y que ahora los paletos veintentones españoles que ven cine de terror conocen como “Grindhouse” (gracias a dios que como todas las modas, esta ya está pasando).
Ya saben entonces que pasa con esta película ¿no? mucho gore y cachondeo. Pero mal servido. Y peor mezclado… esto que tan delirante quiere parecer, es más aburrido que una carta de ajuste.
Y es una lastima, porque, sin embargo, la idea de una monja con máscara de diablo que masacra jóvenes en un campamento para adolescentes católicos puede tener su gracia si se hubiera llevado a través de otros derroteros. Pero no, se opta por el cachondeo y la saturación de los colores para darle a la peli un tono festivo, y un falso look ochentero para homenajear (cuando las películas de terror de aquella época eran todas deprimentes y paupérrimas visualmente).
El cerebro tras esto es Vito Trabucco, director que por lo visto, si le das cuatro pesetas, te vuelve con una vistosa película que triplicará su presupuesto a base de beneficios, y que tiene a todo el fandom USA en el bolsillo, cosechando, en consecuencia, unas críticas favorables, que hacen reforzar este estilo que desarrolla. A mí me parece una puta mierda. Atractiva, porque a mí en principio me llamó la atención, pero luego, este tono complaciente con el fan retarded y ese cachondeo tan tonto, me provocan el más feroz de mis rechazos.
En los años setenta, en un campamento católico, una monja psicópata dio matarile a una serie de campistas que estaban practicando sexo. En los años ochenta, el campamento es conocido por los alrededores como “Bloody Bloody Bible Camp” debido a aquella matanza, y ahora la historia se va a repetir en un grupo de campistas comandados por el padre Richard. Así que vemos dos veces lo mismo…
Tras una puesta en escena prometedora de un cuarto de hora en la que, mientras vemos los créditos vemos como los primeros campistas van siendo masacrados por esta monja, pasamos a los años ochenta, y ahí ya la película se vuelve espantosa. Si algo podíamos destacar de ella es el gore, que resulta efectivo, pero una vez entrados en situación y hasta la recta final de la película, esta se desarrolla como comedia, con los campistas y el cura haciendo cosas supuestamente graciosas –el concurso para ganar una Biblia en español- pero que en absoluto funciona, porque el tal Trabucco, curtido, por supuesto, en el cine de terror, es incapaz de elaborar un solo buen gag o una sola situación cómica, por lo que la película cae en saco roto. Un espanto, un despropósito. Luego, ya si, hace acto de presencia la monja asesina que se cepillará al personal, sin más. Pues se termina la película, te quedas igual, y encima enfureces. Y me da rabia porque luego es cierto que el look del asesino es de lo más molón… y si la película fuera un “Slasher” serio, o no tan autoparódico, resultaría de lo más impactante, pero….. Pero es tan poco original…. Tan poco osado… con decir que la película tiene hasta la intervención de Ron Jeremy ¡¡Como montones de películas malas de terror!! Hasta para eso es poco original el colega. 
Una manera de definir lo que es “Bloody Bloody Bible Camp” sería “Los Albóndigas meets Viernes 13 para retrasados”.
La película, que en un alarde de velocidad fue rodada en tan solo diez días, tiene en el reparto  a rostros punteros dentro de la serie B, como puedan ser Reggie Bannister, conocido por la saga de “Phantasma” y visto en infinidad de películas en roles minúsculos, aquí es el padre Richard, protagonista absoluto de la peli.  Tim Sullivan, director de “2001 Maniacos”, “2001 Maniacs: Fields od Screams”o algún segmento de “Chillerama”, es también productor de infinidad de productos pequeños de terror, sin ir más lejos, el que nos ocupa y  tendría un papel de reparto e interpretaría a la monja “Slashística” del póster. El resto del reparto, carece de importancia. Como la película misma.
En cuanto a Trabucco, a razón de peli por año, saborea las mieles, y nos traerá más basura de este porte. No voy a ver ni una más.

lunes, 5 de mayo de 2014

VIVIR RODANDO

Todos sabemos que durante los abominables años 90 el cine alcanzó cotas de mierdismo nunca vistas. Y siempre solemos recurrir a la coletilla de que el más sufriente fue el género de mis amores, el terror. Descarao... pero hubo más. La otra cinematografía que se fue al gerete de forma definitoria durante tan diabólica década fue el absurdamente llamado cine independiente. Hasta la llegada del puto Tarantino, su "Reservoir Dogs" y la repugnante gentuza de "Miramax", el cine "indie" no solo no se llamaba así, sino que lo conformaban películas genuinamente libres rodadas con poca pasta y en las que, ciñéndonos  a la rama más "artística", cualquier atisbo de "cine de género" puro y duro quedaba bien lejos de los intereses y las intenciones de sus creadores. Gracias al éxito de Tarantonto, y Robert Rodriguez aprés, el cine “indie" se convirtió en un género en si mismo, una etiqueta a la que los estudios y demás corporaciones podían recurrir para atraer a un tipo de audiencia no exprimida hasta entonces (aquella que se cree más inteligente y mejor porque ve películas independientes… cuando, solo por ello, está demostrando ser más retrasada que un cholo poligonero). También comenzó a llenarse de pistolas y ultra-violencia (algo muy efectivo de cara a la posible taquilla) y adquirió un lenguaje más propio del "exploitation", solo que disfrazado de "cool". La oleada de películas independientes que se aferraban a esos esquemas fueron legión, dando pie al nacimiento y expansión de auteurs tan oportunos y oportunistas como el insufrible Gregg Araki, por decir uno.
La prueba del grado de auto-consciencia del mal llamado cine “indie", de su condición de nuevo género con sus propias reglas, la tenemos en "Vivir Rodando" ("Living in Oblivion" en v.o.) que, para más inri, viene protagonizada por un rostro de lo más habitual en ese gueto, Steve Buscemi (uno de los "Reservoir Dogs", ¡ups!) y dirigida por la versión "fácil" de Jim Jarmusch, Tom Di Cillo, cuyo film de debut era, pues eso, una peli de Jarmusch (con especial fijación en "Vacaciones permanentes") destinada a escolapios y espectadores habituados a las multi-salas y con protagonismo de todo un guaperas que acabaría petándolo, Brad Pitt, "Johnny Suede". No es casual, Di Cillo fue director de fotografía en los primeros films del cineasta del pelo blanco.
Todo esto que digo no es necesariamente malo... pero tampoco creo que sea cine "indie". Otra evidencia la tenemos en lo poco que DiCillo tardó en confeccionar su primer título pretendidamente "mainstream" y la notoria hostia que se metió ("Una rubia auténtica"). Entre medias facturó algunas comedias dramáticas más (repasando su filmografía he recordado "Box of moonlight", que mi cerebro había relegado a un rincón desde que la consumí en el cine... por algo será) para, finalmente, verse condenado a dirigir de modo exclusivo series de televisión a troche y moche como "Monk", "Ley y orden: acción criminal" o "Chicago fire". Resumiendo, Tom DiCillo representa el "bluff" del cine mal llamado "indie" de los 90. Es su viva materialización en carne y pelo.
"Vivir rodando" narra las trifulcas del rodaje de una película "indie" de bajo presupuesto, con sus problemas técnicos y humanos. Todo ello enfocado de modo esencialmente humorístico y levemente dramático. That´s it.
Lo que decía, cine "indie" hablando de las entrañas del cine "indie", de sus miserias y dificultades. Todo muy acorde a la mentalidad que predominaba en los 90 en los pasillos de "Sundance": Hollywood es el gran malo de la función. Es decir, todos aspiramos a llegar allí, pero hasta que lo consigamos, es el malo. "Vivir rodando" se divide en unos pocos segmentos que, por aquello de ser un mínimo arty, se suponen sueños y terminan/enlazan con metafóricas puertas que se abren y cierran. Bien, uno de esos segmentos narra cómo un guaperas de Hollywood, actor de éxito que ha accedido a salir en una peli modesta en busca de prestigio, es la fuente de los conflictos a base de divismo y de querer interferir creativamente (¿puya de DiCillo a Pitt?). Muy de manual. Al repollo en cuestión lo interpreta un adecuado James Le Gros (protagonista de "Phantasma: el regreso") y en un momento dado confiesa que si se metió en ese berenjenal fue porque se pensaba que el director era como Quentin Tarantino. Fijaos hasta qué punto el "indiesmo" era ya algo establecido y digerido, que se recurre a sus "nombres de peso" para marcarse una coñeta.
Por esa misma regla de tres, otro de los cineastas del gremio parodiados, muy de moda en los 90, es David Lynch. Sin embargo, el momento en cuestión proporciona una de las mejores... er.... no, la mejor escena de toda la película. Se supone que nuestros protagonistas están rodando un sueño. Una chica vestida de novia en una habitación pintada de ¿naranja? dice "Estoy tan hambrienta…". Entonces se abre una puertecita de marco torcido y sale un enano con smoking que sujeta una manzana y da vueltas alrededor de la chavala. Gracioso, pero no tanto como cuando la "persona pequeña" (el hoy reputado actor Peter Dinklage gracias a "Juego de tronos" y su papel en la esperada "X-Men: días del futuro pasado") se cabrea y le echa al aspirante a gran director, Buscemi, una bronca, una de lo más inspirada en la que se ríe de la manía de cierto sector del cine artístico por incluir enanos en sus escenas oníricas para dárselas de raro y que termina con una brillante frase: "¡Nadie sueña con enanos, ni tan siquiera yo sueño con enanos!". Solo por los 2 o 3 minutos que dura este discurso, merece la pena ver "Vivir rodando". Yo me partí de risa cuando la consumí en un mini-cine con cuatro gatos más y el otro día, revisándola en dvd.
¿El resto?, bueno, pasable. La mayoría de salidas humorísticas o gags son muy facilones, algo infantiles y previsibles. DiCillo se esfuerza en crear personajes carismáticos que dejen huella, como el cámara "Lobo", pero no lo consigue. Por aquello de que quede clara su condición de película "indie", entremezcla color con blanco y negro. En los sueños las imágenes de la vida real son blanco y negro, y la peli que están rodando es color. Luego, ocurre justamente lo opuesto. Imagino que hay alguna intención metafórica y metafísica en todo ello... o no, tal vez solo sea una pijadilla estética muy propia de la superficialidad y la artificiosidad de este cine "indie" de mentirijillas. Junto al gag del enano, lo mejor de toda la puta peli es su -se supone que- moraleja final, en la que, tras miles de problemas y dificultades, logran rodar entera una escena gracias a la espontaneidad, a la improvisación y a la creación pura “in situ”, tirando guión y preparativos por la borda. Estoy muy a favor de eso... claro que, una vez más, todo es fachada ya que para hacer su película, Tom DiCillo se aferró al guión como un pajillero se aferra a su castigado micro-pene. Y quien lo ponga en duda, que se agencie de la biblioteca del barrio el dvd editado por el "Fnac" y se mire los extras, donde encontrará una curiosa proyección festivalera en la que, posteriormente, actor y director comentan cosillas de la película.
Aunque tal vez lo más clarificador sea escuchar las palabras del responsable de organizar el evento, que trata a "Vivir rodando" casi de obra de arte minoritaria comparándola con uno de los clásicos de Fellini, por aquello de que también son artísticos y minoritarios. Ta claro, también las películas de Fred Olen Ray las ve poca gente y no por eso se parecen a "8 y medio". Eso sí, termina soltando la puya a la película de Hollywood de rigor, que no es otra que "El proyecto de la bruja de Blair" que entonces lo estaba petando en las taquillas del planeta. Bien, es una comparación un poco injusta, ¿no créeis?. De hecho, me parece a mi que es fruto de la pura, dura y vil envidia. "Blair" era una película parida con menos medios que "Vivir rodando" y mucho más arriesgada, revolucionaria y poco complaciente en su estética. Cámara en mano, vídeo y ni una gota de gore. ¿Qué culpa tuvo ella de conectar con las audiencias masivas y cosechar tanto éxito?, ¿de que a sus creadores se les ocurriera una ingeniosa táctica promocional (o la copiaran -mejorándola- a "The last Broadcast")?, ¿hay que condenarla por eso?, ¿es porque pertenece al terror, el género "maldito" por excelencia?. Pues oigan, no sé yo qué decirles, porque al fin y al cabo la peli de Tom DiCillo no es más que una comedieta amable y muy simplona perfectamente digerible por un público poco exigente. Ni es rompedora, ni es diferente, ni es artística, tampoco es que sea una mierda, entretiene lo justo y te hace sonreír (salvo la escena del enano, que ahí te ríes a gusto). Una peli muy acomodaticia que te deja igual, se olvida con facilidad y no supera la barrera del tiempo (es muy de su época).... cosas estas impropias de lo que debería ser un cine genuinamente libre y personal.