Que en nuestra asquerosa sociedad tendemos a atacar e intentar hundir a aquel que tiene éxito con algo que, encima, lo cambia todo -y por tanto, perjudica a los que se han quedado atrás- es un hecho demostrado infinidad de veces. Centrándonos en cuestiones que afectan a este ciber-lugar, dicha teoría es perfectamente aplicable a Amazon y Netflix. Ambas han triunfado por todo lo alto, a pesar de unos inicios modestos y poco halagüeños. Ambas se lo están comiendo TODO. Ambas han cambiado las cosas y, por ello, se han ganado muchos enemigos. Yo, por supuesto, soy un admirador y defensor de las dos, aunque no sea cliente de Netflix. Sí lo soy de Amazon y no tengo queja alguna.
Centrándonos en lo que llamo la Netflix-fobia recurrente, se produce un fenómeno harto curioso. Haga lo que haga esta gente, produzca lo que produzca, decida lo que decida, en las redes no suelen caerle más que palos por doquier. Se la machaca, se la desprecia y se le acuña un fracaso tras otro. Sus productos reciben críticas malísimas, aunque rara vez basadas en preceptos cinematográficos, de calidad, muy al contrario vienen impulsadas por el simple y puro odio. Irónicamente, luego esos supuestos fracasos son auténticos "hits". Bombazos que gustan a una gran parte de su audiencia (y a los que descargamos luego ilegalmente, of course), pero una presencia oscura en la sombra intenta hacernos creer lo contrario desde las cloacas interneteras. No paro de leer que Netflix tiene los días contados. ¡JA! ya querrían muchos... empezando por sendos festivales de cine prestigiosos comandados por puretas y la misma Academia de Hollywood, obcecada en negarle el reconocimiento. Luego me veo todos esos productos que se supone son tan horribles y me digo "Coño, vale que no son maravillas pero, de ahí a tanto desprecio, tanta crueldad... pues oiga, no lo entiendo. A mi me han gustado". No es que todo lo que hace Netflix sea oro. Ni por el forro. Pero tampoco es basura. Tiene cosas perfectamente digeribles que algunos intentan convencernos de que son lo opuesto (supongo que en un afán de perjudicarles por intereses mercantiles). Productos que estrenados por otra vía, y con otra marca, probablemente no recibirían un trato tan encabronizado.
Me habría ahorrado todas estas letras si no fuese porque ha vuelto a pasar. Empujado por mera curiosidad, me descargué una serie de la que solo había leído mierda, "Jupiter's Legacy". Mi reacción a la misma ha inspirado todo este tochete.
"Jupiter's Legacy" está basada en una novela gráfica del reputado Mark Millar, acompañado en los dibujos por Frank Quitely. Nunca jamás la leí. De hecho, ni la conocía. No es mi tipo de comic. Perdón, de novela gráfica. Así que tuve la grandísima suerte de enfrentarme a esta adaptación para la pequeña pantalla, virgen, fresco como una rosa. Lo que me encontré fue una especie de "Watchmen" pero un poco menos pretenciosa. Con superhéroes llenos de encrucijadas morales, problemas, tormentos y secretos oscuros, versión light. Y luego, el toque de violencia y mala folla de un "The Boys", aunque carente del irritante tonito "guachi" y exhibicionista propio de su productor ejecutivo, Seth Rogen.
Hay una panda de superhéroes que se rigen por un código sagrado. Da igual lo malo que sea el supervillano de turno, JAMÁS hay que quitarle la vida. Solo prenderle y llevarle a las autoridades que lo meterán en una supercárcel de máxima seguridad. El superhéroe principal, que responde al maravilloso nombre de Utopian y luce unas bonitas barbas y greñas blancas (sí, superhéroes ancianos), anda obsesionado con ello y así se lo ha impuesto a sus dos superhijos. Ella se ha convertido en una drogata insufrible. Él sigue los pasos de papá hasta que un día se enfrentan a un tipo muy peligroso que casi mata a toda la superpandi. El chaval, ansiando demostrar sus dotes, le mete tal hostión que le revienta la cara (momento que aplaudí entusiasmado) y, pues se lo carga. Esto hará que toda la prole entre en conflicto, más aún cuando descubran que dicho villano en realidad es el clon de otro que sigue encerrado. Vamos, que alguien lo puso ahí para despistar a los superhéroes protas. ¿Por qué, a causa de qué y por parte de quién?.
Este misterio tan estupendo se narra a la par que nos muestran el origen de los supertipos, muy inteligentemente situado en pleno crack de la bolsa de Nueva York (1929). Una parte que mola muchísmo porque está narrada con un tono aventurero muy "pulp". El prota recibe un mensaje que tendrá que descifrar y le llevará -a él y sus acompañantes- hasta una isla oculta en medio de una tormenta perpetua. Todo altamente gozoso. Casi me gustó más que la historia ambientada en el presente.
¿El resultado? Pues una serie la mar de entretenida y que, a diferencia de lo habitual en mi, deglutí en un par de días, ansioso cada vez que terminaba un capítulo por ver el siguiente. Y en caso de que se lo pregunten, los efectos especiales están a la altura de cualquier producto Hollywoodiense. Hay que ver como ha cambiado el cuento, antes una serie de superhéroes, o de fantasía en general, era sinónimo de trucajes chapuceros, hoy eso ya no pasa.
Pero, por desgracia, tanto palo y tanta mala leche lograron su cometido y "Jupiter´s Legacy" fue cancelada por Netflix. Se va a quedar cojita, con una única temporada. Y es una putada. Deja muchos enigmas sin resolver y plantea nuevas movidas bien jugosas. Podría haber sido una segunda tanda divertida... pero no será (habrá quien diga "Pues lee el comic", pero... ¡¡naaah, no es lo mismo!!). En cualquier caso, y asumiendo ese handicap, esta primera -y huérfana- combina muy bien el rollo adulto + dramático, con la diversión propia del género superheróico de toda la vida. Un petate equilibrado y recomendable.
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sábado, 26 de junio de 2021
viernes, 30 de octubre de 2020
EL HALLOWEEN DE HUBIE
Lo que me encanta de Adam Sandler es que, un año, hace una película dramática en la que el tío ejecuta un papel tremendo de aquellos que sirven para que le den premios y consigue poner a toda la crítica a sus pies, y, al año siguiente, hace una película de Adam Sandler para fans de Adam Sandler, dando lo que se espera de Adam Sandler (por lo general, roles en los que interpreta a un individuo con ligero retraso mental) y consigue poner en su contra a toda esa misma crítica que el año anterior le laureó.
Además, cuando la crítica se ceba con Adam Sandler, suele ser especialmente cruel —de hecho, creo que fue con “Desmadre de padre”, un crítico británico, incluso llegó a desearle la muerte—. Pero Sandler no da puntadas sin hilo y sabe perfectamente la reacción que va a generar con cada película que hace. ¿Afecta esto a su modus operandi? En absoluto. Tiene a crítica y a público en donde quiere tenerlos en cada momento. Y por el camino, aumenta los ceros se su cuenta bancaria. ¿Stanley Kubrick? Me río yo de Kubrick. Adam Sandler sí que tiene absoluto poder creativo sobre lo que hace. Quizás por eso es la niña bonita de Netflix que le tiene en nómina desde el día cero. Por otro lado, fue Adam Sandler uno de los primeros hombres de negocios de Hollywood que se dio cuenta de que el futuro del cine estaba en las plataformas digitales y no en las salas. Y en ese negocio anda, intuyo, que por mucho tiempo.
Dentro de esa tesitura, “El Halloween de Hubie” es su última película para Netflix y en menos de un mes de vida en la plataforma la crítica ya le ha dicho de todo a Sandler menos bonito —esta tiene especial mérito, pues no solo ha puesto en su contra a la crítica convencional, sino también al público generalista, aquel que no es fan de Adam Sandler y que ven el film porque está disponible en Netflix, jamás pagaría por ir a ver una película de Sandler al cine, pero no tiene reparo en ensañarse con ella cuando el poder verla sólo es cuestión de darle a un botón. Bueno, en cualquier caso, hablar, opinar,hasta ahora es gratis—. No es para menos porque, en una reivindicación de sus papeles más irritantes, el Hubie de esta película es el típico personaje bobalicón y retraído que tan bien se le da hacer a Sandler y que puede sacar de quicio a neófitos y haters del cómico, pero que hará las delicias de sus fans, entre los que me incluyo. “El Halloween de Hubie” da exactamente lo que se puede esperar de una película de Adam Sandler. Esperar algo distinto es una absoluta necedad. Y lo que hoy se le critíca, ya lo había dado en películas como "Zoham". Así que, cuanto más se le critica, mas Sandler es, y cuanta más facilidad tiene para ofender a esos obvios plumillas y blogeros, mucho mejor.
La película viene que ni al pelo para estas fechas (Mañana se celebra Halloween, festividad esta que afortunadamente, y exportada de los USA, cada vez se celebra más aquí y a mí me encanta) y por eso la reseño este finde (mañana viene otra), porque no se me ocurre mejor cinta que esta para visionar durante la noche de las brujas, que es, por otra parte, para lo que ha sido concebida esta “El Halloween de Hubie”. Así, tenemos una comedia de lo más tontorrona e inofensiva a la que se le ha dado un toquecito chiquitín de terror, para disfrute de toda la familia. Una película para Halloween y ambientada en Halloween. Y es una maravilla ver todo lo que sucede en el pueblo en el que situamos la historia (nada menos que Salem), debidamente acondicionado con toda la parafernalia propia de esa festividad y, además, muy a la americana, con lo cual es un placer para los sentidos. Entre esqueletos, calabazas y Adam Sandler, va la cosa. Por ponerle alguna pega, hay que decir que, la trama, me ha parecido un tanto confusa, así como vaga, pero como al final no es más que una chorrada y se resuelve con facilidad, nos da un poco lo mismo. La trama, no es más que una excusa para que veamos a Sandler y a su equipo para arriba y para abajo en la noche de Halloween.
Hubie lleva toda su vida viviendo en Salem y toda su vida ha sido víctima del buying al que le ha sometido casi la totalidad del pueblo. Durante la festividad de Halloween, él se ofrece como voluntario para hacer las veces de monitor de los jóvenes, por lo que patrullará toda la noche por el pueblo para garantizar la seguridad de todos durante la fiesta. Sin embargo, la presencia en el pueblo de un extraño nuevo vecino, y las desapariciones misteriosas (y medio paranormales) de unos cuantos habitantes, llevarán a nuestro protagonista a contactar con la policía (que pasa de él) para que investigue… y poco más. Y ni falta que le hace.
En realidad es un film muy del montón de Adam Sandler, los tiene mejores y también peores, pero, su ambientación en Halloween con tanto monstruito, tanto adorno, tanta calabaza, lo convierten sin duda en uno de los más simpáticos y agradables. Vemos la película, nos echamos unas risas, nos vamos a dormir, y al despertar al día siguiente ya no nos acordamos de ella. Pues maravilloso.
Por ahí tenemos, haciendo gracietas, a Ben Stiller, Steve Buscemi, Rob Schneider, Kevin Hart, Maya Rudolph, Ray Liotta… El director, que en una película de Adam Sandler es lo de menos, es Steve Brill, que ya lo dirigió en “Mr. Deeds” o “Sandy Wexler” y cuya película más gorda fuera de la órbita Sandler sería “De perdidos al río”. Ahí, es nada.
Además, cuando la crítica se ceba con Adam Sandler, suele ser especialmente cruel —de hecho, creo que fue con “Desmadre de padre”, un crítico británico, incluso llegó a desearle la muerte—. Pero Sandler no da puntadas sin hilo y sabe perfectamente la reacción que va a generar con cada película que hace. ¿Afecta esto a su modus operandi? En absoluto. Tiene a crítica y a público en donde quiere tenerlos en cada momento. Y por el camino, aumenta los ceros se su cuenta bancaria. ¿Stanley Kubrick? Me río yo de Kubrick. Adam Sandler sí que tiene absoluto poder creativo sobre lo que hace. Quizás por eso es la niña bonita de Netflix que le tiene en nómina desde el día cero. Por otro lado, fue Adam Sandler uno de los primeros hombres de negocios de Hollywood que se dio cuenta de que el futuro del cine estaba en las plataformas digitales y no en las salas. Y en ese negocio anda, intuyo, que por mucho tiempo.
Dentro de esa tesitura, “El Halloween de Hubie” es su última película para Netflix y en menos de un mes de vida en la plataforma la crítica ya le ha dicho de todo a Sandler menos bonito —esta tiene especial mérito, pues no solo ha puesto en su contra a la crítica convencional, sino también al público generalista, aquel que no es fan de Adam Sandler y que ven el film porque está disponible en Netflix, jamás pagaría por ir a ver una película de Sandler al cine, pero no tiene reparo en ensañarse con ella cuando el poder verla sólo es cuestión de darle a un botón. Bueno, en cualquier caso, hablar, opinar,hasta ahora es gratis—. No es para menos porque, en una reivindicación de sus papeles más irritantes, el Hubie de esta película es el típico personaje bobalicón y retraído que tan bien se le da hacer a Sandler y que puede sacar de quicio a neófitos y haters del cómico, pero que hará las delicias de sus fans, entre los que me incluyo. “El Halloween de Hubie” da exactamente lo que se puede esperar de una película de Adam Sandler. Esperar algo distinto es una absoluta necedad. Y lo que hoy se le critíca, ya lo había dado en películas como "Zoham". Así que, cuanto más se le critica, mas Sandler es, y cuanta más facilidad tiene para ofender a esos obvios plumillas y blogeros, mucho mejor.
La película viene que ni al pelo para estas fechas (Mañana se celebra Halloween, festividad esta que afortunadamente, y exportada de los USA, cada vez se celebra más aquí y a mí me encanta) y por eso la reseño este finde (mañana viene otra), porque no se me ocurre mejor cinta que esta para visionar durante la noche de las brujas, que es, por otra parte, para lo que ha sido concebida esta “El Halloween de Hubie”. Así, tenemos una comedia de lo más tontorrona e inofensiva a la que se le ha dado un toquecito chiquitín de terror, para disfrute de toda la familia. Una película para Halloween y ambientada en Halloween. Y es una maravilla ver todo lo que sucede en el pueblo en el que situamos la historia (nada menos que Salem), debidamente acondicionado con toda la parafernalia propia de esa festividad y, además, muy a la americana, con lo cual es un placer para los sentidos. Entre esqueletos, calabazas y Adam Sandler, va la cosa. Por ponerle alguna pega, hay que decir que, la trama, me ha parecido un tanto confusa, así como vaga, pero como al final no es más que una chorrada y se resuelve con facilidad, nos da un poco lo mismo. La trama, no es más que una excusa para que veamos a Sandler y a su equipo para arriba y para abajo en la noche de Halloween.
Hubie lleva toda su vida viviendo en Salem y toda su vida ha sido víctima del buying al que le ha sometido casi la totalidad del pueblo. Durante la festividad de Halloween, él se ofrece como voluntario para hacer las veces de monitor de los jóvenes, por lo que patrullará toda la noche por el pueblo para garantizar la seguridad de todos durante la fiesta. Sin embargo, la presencia en el pueblo de un extraño nuevo vecino, y las desapariciones misteriosas (y medio paranormales) de unos cuantos habitantes, llevarán a nuestro protagonista a contactar con la policía (que pasa de él) para que investigue… y poco más. Y ni falta que le hace.
En realidad es un film muy del montón de Adam Sandler, los tiene mejores y también peores, pero, su ambientación en Halloween con tanto monstruito, tanto adorno, tanta calabaza, lo convierten sin duda en uno de los más simpáticos y agradables. Vemos la película, nos echamos unas risas, nos vamos a dormir, y al despertar al día siguiente ya no nos acordamos de ella. Pues maravilloso.
Por ahí tenemos, haciendo gracietas, a Ben Stiller, Steve Buscemi, Rob Schneider, Kevin Hart, Maya Rudolph, Ray Liotta… El director, que en una película de Adam Sandler es lo de menos, es Steve Brill, que ya lo dirigió en “Mr. Deeds” o “Sandy Wexler” y cuya película más gorda fuera de la órbita Sandler sería “De perdidos al río”. Ahí, es nada.
jueves, 21 de septiembre de 2017
THE DEFENDERS
A rasgos generales me gustan las series que Marvel elabora para el canal Netflix. La primera temporada de "Daredevil" fue una grata sorpresa gracias a su tono oscuro y su tremenda violencia. La segunda me complació menos. Creo que el rollo místico no casaba bien con el resto de ingredientes, salvo por el más sabroso de todos ellos, "The Punisher". "Luke Cage" me aburrió soberanamente, parecía un dramón dirigido por Spike Lee, y el segundo capítulo fue el último para mí. Ni me molesté con "Jessica Jones", pero por puros prejuicios. No me gustan los superhéroes con vagina (y esta es especialmente cargante por su rollo macarrilla). Y finalmente tenemos a "Iron Fist". En un principio dudé, venía de "Luke Cage" y temía encontrarme con idéntico "muermismo", pero resultó ser una serie tontuna y simpática que, a diferencia del segundo "Daredevil", hacía buenas migas con el misticismo (un poco de chichinabo, eso sí).
Por todo esto, era inevitable que la curiosidad me matara con respecto a "The Defenders", el "Vengadores" de baratillo que junta a todos los arriba mentados. Para la ocasión los malos que han ido apareciendo a lo largo de las series previas -al menos las que he visto-, La Mano, están preparando una buena escabechina en la ciudad de Nueva York. Ello hace que, por avatares del destino -que no se materializan hasta el tercer capítulo-, "Daredevil", "Iron Fist", Luke Cage y Jessica Jones se rejunten, unan fuerzas y decidan desbaratar los planes de la "villanada" que, con el fin de darle más caché al proyecto, cuenta con Sigourney Weaver como jefa y la resurrección de... bueno, mejor lo ven.
En cualquier caso, consumí todos los capítulos y los soporté bien, pero al finiquitar el tránsito me quedé con un poso raro. Como que lo visionado no acababa de funcionar ni trascender. Una serie con cuatro superhéroes juntos y una villana de alto copete creo que tendría que haber sido más explosiva. No sé. Y lo que le sobra es prescindible palique y más palique. Entiendo que cuando el presupuesto no es muy generoso hay que buscarse la vida para compensar la falta de chicha... pero justamente el talento reside en saber salirse airoso de tal desafío, y eso es algo que no se acaba de vislumbrar en "The Defenders". No solo es que haya mucho "bla, bla", es que este resulta repetitivo y materializa en palabras lo que nuestros ojos y cerebro ya habían captado previamente a través de las imágenes. Es tan verdad como que las secuencias de yoyas molan mucho, sobre todo la primera que reúne a la súper pandi, pero hay pocas y, a la larga, se hacen también muy repetitivas. ¡¿Pa cuando otras maneras de combatir el mal que no estén ligadas a rasgos propios de las artes marciales?!. Al final lo que ocurre con "The Defenders" es lo que lleva ocurriendo con el arte audiovisual desde lustros: Si no tienes muchos medios a tu alcance, evita ambiciones desproporcionadas.
No obstante, y a pesar de mis vocablos, pienso seguir dándole una oportunidad a todo producto Marvel/Netflix que me pongan a disposición. Siempre hay algo interesante en ellos y merece la pena por lo menos testearlos. Ahora le toca el turno a la serie del "Punisher" en la que, entiendo, se recuperará el tono urbano, realista, crudo y contundente de la primera temporada de "Daredevil" (y las partes de la segunda en las que salía el de la calavera). Dicho de otra manera, me cago de ganas de verla.
Por todo esto, era inevitable que la curiosidad me matara con respecto a "The Defenders", el "Vengadores" de baratillo que junta a todos los arriba mentados. Para la ocasión los malos que han ido apareciendo a lo largo de las series previas -al menos las que he visto-, La Mano, están preparando una buena escabechina en la ciudad de Nueva York. Ello hace que, por avatares del destino -que no se materializan hasta el tercer capítulo-, "Daredevil", "Iron Fist", Luke Cage y Jessica Jones se rejunten, unan fuerzas y decidan desbaratar los planes de la "villanada" que, con el fin de darle más caché al proyecto, cuenta con Sigourney Weaver como jefa y la resurrección de... bueno, mejor lo ven.
En cualquier caso, consumí todos los capítulos y los soporté bien, pero al finiquitar el tránsito me quedé con un poso raro. Como que lo visionado no acababa de funcionar ni trascender. Una serie con cuatro superhéroes juntos y una villana de alto copete creo que tendría que haber sido más explosiva. No sé. Y lo que le sobra es prescindible palique y más palique. Entiendo que cuando el presupuesto no es muy generoso hay que buscarse la vida para compensar la falta de chicha... pero justamente el talento reside en saber salirse airoso de tal desafío, y eso es algo que no se acaba de vislumbrar en "The Defenders". No solo es que haya mucho "bla, bla", es que este resulta repetitivo y materializa en palabras lo que nuestros ojos y cerebro ya habían captado previamente a través de las imágenes. Es tan verdad como que las secuencias de yoyas molan mucho, sobre todo la primera que reúne a la súper pandi, pero hay pocas y, a la larga, se hacen también muy repetitivas. ¡¿Pa cuando otras maneras de combatir el mal que no estén ligadas a rasgos propios de las artes marciales?!. Al final lo que ocurre con "The Defenders" es lo que lleva ocurriendo con el arte audiovisual desde lustros: Si no tienes muchos medios a tu alcance, evita ambiciones desproporcionadas.
No obstante, y a pesar de mis vocablos, pienso seguir dándole una oportunidad a todo producto Marvel/Netflix que me pongan a disposición. Siempre hay algo interesante en ellos y merece la pena por lo menos testearlos. Ahora le toca el turno a la serie del "Punisher" en la que, entiendo, se recuperará el tono urbano, realista, crudo y contundente de la primera temporada de "Daredevil" (y las partes de la segunda en las que salía el de la calavera). Dicho de otra manera, me cago de ganas de verla.
sábado, 11 de febrero de 2023
EL ABISMO DEL INFIERNO
Un cura desesperado intenta matar a un niño con una misteriosa marca en el pecho, pero la policía se lo impide a tiros. Treinta y pico años después, el niño ya crecido se presenta en un siniestro monasterio digno de "El nombre de la rosa" como supuesto exorcista. Digo supuesto porque en realidad está ahí para investigar la desaparición de siete mujeres. Obviamente el lugar esconde un secreto muy truculento. Nada más instalarse, comenzará a sufrir visiones siniestras.
Teniendo en cuenta la murga que nos han dado estos últimos tiempos con mediocridades sobrevaloradas como "M3gan", "Smile", "Black Phone" o "X", parece de lo más injusto que "El abismo del infierno" siga siendo tirando a muy ignota. Casi desconocida. ¿Porque lleva el sello Netflix? ¿porque viene facturada desde Polonia? Lo desconozco. Lo que sí tengo claro es que, en lo que a mi respecta, es el film de terror más digno, notable y -en parte- refrescante que vi a lo largo del 2022. No destaca por su originalidad, pero sí aporta un no se qué distinto y muy agradecido, además de una realización solvente, un nivel técnico bien alto, una atmósfera lograda, efectos especiales estupendos, una seriedad gélida y, en fin, que me sorprendió. Comencé a verla sin saber donde me metía (además, el cartel era muy feo, tal y como ustedes mismos pueden corroborar... casi parece el de un producto andino) y eso siempre ayuda. Antes de escribir esto la consumí por segunda vez, y sigo pensando exactamente igual. La recomiendo. Y el final está cojonudo.
El título original suena tan exótico como "Ostatnia wieczerza", lo mismo que el nombre del co-guionista y director, Bartosz M. Kowalski. Curiosamente es responsable de dos mediocridades olvidables de regusto retro como "Nadie duerme en el bosque esta noche" y su secuela. Gracias a "El abismo del infierno" se las perdono. Estaré atento a lo próximo que haga.
Y por si aún dudan, les dejo dos capturas bien guapas del film...
Teniendo en cuenta la murga que nos han dado estos últimos tiempos con mediocridades sobrevaloradas como "M3gan", "Smile", "Black Phone" o "X", parece de lo más injusto que "El abismo del infierno" siga siendo tirando a muy ignota. Casi desconocida. ¿Porque lleva el sello Netflix? ¿porque viene facturada desde Polonia? Lo desconozco. Lo que sí tengo claro es que, en lo que a mi respecta, es el film de terror más digno, notable y -en parte- refrescante que vi a lo largo del 2022. No destaca por su originalidad, pero sí aporta un no se qué distinto y muy agradecido, además de una realización solvente, un nivel técnico bien alto, una atmósfera lograda, efectos especiales estupendos, una seriedad gélida y, en fin, que me sorprendió. Comencé a verla sin saber donde me metía (además, el cartel era muy feo, tal y como ustedes mismos pueden corroborar... casi parece el de un producto andino) y eso siempre ayuda. Antes de escribir esto la consumí por segunda vez, y sigo pensando exactamente igual. La recomiendo. Y el final está cojonudo.
El título original suena tan exótico como "Ostatnia wieczerza", lo mismo que el nombre del co-guionista y director, Bartosz M. Kowalski. Curiosamente es responsable de dos mediocridades olvidables de regusto retro como "Nadie duerme en el bosque esta noche" y su secuela. Gracias a "El abismo del infierno" se las perdono. Estaré atento a lo próximo que haga.
Y por si aún dudan, les dejo dos capturas bien guapas del film...
viernes, 19 de julio de 2019
PARCHÍS, EL DOCUMENTAL

Por otro lado, tenía constancia desde hace algún tiempo de
que este documental se rodaba y los
palos que iba a tocar, por lo que me olí en su momento algo de sensacionalismo
al respecto, motivo por el cual, generaba, por un lado, cierto interés, y por
otro, cierta desconfianza.
No obstante, el trailer ya hacía calentar los motores con
muy buena pinta, alentándonos de que lo que íbamos a ver podía estar muy bien,
y tras el su estreno recientemente en Netflix y el hype generado por todo tipo
de espectadores en las redes sociales, espectadores estos que, la mayoría de
las veces, se han quedado a en la superficie de lo que en realidad es una
historia muy compleja, no me podía imaginar que el documental al que me iba a
enfrentar era tan jodidamente bueno, superando, con creces, mis expectativas.
Es una obra de referencia desde ya, no
solo en lo concerniente a los documentales sobre el mundo de la música, sino de
los documentales en general.
La estructura es la normal y lógica: cabezotes parlantes. Y
se resuelve a través de entrevistas a CASI TODOS los artífices del fenómeno Parchís
(no falta ni Rodrigo Valdecantos, ni Javier Aguirre…) se nos cuenta la creación,
auge, mega-auge, caída y descenso a los infiernos del grupo infantil más
popular de todos los tiempos, pero todo ello mostrado con un ritmo y, creo, que
un rigor a prueba de bombas. Un documental que cuando intuyes que se va a
terminar, te da pena que se termine.
Entonces, la parte buena del asunto viene en todo lo que se
puede suponer más amarillista. No es que “Parchís, el documental” tire de
sensacionalismo y cotilleo barato. En absoluto. Lo que pasa es que es un
documental que se centra en acontecimientos de hace ya casi cuarenta años, y
todos los protagonistas hacen un ejercicio de honestidad y cuentan lo bueno, lo
malo y lo regular de lo que supuso el fenómeno Parchís.
Las conclusiones que saco acerca de su visionado son que
Parchís era la máquina de hacer dinero de una serie de mafiosos con muy mala
leche, que cuando hay dinero a nadie le importa el bien estar de unos niños,
mucho menos (o principalmente) a sus padres que les echan a los leones de la
misma siniestra y egoista manera que los padres de las víctimas infantiles de
Michael Jackson hicieron de mamporreros para él. Y estos actos se justifican
con esa sentencia tan manida de que “los niños estaban a gusto”. Sin embargo, creo que las secuelas de esta
fama desmedida, que no se ha cobrado ninguna tragedia, como bien dicen al final
del documental, si que ha dejado ciertas secuelas en sus componentes, que
gestionan con peor o mayor suerte. Por ejemplo, David, hacia el final del
documental, cuenta al resto de sus compañeros que cuando se fue a vivir a Nueva
York hace ocho años, no podía imaginarse que en su propio trabajo, una
compañera le iba a reconocer y que todo el mundo le iba a felicitar por su paso
por el grupo. Sinceramente, creo que este caballero está fantaseando con lo que
a él le hubiera gustado que hubiera sucedido. Puede que sea cierto lo que
cuenta, pero por cómo lo cuenta, y por el mero hecho de que es el único miembro
de Parchís al que más ha transformado el paso del tiempo —es de todos los componentes
el que menos se parece al niño que fue— hacen que, desconfiado como soy, no me
lo crea, y considere que lo que pasa ahí es que, igual, no lleva demasiado bien
el hecho de pasar de ser todo a no ser nada. Sólo digo que pueda ser posible.
Por lo demás, a todo lo que ya conocemos, y sin llegar a ser
una cosa del todo sensacionalista y
desmesurada, a la historia de Parchís súmenle desmadre, alcohol, drogas, sexo a
destiempo, pederastia, frustraciones, envidias, corrupción por parte de los
empresarios, discusiones con los coreógrafos y señoras adultas a las que se
follaba Tino en la pubertad. Pero como lo estoy contando yo, si es
sensacionalista…
Altamente recomendable, como documento histórico y como
documental. Al finalizar, hasta he aplaudido.
Dirige con maestría Daniel Arasanz con amplia experiencia en
el mundo del documental sobre música, y que ya era popular por un documental
que, paradójicamente, y pese al contraste de envolturas de ambos, era más
amable que este: “Venid a las cloacas: La historia de La Banda Trapera del Río”.
viernes, 25 de diciembre de 2020
A SMOKY MOUNTAIN CHRISTMAS
Clásico navideño de las TV Movies yankees protagonizado por la diva de América, Dolly Parton a la que adora todo el país y que es sinónimo de buen rollo.“A Smoky Mountain Christmas”, producción de la ABC, es justo lo que se puede esperar una película de estas características, un artefacto rancio, ñoño y, por momentos, vergonzante, que fue concebido con dos claros objetivos; por un lado, ganar audiencia durante las navidades y, por otro, servir de vehículo de lucimiento para Dolly Parton.
La cosa es una especie de puesta al día de “Blancanieves y los siete enanitos” en la que Lorna, una famosa cantante de country —a la que da vida la tetuda Parton—, harta de la vida que lleva como estrella, decide irse a pasar las navidades a Smoky Mountain, lugar nevado y tranquilo donde podrá desconectar un rato. Con lo que no contaba la cantante es con que, en la casa que tiene allí, se iba a encontrar con siete huérfanos que han huido del orfanato. Como ella quiere discreción y los niños no quieren volver al orfanato, pactan no delatarse unos a otros, con lo que pasarán las navidades juntos. De este modo, Lorna, se las tendrá que ver con paparazzis dispuestos a vender una buena exclusiva y con una extraña mujer que pretende envenenarla. Naturalmente, todo acabará bien.
Esta puesta al día del cuento, no es más que una excusa para que la Parton cada dos por tres se suelte una cancioncita y luzca su desmesurado palmito.
“A Smoky Mountain Christmas” se ha convertido en una cinta de culto en los USA que destaca, además de por su condición de clásico navideño, por contener canciones de la Parton que luego no han sido editadas en formato disco, ya que no hubo una banda sonora oficial de la película, además de ser una suerte de pistoletazo de salida en lo que a producciones navideñas con la Parton de por medio se refiere; a partir de entonces, son muchos los telefilmes, especiales televisivos y demás contenios navideños que están protagonizados por la Parton, que atrae de manera masiva las audiencias de la Norteamerica menos cosmopolita. De hecho, y amparada por Netflix, estas mismas navidades tenemos un producto de similares características para 2020, “Dolly Parton: Navidad en la plaza” que supongo, estará ya listo para ser visionado en dicha plataforma. Aunque para iniciarse en este tipo de experiencias, yo creo que es mucho mejor empezar por esta “A Smoky Mountain Christmas” por el nivel de caspa que desprende, por rara, misteriosa y desperada. Aunque, sinceramente: Es un puto coñazo.
Por otro lado, Smoky Mountains (Las montañas humeantes) donde se desarrolla la acción, es un lugar real situado en Tenesee que miles de americanos eligen a la hora de decidir donde pasarán sus vacaciones navideñas. Dolly Parton, y en parte gracias a esta película, se ha convertido en una especie de paladina del lugar, hasta tal punto, que existe en él un parte temático navideño inspirado en la película y de la que Dolly Parton es propietaria, al igual que otros recintos pertenecientes a su cadena de parques temáticos Dollywood.
La película la dirige el actor Herry Winkler al que, de vez en cuando, le da por dirigir alguna peliculilla como esta o, más popular, “Un policía y pico”.
Junto a la Parton, tenemos en el reparto a Lee Majors además de Bo Hoskins y cameos de Paula Abdul y John Ritter.
Sin más…. ¡¡FELIZ NAVIDAD!!
La cosa es una especie de puesta al día de “Blancanieves y los siete enanitos” en la que Lorna, una famosa cantante de country —a la que da vida la tetuda Parton—, harta de la vida que lleva como estrella, decide irse a pasar las navidades a Smoky Mountain, lugar nevado y tranquilo donde podrá desconectar un rato. Con lo que no contaba la cantante es con que, en la casa que tiene allí, se iba a encontrar con siete huérfanos que han huido del orfanato. Como ella quiere discreción y los niños no quieren volver al orfanato, pactan no delatarse unos a otros, con lo que pasarán las navidades juntos. De este modo, Lorna, se las tendrá que ver con paparazzis dispuestos a vender una buena exclusiva y con una extraña mujer que pretende envenenarla. Naturalmente, todo acabará bien.
Esta puesta al día del cuento, no es más que una excusa para que la Parton cada dos por tres se suelte una cancioncita y luzca su desmesurado palmito.
“A Smoky Mountain Christmas” se ha convertido en una cinta de culto en los USA que destaca, además de por su condición de clásico navideño, por contener canciones de la Parton que luego no han sido editadas en formato disco, ya que no hubo una banda sonora oficial de la película, además de ser una suerte de pistoletazo de salida en lo que a producciones navideñas con la Parton de por medio se refiere; a partir de entonces, son muchos los telefilmes, especiales televisivos y demás contenios navideños que están protagonizados por la Parton, que atrae de manera masiva las audiencias de la Norteamerica menos cosmopolita. De hecho, y amparada por Netflix, estas mismas navidades tenemos un producto de similares características para 2020, “Dolly Parton: Navidad en la plaza” que supongo, estará ya listo para ser visionado en dicha plataforma. Aunque para iniciarse en este tipo de experiencias, yo creo que es mucho mejor empezar por esta “A Smoky Mountain Christmas” por el nivel de caspa que desprende, por rara, misteriosa y desperada. Aunque, sinceramente: Es un puto coñazo.
Por otro lado, Smoky Mountains (Las montañas humeantes) donde se desarrolla la acción, es un lugar real situado en Tenesee que miles de americanos eligen a la hora de decidir donde pasarán sus vacaciones navideñas. Dolly Parton, y en parte gracias a esta película, se ha convertido en una especie de paladina del lugar, hasta tal punto, que existe en él un parte temático navideño inspirado en la película y de la que Dolly Parton es propietaria, al igual que otros recintos pertenecientes a su cadena de parques temáticos Dollywood.
La película la dirige el actor Herry Winkler al que, de vez en cuando, le da por dirigir alguna peliculilla como esta o, más popular, “Un policía y pico”.
Junto a la Parton, tenemos en el reparto a Lee Majors además de Bo Hoskins y cameos de Paula Abdul y John Ritter.
Sin más…. ¡¡FELIZ NAVIDAD!!
sábado, 22 de junio de 2024
EN LAS PROFUNDIDADES DEL SENA
Una vez más, mi yo solidario me impulsa a teclear con efervescente entusiasmo una reseña que para nada tenía prevista, la de "En las profundidades del Sena" ("Sous la Seine" en v.o., "Under Paris" si habitas Wisconsin) ¿por qué? pues por la sencilla razón de que, tal y como yo lo veo, está siendo injustamente machacada y uno, pues oiga, tiene su corazoncito.
Ya sabemos lo superficial, elemental y caprichosa que es la cinefilia moderna, aquella que, acorde a la desquiciante velocidad con la que todo se produce, consume, deglute y excreta, tiende a elegir un par de títulos para, seguidamente, situar uno en el bando güeno y otro en el malo. Una vez apoltronados, lo siguiente consiste en perder los papeles. Delirar sin matices. Sin grises. La buena es la repolla, aquella que devolverá a la humanidad su capacidad de amar y confiar en el prójimo. La mala, por contra, es peor que la peste, una aberración sin nombre ni fin cuyos responsables merecerían ser ejecutados públicamente en la plaza del pueblo.
El paradigma, la gracia de todo ello es que, a la larga, no importa cual sea cual, porque en cuestión de semanas ambas acabarán brutalmente olvidadas. Intercambiadas por nuevas víctimas (me vienen al cerebelo las incomprensiblemente hostiles "reviews" que ha recibido el muy decente y entretenido biopic sobre Enzo Ferrari... pero esa es otra historia) Y vuelta a empezar.
Pal caso, "En las profundidades del Sena" sería la villana y, extrañamente, "Vermin. La plaga" la salvadora. Ambas, además, salidas de la misma cinematografía, la franchute. Resulta chocante porque aquello que los gacetilleros critican más de la primera, es decir, unos tiburones mutados dispuestos a dominar el mundo, calificados de difícilmente creíbles, en la segunda se acepta con toda naturalidad, aunque hablemos de unas arañas igualmente mutadas capaces de adquirir el tamaño de perros ovejeros y, sí, dominar el mundo.
A mí "Vermin. La plaga" no me gustó, pero es una mera cuestión de manías personales. Le reconozco un buen acabado y algunas escenas de impacto. Lo mismo que la de los tiburones... aunque esta sí me ha funcionado. Se aleja totalmente del rollo voluntariamente ridículo de un Asylum. Pero tampoco se presta a las maneras hiper realistas de un, no sé, pongamos "El arrecife". Cae justo en medio, al lado de "Deep Blue Sea". Without embargo, por alguna incomprensible razón, el elemento inverosímil hoy día únicamente se perdona si viene empaquetado en chorrismo, extravagancia desaforada o auto-coña consciente (salvo que te titules, insisto, "Vermin. La plaga"). Me ofende y ofusca que, por comparación, algunos osen considerar más dignos que la reseñada a esos dos pestiños titulados "Meg" y "Meg 2: La fosa".... ¡¿en serio?!
La trama de "En las profundidades del Sena" no tiene mucha complicación. Unos tiburones alterados por el cambio climático se instalan en el curso de agua que cruza la capital del amour. Encima, a pocos días de celebrarse los juegos olímpicos. La policía, ayudada por una especialista, deberá intervenir para arreglar el entuerto, a pesar de una alcaldesa obsesionada en evitar interrumpir el mondongo gimnástico (hay quien ha rajado de este personaje, acusándolo de "excesivamente cómico".... no perdonamos una ¿eh? cuando nos da el parraque, nos da) y, sobre todo, un grupo de ecologistas tirando a fanáticos casi como representación del colectivo Woke, hasta el punto de comandarlo un par de lesbianas. ¿Concesión a la platea paleta? pues no estaría yo muy seguro, porque dicho fanatismo se pinta como perjudicial. La ceguera del que cree que un animal salvaje es inofensivo solo por su papel de víctima y.... ¡¡¡espoiler!!!... lo paga caro. El momento en cuestión es uno de los más satisfactorios del 2024. No exento de su mala leche.
Aunque hay otro. El final. Está clarísimo que, sí o sí, veremos al tiburón papearse a unos cuantos nadadores olímpicos ante los horrorizados ojos del público presente. Si no, no habría película. Y lo vemos, y está muy bien. Pura adrenalina. Pero solo es el principio. Lo que viene después es.... ¿cómo definirlo? ¡¡¡la caña!!! Y no, no aparece un inesperado escualo gigante con tres narices... ni una requetemutación entre foca y pingüino... es algo más terrenal... pero cojones si funciona. A mí, en su intensidad y locura, me dejó con la boca abierta. Alucinado.
Entonces ¿ande reside el supuesto problema de "En las profundidades del Sena"? No es que Xavier Gens sea un director especialmente dotado de gran personalidad, como ya comenté en la reseña de su film de debut, "Frontière(s)", pero en este caso la cosa le sale casi redonda. Termina siendo un divertimento total, una producto desacomplejadamente palomitero, con su punto de desmadre -contenido-, sus escenas espectaculares y dosis de sangre sin, por ello, llegar a tratarnos como subnormales (cosa que sí ocurría con "Meg").... no sé qué más quieren, la verdad. En su defensa, saldría con la teoría de que el cine debe aportar una dosis de inverosimilitud porque, si no, pa eso te miras un documental de "National Geographic" Pero, en fin, no me cuadra con aquellos que, contrariamente, justifican un "Sharknado" solo porque se parapeta tras el humor (una salida algo cobarde, parecida a cuando en la España de los 90 comenzó a hacerse cine fantástico de nuevo, aunque casi siempre disfrazado de comedia) o lameculean un "Vermin.La plaga" por.... no sé.... ¿capricho? ¿o es el rollo políticamente correcto de presentar a los héroes como los marginados de un barrio humilde, todos inmigrantes, mientras la ley recibe el trato de villana? esa misma que en "En las profundidades del Sena" se comporta heróicamente.
Je ne sais pas. Pero me la suda macanudamente, porque lo pasé muy bien viendo a los escualos de Xavier Gens. Yo y un puñao de gente, ya que su paso por Netflix ha sido todo un pepinazo. Me alegro, oye.
Ya sabemos lo superficial, elemental y caprichosa que es la cinefilia moderna, aquella que, acorde a la desquiciante velocidad con la que todo se produce, consume, deglute y excreta, tiende a elegir un par de títulos para, seguidamente, situar uno en el bando güeno y otro en el malo. Una vez apoltronados, lo siguiente consiste en perder los papeles. Delirar sin matices. Sin grises. La buena es la repolla, aquella que devolverá a la humanidad su capacidad de amar y confiar en el prójimo. La mala, por contra, es peor que la peste, una aberración sin nombre ni fin cuyos responsables merecerían ser ejecutados públicamente en la plaza del pueblo.
El paradigma, la gracia de todo ello es que, a la larga, no importa cual sea cual, porque en cuestión de semanas ambas acabarán brutalmente olvidadas. Intercambiadas por nuevas víctimas (me vienen al cerebelo las incomprensiblemente hostiles "reviews" que ha recibido el muy decente y entretenido biopic sobre Enzo Ferrari... pero esa es otra historia) Y vuelta a empezar.
Pal caso, "En las profundidades del Sena" sería la villana y, extrañamente, "Vermin. La plaga" la salvadora. Ambas, además, salidas de la misma cinematografía, la franchute. Resulta chocante porque aquello que los gacetilleros critican más de la primera, es decir, unos tiburones mutados dispuestos a dominar el mundo, calificados de difícilmente creíbles, en la segunda se acepta con toda naturalidad, aunque hablemos de unas arañas igualmente mutadas capaces de adquirir el tamaño de perros ovejeros y, sí, dominar el mundo.
A mí "Vermin. La plaga" no me gustó, pero es una mera cuestión de manías personales. Le reconozco un buen acabado y algunas escenas de impacto. Lo mismo que la de los tiburones... aunque esta sí me ha funcionado. Se aleja totalmente del rollo voluntariamente ridículo de un Asylum. Pero tampoco se presta a las maneras hiper realistas de un, no sé, pongamos "El arrecife". Cae justo en medio, al lado de "Deep Blue Sea". Without embargo, por alguna incomprensible razón, el elemento inverosímil hoy día únicamente se perdona si viene empaquetado en chorrismo, extravagancia desaforada o auto-coña consciente (salvo que te titules, insisto, "Vermin. La plaga"). Me ofende y ofusca que, por comparación, algunos osen considerar más dignos que la reseñada a esos dos pestiños titulados "Meg" y "Meg 2: La fosa".... ¡¿en serio?!
La trama de "En las profundidades del Sena" no tiene mucha complicación. Unos tiburones alterados por el cambio climático se instalan en el curso de agua que cruza la capital del amour. Encima, a pocos días de celebrarse los juegos olímpicos. La policía, ayudada por una especialista, deberá intervenir para arreglar el entuerto, a pesar de una alcaldesa obsesionada en evitar interrumpir el mondongo gimnástico (hay quien ha rajado de este personaje, acusándolo de "excesivamente cómico".... no perdonamos una ¿eh? cuando nos da el parraque, nos da) y, sobre todo, un grupo de ecologistas tirando a fanáticos casi como representación del colectivo Woke, hasta el punto de comandarlo un par de lesbianas. ¿Concesión a la platea paleta? pues no estaría yo muy seguro, porque dicho fanatismo se pinta como perjudicial. La ceguera del que cree que un animal salvaje es inofensivo solo por su papel de víctima y.... ¡¡¡espoiler!!!... lo paga caro. El momento en cuestión es uno de los más satisfactorios del 2024. No exento de su mala leche.
Aunque hay otro. El final. Está clarísimo que, sí o sí, veremos al tiburón papearse a unos cuantos nadadores olímpicos ante los horrorizados ojos del público presente. Si no, no habría película. Y lo vemos, y está muy bien. Pura adrenalina. Pero solo es el principio. Lo que viene después es.... ¿cómo definirlo? ¡¡¡la caña!!! Y no, no aparece un inesperado escualo gigante con tres narices... ni una requetemutación entre foca y pingüino... es algo más terrenal... pero cojones si funciona. A mí, en su intensidad y locura, me dejó con la boca abierta. Alucinado.
Entonces ¿ande reside el supuesto problema de "En las profundidades del Sena"? No es que Xavier Gens sea un director especialmente dotado de gran personalidad, como ya comenté en la reseña de su film de debut, "Frontière(s)", pero en este caso la cosa le sale casi redonda. Termina siendo un divertimento total, una producto desacomplejadamente palomitero, con su punto de desmadre -contenido-, sus escenas espectaculares y dosis de sangre sin, por ello, llegar a tratarnos como subnormales (cosa que sí ocurría con "Meg").... no sé qué más quieren, la verdad. En su defensa, saldría con la teoría de que el cine debe aportar una dosis de inverosimilitud porque, si no, pa eso te miras un documental de "National Geographic" Pero, en fin, no me cuadra con aquellos que, contrariamente, justifican un "Sharknado" solo porque se parapeta tras el humor (una salida algo cobarde, parecida a cuando en la España de los 90 comenzó a hacerse cine fantástico de nuevo, aunque casi siempre disfrazado de comedia) o lameculean un "Vermin.La plaga" por.... no sé.... ¿capricho? ¿o es el rollo políticamente correcto de presentar a los héroes como los marginados de un barrio humilde, todos inmigrantes, mientras la ley recibe el trato de villana? esa misma que en "En las profundidades del Sena" se comporta heróicamente.
Je ne sais pas. Pero me la suda macanudamente, porque lo pasé muy bien viendo a los escualos de Xavier Gens. Yo y un puñao de gente, ya que su paso por Netflix ha sido todo un pepinazo. Me alegro, oye.
sábado, 18 de mayo de 2019
SESIÓN DOBLE STEPHEN KING : 1922 + CREEPSHOW
1922 : "1922" y "El juego de Gerald" son dos adaptaciones de sendos trabajos de Stephen King que el canal Netflix nos ha hecho llegar en formato de largometraje original. Mientras el segundo, que es el que tiene más buena prensa, me pareció una chorradilla algo pesada con un muy buen planteamiento desaprovechado, el primero, este que pasaré a comentar, ha sido una sorpresa bastante agradable. Veamos.
Un granjero orgulloso de las tierras que se curra diariamente ve como un día la propietaria de las mismas, nada menos que su mujer, quiere venderlas e ir a vivir a la ciudad. Tras darle vueltas, el hombre decide asesinarla y hacer creer a todo el mundo que se largó voluntariamente. Para ello lía a su inocente y atontado retoño y juntos, proceden. No hace falta decir que, poco a poco, las cosas se irán jorobando por efecto de una venganza desde el más allá cortesía de la asesinada (y de unas ratas).
Principalmente estamos ante un drama puro y duro que, lentamente, se va tornando cuento de terror... aunque esto último tampoco abunda mucho. El tempo no es lento, pero se toma las cosas con calma. Y la historia no brilla por su originalidad. Sin embargo, como película "1922" funciona. Ayudan su atmósfera. Su bonita fotografía. Su tono sombrío. Su, en general, muy buena factura. Y su reparto, en especial un Thomas Jane de protagonista al que, de buenas a primeras, no reconocía gracias a una lograda caracterización. A su lado otro rostro habitual, Neal McDonough.
Cuando "1922" acaba, te queda la sensación de que no has visto nada especial, ni excepcional, pero sí una peliculita sencilla, honesta, solvente y decente.
CREEPSHOW : Cinco historias donde el terror y un humor muy negro, y muy sutil, se hermanan para lanzar un afectuoso guiño a los legendarios tebeos de la editorial "E.C. Comics". Un cadáver que sale de la tumba reclamando su tarta de cumpleaños. Un paleto que se convierte en planta por efecto de un meteorito. Una pareja de amantes ahogada en el mar de forma cruenta reclama venganza. La liberación de un temible monstruo de hambre infinita encerrado en una caja. Un huraño magnate con fobia a las cucarachas ve su peor pesadilla hecha realidad.
Clásico donde los haya, "Creepshow" aunaba los talentos de George A. Romero, Stephen King y Tom Savini (y Tom Atkins o Adrienne Barbeau, añado yo) en una película que, esencialmente, era un regalo para cualquier fan del cine de terror con buen gusto. Aunque fue un éxito rotundo en su estreno, recibió notables e injustificados palos por parte de crítica y cierto fandom (es absurdo que se cuestionara que todas sus historias giraban en torno a la venganza porque, justamente, así eran los comics de la "E.C."). Sin embargo, el paso de los años la ha puesto en su lugar como el canto a la imaginación y el placer audiovisual que es. Los diseños de las criaturas (impagables el zombie de la tarta y el monstruo de la caja), la admirable estética que gasta, propia de un comic (los encuadres como viñetas y, sobre todo, la iluminación de colores), las excelentes partes de animación, la maravillosa banda sonora y unos efectos especiales de la vieja escuela que hoy serían pasto de insaboro CGI (especialmente las cucarachas, totalmente reales y, por ello, totalmente escalofriantes). Todo en "Creepshow" es absolutamente delicioso. Una fiesta del terror, una película única, altamente disfrutable y muy recomendable. Más si se dispone de una versión en DVD o Blu-Ray, donde sus virtudes -sobre todo las estéticas- brillan como nunca.
Tuvo una segunda parte oficial que, aunque no llegaba a los mismos niveles de gozo, está muy consumible. Luego hubo varios intentos un poco bastardos de más secuelas y series, todas completamente olvidables e incapaces de mimetizar el espíritu y las infinitas bondades de un film tan irrepetible.
Un granjero orgulloso de las tierras que se curra diariamente ve como un día la propietaria de las mismas, nada menos que su mujer, quiere venderlas e ir a vivir a la ciudad. Tras darle vueltas, el hombre decide asesinarla y hacer creer a todo el mundo que se largó voluntariamente. Para ello lía a su inocente y atontado retoño y juntos, proceden. No hace falta decir que, poco a poco, las cosas se irán jorobando por efecto de una venganza desde el más allá cortesía de la asesinada (y de unas ratas).
Principalmente estamos ante un drama puro y duro que, lentamente, se va tornando cuento de terror... aunque esto último tampoco abunda mucho. El tempo no es lento, pero se toma las cosas con calma. Y la historia no brilla por su originalidad. Sin embargo, como película "1922" funciona. Ayudan su atmósfera. Su bonita fotografía. Su tono sombrío. Su, en general, muy buena factura. Y su reparto, en especial un Thomas Jane de protagonista al que, de buenas a primeras, no reconocía gracias a una lograda caracterización. A su lado otro rostro habitual, Neal McDonough.
Cuando "1922" acaba, te queda la sensación de que no has visto nada especial, ni excepcional, pero sí una peliculita sencilla, honesta, solvente y decente.

Clásico donde los haya, "Creepshow" aunaba los talentos de George A. Romero, Stephen King y Tom Savini (y Tom Atkins o Adrienne Barbeau, añado yo) en una película que, esencialmente, era un regalo para cualquier fan del cine de terror con buen gusto. Aunque fue un éxito rotundo en su estreno, recibió notables e injustificados palos por parte de crítica y cierto fandom (es absurdo que se cuestionara que todas sus historias giraban en torno a la venganza porque, justamente, así eran los comics de la "E.C."). Sin embargo, el paso de los años la ha puesto en su lugar como el canto a la imaginación y el placer audiovisual que es. Los diseños de las criaturas (impagables el zombie de la tarta y el monstruo de la caja), la admirable estética que gasta, propia de un comic (los encuadres como viñetas y, sobre todo, la iluminación de colores), las excelentes partes de animación, la maravillosa banda sonora y unos efectos especiales de la vieja escuela que hoy serían pasto de insaboro CGI (especialmente las cucarachas, totalmente reales y, por ello, totalmente escalofriantes). Todo en "Creepshow" es absolutamente delicioso. Una fiesta del terror, una película única, altamente disfrutable y muy recomendable. Más si se dispone de una versión en DVD o Blu-Ray, donde sus virtudes -sobre todo las estéticas- brillan como nunca.
Tuvo una segunda parte oficial que, aunque no llegaba a los mismos niveles de gozo, está muy consumible. Luego hubo varios intentos un poco bastardos de más secuelas y series, todas completamente olvidables e incapaces de mimetizar el espíritu y las infinitas bondades de un film tan irrepetible.
sábado, 31 de agosto de 2024
EL GRAN SALTO
Ando leyendo un libro sobre el cine de Joel y Ethan Coen, escrito por Ian Nathan, que le da mil patadas a aquella cosa pretenciosa editada en su día bajo el funesto sello "Cátedra". Consecuentemente, me ha dado por revisar algunas de sus películas. Hurgando, me topé con "La balada de Buster Scruggs" y aluciné pepinillos al comprobar que seguía siendo inédita para mis cansados ojos. Lo solucioné esa misma noche y, créanme, disfruté como un cochinillo. Muy buena, muy sorprendente e imprevisible. Se nota que "Netflix", sedienta por contar en sus filas con cineastas de prestigio, dio un cheque en blanco a los hermanos para que hiciesen lo que les saliera del coño. Y joder si lo aprovecharon.
No era la primera vez que la gentuza de los dineros confiaba plenamente en ellos. Ocurrió ya en los noventa, cuando, estando ambos de moda, el mega productor de "actioners" tan míticos como "Commando", "Arma Letal" o "Jungla de cristal", Joel Silver, les apadrinó para que dieran su (gran) salto al cine más "comercial". Y el proyecto elegido nos retrotrae a otra historia de la que ya he hablado antes, la fascinante amistad humana y colaborativa de los Coen con Sam Raimi.
Según el libro de Ian Nathan, esas supuestas deudas de "Arizona Baby" con "Posesión Infernal", a las que aludía en mi reseña, no son delirios de un anormal -que diría Ze-. Existen. Motivado por el éxito de su debut, Raimi se instaló un tiempo en Los Ángeles, a la búsqueda de fama y fortuna. En eso que los Coen pasaron por allí, esperando dar con un distribuidor para la entonces recién terminada "Sangre Fácil". Decidieron acampar en el cuchitril de su amigo y, por aquello de combatir el aburrimiento, juntos y revueltos se sentaban frente a la máquina de escribir, pariendo de este modo un guion a pachas. Uno basado, hasta cierto punto, en la misma aventura angelina de Raimi. El paletillo "de pueblo" que va a la gran ciudad en busca de una oportunidad. Con este metido en el ajo, les salio una cosa muy ambiciosa, difícil de producir en aquel momento, siendo novatillos desconocidos. Pero ahí quedó, en el congelador, a la espera de que algún día alguien soltara el montante. Por supuesto, estamos hablando de la futura "El gran salto", título españolo algo absurdo para "The Hudsucker Proxy" y "Hudsucker" era un gag recurrente en el universo Coenraiminiano. Lo habíamos oído en la mentada "Arizona Baby" y también en "Crimewave (Ola de crímenes... ola de risas)" cuyo libreto, les recuerdo, iba igualmente firmado a seis manos por los chavales.
Es un dato bien conocido que aquel intento de Joel & Ethan por integrarse en el mainstream se saldó con un hostiaco de los gordos. Fracasó estrepitosamente en su paso por salas, de ahí que el libro que ando leyendo le dedique cuatro únicas páginas (y, muy extrañamente, apenas mente la citada "Crimewave"). Pero no fue en balde. De rebote, los brothers regresaron a su terreno natural, pariendo el film que les acabó de catapultar, funcionó de mil maravillas en todos los aspectos y les valió un Oscar (como guionistas) Además, resultaría ser su mayor logro y una de las dos que poseo en formato doméstico, "Fargo" (por si les pica la curiosidad, la otra es "Arizona Baby").
Pero centrémonos en "El gran salto", fechada el año 1994. Como decía, cuenta la historia de un pobre diablo, más tonto que una almeja (interpretado por un muy adecuado Tim Robbins, sacándole máximo rendimiento a esa cara de bobo. Según el libro, primeramente se pensó en Tom Cruise), al que una gran corporación comandada por un malvado gerifalte (un genial Paul Newman. Según el libro, de entrada se pensó en Clint Eastwood... joder, ¡habría molado!) utiliza a su antojo. La compañía pretende devaluar sus acciones, para poder comprarlas después a precio irrisorio, y necesitan un tonto que pague el pato. Solo que este sorprenderá a propios y extraños pariendo un producto de éxito -el Hula-Hoop-. En medio, como no, habrá una chavala con la que nacerá el amor (Jennifer Jason Leigh. Según el libro, papel destinado a Winona Ryder) y al tonto se le subirán los humos, ascendiendo a cretino. Luego caerá hacia lo más bajo, aprendiendo una lección en el camino.
Acompañan a los tres astros mencionados rostros tan familiares -y agradables de ver- como los de Charles Durning, Bill Cobbs, Joe Grifasi, Roy Brocksmith, Peter Gallagher, Steve Buscemi o Jon Polito. Por ahí anda John Goodman en plan cameo. Y la neumática y malograda Anna Nicole Smith (ese mismo año interpretó a una grotesca mujer fatal en el tercer "Agárralo como puedas") La gran sorpresa viene dada por la presencia, bastante destacada, de Bruce Campbell, demostrando más que nunca sus limitaciones interpretativas. Recordemos que había intervenido en el pre-trailer de "Sangre Fácil", parido para engatusar a posibles inversores, y volvería a tener escasas y muy breves apariciones en "Fargo", "Crueldad Intolerable", "¡Ave, César!" o la entretenidísima "Ladykillers", sin embargo, me sorprende que, dadas las amistades comunes, los Coen no hayan contado con él para nada más sucoso. Obviamente, Sam Raimi también se marca un papelillo, pero esta vez mediante sombras chinescas. Le acompaña en tal función John Cameron, otro de los integrantes del clan Raimi que abandonaría el barco para quedarse exclusivamente con los hermanos.
Vi "El gran salto" en una sala considerada "de arte y ensayo", lugar de peregrinaje para los fracasados escarceos con el mainstream de cineastas, hasta entonces, considerados minoritarios (ocurrió también con Kevin Smith y su "Mallrats"). Lo comento por el par de anécdotas conjuntas. El "tío de la puerta" resultó ser un viejo compañero de EGB. Así que me dejó entrar gratis. Mientras charlaba con él, apareció un ya entonces reputado crítico de cine,"gurú" de la cultura popular, habitual de las páginas de "Fotogramas". Le conocía personalmente por senda ocasión pasada y creyó que andaba camelando al responsable del cine para entrar por la pati. Terminado el film, volvimos a encontrarnos (digo el crítico y yo). Preguntó que qué me había parecido. "Psé" esputé yo. "A ti es que no te gusta nada" contestó. Entonces me escaseó el ingenio, pero lo suyo habría sido contraatacar con: "Pues a tenor de tu trabajo, ¡a ti te gusta todo!".
Sí, "El gran salto" no me convenció en su momento. La encontré demasiado convencional, dentro de lo que es, y medianamente previsible, considerando lo poco que eso suele darse en el cine Coeaniano (una de sus mayores virtudes, añado con admiración). Son las secuencias a base de pura narrativa visual, dinamismo e inventiva chorreante, las que se quedan grabadas en la retina. Me vienen a la mente la del "ataque de risa conjunto" y, sobre todo, la del hula-hoop. Decir que -nuevamente según el libro- fue Sam Raimi quien se encargó de dirigir esta última, en plan segunda unidad.
Consumida hace escasos días, "El gran salto" me resultó muy buenrollera y agradable, aunque sí es cierto que, a ratos, su estultismo deliberado cargaba un poco las tintas en plan "no, no es tan gracioso". Pero, ¡ei!, tampoco diré nada malo. Si buscas evasión saludable, sobra y basta.
Epílogo: Gracias al libro, me he reconciliado con algunas de mis menos favoritas películas de los hermanos, caso de "Crueldad Intolerable" (de "imposible de terminar" ha pasado a amena y dinámica) o "Quemar después de leer", y también ha sido útil para redescubrir tantas otras ("El hombre que nunca estuvo allí", "A propósito de Llewyn Davis"...). Por todo ello, Joel y Ethan han ascendido unos cuantos puestos en mi actual lista de cineastas favoritos.
No era la primera vez que la gentuza de los dineros confiaba plenamente en ellos. Ocurrió ya en los noventa, cuando, estando ambos de moda, el mega productor de "actioners" tan míticos como "Commando", "Arma Letal" o "Jungla de cristal", Joel Silver, les apadrinó para que dieran su (gran) salto al cine más "comercial". Y el proyecto elegido nos retrotrae a otra historia de la que ya he hablado antes, la fascinante amistad humana y colaborativa de los Coen con Sam Raimi.
Según el libro de Ian Nathan, esas supuestas deudas de "Arizona Baby" con "Posesión Infernal", a las que aludía en mi reseña, no son delirios de un anormal -que diría Ze-. Existen. Motivado por el éxito de su debut, Raimi se instaló un tiempo en Los Ángeles, a la búsqueda de fama y fortuna. En eso que los Coen pasaron por allí, esperando dar con un distribuidor para la entonces recién terminada "Sangre Fácil". Decidieron acampar en el cuchitril de su amigo y, por aquello de combatir el aburrimiento, juntos y revueltos se sentaban frente a la máquina de escribir, pariendo de este modo un guion a pachas. Uno basado, hasta cierto punto, en la misma aventura angelina de Raimi. El paletillo "de pueblo" que va a la gran ciudad en busca de una oportunidad. Con este metido en el ajo, les salio una cosa muy ambiciosa, difícil de producir en aquel momento, siendo novatillos desconocidos. Pero ahí quedó, en el congelador, a la espera de que algún día alguien soltara el montante. Por supuesto, estamos hablando de la futura "El gran salto", título españolo algo absurdo para "The Hudsucker Proxy" y "Hudsucker" era un gag recurrente en el universo Coenraiminiano. Lo habíamos oído en la mentada "Arizona Baby" y también en "Crimewave (Ola de crímenes... ola de risas)" cuyo libreto, les recuerdo, iba igualmente firmado a seis manos por los chavales.
Es un dato bien conocido que aquel intento de Joel & Ethan por integrarse en el mainstream se saldó con un hostiaco de los gordos. Fracasó estrepitosamente en su paso por salas, de ahí que el libro que ando leyendo le dedique cuatro únicas páginas (y, muy extrañamente, apenas mente la citada "Crimewave"). Pero no fue en balde. De rebote, los brothers regresaron a su terreno natural, pariendo el film que les acabó de catapultar, funcionó de mil maravillas en todos los aspectos y les valió un Oscar (como guionistas) Además, resultaría ser su mayor logro y una de las dos que poseo en formato doméstico, "Fargo" (por si les pica la curiosidad, la otra es "Arizona Baby").
Pero centrémonos en "El gran salto", fechada el año 1994. Como decía, cuenta la historia de un pobre diablo, más tonto que una almeja (interpretado por un muy adecuado Tim Robbins, sacándole máximo rendimiento a esa cara de bobo. Según el libro, primeramente se pensó en Tom Cruise), al que una gran corporación comandada por un malvado gerifalte (un genial Paul Newman. Según el libro, de entrada se pensó en Clint Eastwood... joder, ¡habría molado!) utiliza a su antojo. La compañía pretende devaluar sus acciones, para poder comprarlas después a precio irrisorio, y necesitan un tonto que pague el pato. Solo que este sorprenderá a propios y extraños pariendo un producto de éxito -el Hula-Hoop-. En medio, como no, habrá una chavala con la que nacerá el amor (Jennifer Jason Leigh. Según el libro, papel destinado a Winona Ryder) y al tonto se le subirán los humos, ascendiendo a cretino. Luego caerá hacia lo más bajo, aprendiendo una lección en el camino.
Acompañan a los tres astros mencionados rostros tan familiares -y agradables de ver- como los de Charles Durning, Bill Cobbs, Joe Grifasi, Roy Brocksmith, Peter Gallagher, Steve Buscemi o Jon Polito. Por ahí anda John Goodman en plan cameo. Y la neumática y malograda Anna Nicole Smith (ese mismo año interpretó a una grotesca mujer fatal en el tercer "Agárralo como puedas") La gran sorpresa viene dada por la presencia, bastante destacada, de Bruce Campbell, demostrando más que nunca sus limitaciones interpretativas. Recordemos que había intervenido en el pre-trailer de "Sangre Fácil", parido para engatusar a posibles inversores, y volvería a tener escasas y muy breves apariciones en "Fargo", "Crueldad Intolerable", "¡Ave, César!" o la entretenidísima "Ladykillers", sin embargo, me sorprende que, dadas las amistades comunes, los Coen no hayan contado con él para nada más sucoso. Obviamente, Sam Raimi también se marca un papelillo, pero esta vez mediante sombras chinescas. Le acompaña en tal función John Cameron, otro de los integrantes del clan Raimi que abandonaría el barco para quedarse exclusivamente con los hermanos.
Vi "El gran salto" en una sala considerada "de arte y ensayo", lugar de peregrinaje para los fracasados escarceos con el mainstream de cineastas, hasta entonces, considerados minoritarios (ocurrió también con Kevin Smith y su "Mallrats"). Lo comento por el par de anécdotas conjuntas. El "tío de la puerta" resultó ser un viejo compañero de EGB. Así que me dejó entrar gratis. Mientras charlaba con él, apareció un ya entonces reputado crítico de cine,"gurú" de la cultura popular, habitual de las páginas de "Fotogramas". Le conocía personalmente por senda ocasión pasada y creyó que andaba camelando al responsable del cine para entrar por la pati. Terminado el film, volvimos a encontrarnos (digo el crítico y yo). Preguntó que qué me había parecido. "Psé" esputé yo. "A ti es que no te gusta nada" contestó. Entonces me escaseó el ingenio, pero lo suyo habría sido contraatacar con: "Pues a tenor de tu trabajo, ¡a ti te gusta todo!".
Sí, "El gran salto" no me convenció en su momento. La encontré demasiado convencional, dentro de lo que es, y medianamente previsible, considerando lo poco que eso suele darse en el cine Coeaniano (una de sus mayores virtudes, añado con admiración). Son las secuencias a base de pura narrativa visual, dinamismo e inventiva chorreante, las que se quedan grabadas en la retina. Me vienen a la mente la del "ataque de risa conjunto" y, sobre todo, la del hula-hoop. Decir que -nuevamente según el libro- fue Sam Raimi quien se encargó de dirigir esta última, en plan segunda unidad.
Consumida hace escasos días, "El gran salto" me resultó muy buenrollera y agradable, aunque sí es cierto que, a ratos, su estultismo deliberado cargaba un poco las tintas en plan "no, no es tan gracioso". Pero, ¡ei!, tampoco diré nada malo. Si buscas evasión saludable, sobra y basta.
Epílogo: Gracias al libro, me he reconciliado con algunas de mis menos favoritas películas de los hermanos, caso de "Crueldad Intolerable" (de "imposible de terminar" ha pasado a amena y dinámica) o "Quemar después de leer", y también ha sido útil para redescubrir tantas otras ("El hombre que nunca estuvo allí", "A propósito de Llewyn Davis"...). Por todo ello, Joel y Ethan han ascendido unos cuantos puestos en mi actual lista de cineastas favoritos.
lunes, 26 de diciembre de 2022
I WANNA DANCE WITH SOMEBODY
Se ha estrenado recientemente, con más pena que gloria, un biopic sobre Whitney Houston cuya frase promocional reza: “Del escritor de “Bohemian Rapsody”. Esa es su baza fuerte, su gancho: el guionista de uno de los biopics más exitosos de los últimos años porque por lo demás hay poco que promocionar. Y no me extraña, más teniendo en cuenta que la protagonista, la actriz que da vida a la Houston, Naomi Ackie, se le parece tanto como un huevo a una castaña.
Recientemente visionada esta “I Wanna Dance With Somebody” (título demasiado largo para no haber sido traducido, por cierto) en un cine para mí solo (debido posiblemente a que la vi en una matinal en nochebuena), no pude entrar de lleno en la película precisamente porque la Ackie no es la Houston. No me transmite nada. De hecho, me tiro toda la película pensando en lo mucho que se parece esta chica a Angela Bassett, porque a esta sí que se parece. Y así no hay forma de conectar con la historia.
¿La peli? Se deja ver, tampoco voy a decir que es un zurullo, pero se rige tanto por los clichés del biopic que casi acaba pareciendo una broma: Dos horas y media en las que se nos cuenta —fatalmente ambientada— el auge y caída de Whitney Houston, haciendo una parada ya sea recreando un vídeoclip, ya sea recreando una actuación, en cada uno de sus éxitos más reconocibles, sumando a eso la concepción en el estudio de sus canciones más emblemáticas, como en “Bohemian Rhapsody” o “Rocket Man” o “Streight Outta Compton”. Todo ello con un presupuesto medio que hace que la película no acabe funcionando del todo y pasando de puntillas por los pasajes más escabrosos —y bien conocidos— en torno a su brutal y destructiva adicción al crack. Todo eso se muestra de manera muy sutil, tanto, hace parecer que las adicciones de Whitney, que eran terminales, casi carezcan de importancia.
Sin embargo, es una película muy de nuestra época, muy hipócrita y complaciente con el “buenismo” imperante en nuestros días, y si bien no vemos una clara decadencia en los pasajes dedicados a su drogodependencia, tampoco vemos ni una sola escena en la que Bobby Brown la maltrate, cosa que es vox populi que también sucedía. Eso sí, la película insinúa, desde el minuto uno, la relación homosexual que la Houston mantenía con su asistente creativa, Robyn Crawford, sacando así a Whitney del armario cuando esta toda su puta vida había permanecido dentro. Ahora hay que visibilizarlo, claro. Como se degrada con el crack no, como Brown le curtía el lomo tampoco, pero su lesbianismo sí. De hecho aquí no hay sutileza, se nos muestra a capón, con toda normalidad… tampoco se jacta de ello, aunque la artista en vida ocultó ese detalle celosamente. Probablemente se fue con el secreto a la tumba, pero la película nos lo anuncia, decidiendo por alguien que ya no puede decidir. Solo por colgarse algún tipo de medallita. El concepto “woke”, ya saben.
Como fuere, la película tiene un serio problema de ritmo y va desgranando la vida de la Houston a toda leche, sin centrarse en profundidad en ningún aspecto y haciendo que dos horas y media de metraje se queden cortas. Como si faltaran mogollón de momentos en esta biografía. Pero, sin más, como ya he dicho se deja ver.
Obviamente no es el primer material autobiográfico sobre la vida de Whitney que llega a las pantallas, tenemos por un lado el sensacional documental de Netflix titulado “Whitney” y el biopic telefílmico para Lifetime, dirigido por la anteriormente citada Angela Bassett, titulado exactamente igual: “Whitney”.
Lo curioso del asunto es que, siendo esta la versión mainstream de la vida de Whitney Houston, resulta infinitamente mejor el telefilme al que acabo de hacer referencia, verdaderamente entretenido e interesante, y que, igual de blanco que la película recién estrenada, al menos tiene más chicha. “I Wanna Dance With Somebody” no es una superproducción, y en la línea de otros biopics recientes como el de Aretha Franklyn, “Respect”, apenas llega a los 50 millones de presupuesto. Bien, pues el telefilme de Lifetime, que no habrá ni sobrepasado los 10 millones, hace a esta película parecer barata. Si han de ver solo uno de estos biopics, vean el de la Bassett.
Por lo demás, “I Wanna Dance With Somebody” no tiene lo que vulgarmente se llama un reparto de campañillas, pero la presencia de Stanley Tucci interpretando al productor musical Clive Davis, le da algo de empaque al conjunto, porque Tucci está de cojones.
Dirige la orquesta Kasi Lemmons, directora negra y actriz que con un par de películas menores en su currículum, se hace fuerte con series televisivas donde dirige capítulos de “Luke Cage” o “Women of the movement”, hasta llegar al título que nos ocupa del que, en adelante, no se va a hablar demasiado. Qué lástima que un personaje tan potente como Houston no tenga un biopic al menos tan grande como sus éxitos.
Recientemente visionada esta “I Wanna Dance With Somebody” (título demasiado largo para no haber sido traducido, por cierto) en un cine para mí solo (debido posiblemente a que la vi en una matinal en nochebuena), no pude entrar de lleno en la película precisamente porque la Ackie no es la Houston. No me transmite nada. De hecho, me tiro toda la película pensando en lo mucho que se parece esta chica a Angela Bassett, porque a esta sí que se parece. Y así no hay forma de conectar con la historia.
¿La peli? Se deja ver, tampoco voy a decir que es un zurullo, pero se rige tanto por los clichés del biopic que casi acaba pareciendo una broma: Dos horas y media en las que se nos cuenta —fatalmente ambientada— el auge y caída de Whitney Houston, haciendo una parada ya sea recreando un vídeoclip, ya sea recreando una actuación, en cada uno de sus éxitos más reconocibles, sumando a eso la concepción en el estudio de sus canciones más emblemáticas, como en “Bohemian Rhapsody” o “Rocket Man” o “Streight Outta Compton”. Todo ello con un presupuesto medio que hace que la película no acabe funcionando del todo y pasando de puntillas por los pasajes más escabrosos —y bien conocidos— en torno a su brutal y destructiva adicción al crack. Todo eso se muestra de manera muy sutil, tanto, hace parecer que las adicciones de Whitney, que eran terminales, casi carezcan de importancia.
Sin embargo, es una película muy de nuestra época, muy hipócrita y complaciente con el “buenismo” imperante en nuestros días, y si bien no vemos una clara decadencia en los pasajes dedicados a su drogodependencia, tampoco vemos ni una sola escena en la que Bobby Brown la maltrate, cosa que es vox populi que también sucedía. Eso sí, la película insinúa, desde el minuto uno, la relación homosexual que la Houston mantenía con su asistente creativa, Robyn Crawford, sacando así a Whitney del armario cuando esta toda su puta vida había permanecido dentro. Ahora hay que visibilizarlo, claro. Como se degrada con el crack no, como Brown le curtía el lomo tampoco, pero su lesbianismo sí. De hecho aquí no hay sutileza, se nos muestra a capón, con toda normalidad… tampoco se jacta de ello, aunque la artista en vida ocultó ese detalle celosamente. Probablemente se fue con el secreto a la tumba, pero la película nos lo anuncia, decidiendo por alguien que ya no puede decidir. Solo por colgarse algún tipo de medallita. El concepto “woke”, ya saben.
Como fuere, la película tiene un serio problema de ritmo y va desgranando la vida de la Houston a toda leche, sin centrarse en profundidad en ningún aspecto y haciendo que dos horas y media de metraje se queden cortas. Como si faltaran mogollón de momentos en esta biografía. Pero, sin más, como ya he dicho se deja ver.
Obviamente no es el primer material autobiográfico sobre la vida de Whitney que llega a las pantallas, tenemos por un lado el sensacional documental de Netflix titulado “Whitney” y el biopic telefílmico para Lifetime, dirigido por la anteriormente citada Angela Bassett, titulado exactamente igual: “Whitney”.
Lo curioso del asunto es que, siendo esta la versión mainstream de la vida de Whitney Houston, resulta infinitamente mejor el telefilme al que acabo de hacer referencia, verdaderamente entretenido e interesante, y que, igual de blanco que la película recién estrenada, al menos tiene más chicha. “I Wanna Dance With Somebody” no es una superproducción, y en la línea de otros biopics recientes como el de Aretha Franklyn, “Respect”, apenas llega a los 50 millones de presupuesto. Bien, pues el telefilme de Lifetime, que no habrá ni sobrepasado los 10 millones, hace a esta película parecer barata. Si han de ver solo uno de estos biopics, vean el de la Bassett.
Por lo demás, “I Wanna Dance With Somebody” no tiene lo que vulgarmente se llama un reparto de campañillas, pero la presencia de Stanley Tucci interpretando al productor musical Clive Davis, le da algo de empaque al conjunto, porque Tucci está de cojones.
Dirige la orquesta Kasi Lemmons, directora negra y actriz que con un par de películas menores en su currículum, se hace fuerte con series televisivas donde dirige capítulos de “Luke Cage” o “Women of the movement”, hasta llegar al título que nos ocupa del que, en adelante, no se va a hablar demasiado. Qué lástima que un personaje tan potente como Houston no tenga un biopic al menos tan grande como sus éxitos.
viernes, 23 de septiembre de 2022
Y SI NO, NOS ENFADAMOS (2022)
Antes de que se estrenase siquiera, el sector rancio del fandom que le ha tocado padecer a Bud Spencer y Terence Hill, ya echaba pestes sobre la idea de que se lanzase un remake del clásico “Y si no, nos enfadamos”. Esputaban bilis como los pedazo de retrasados mentales que son.
A mí, de primeras, no me pareció mal del todo, un remake de una película de Bud Spencer y Terence Hill y que para más inri no tuviera nada que ver con el binomio Trinidad… me hacía cierta gracia la idea. El único problema al que me enfrentaba con respecto a este peliagudo tema, era la manera en la que lo abordarían, porque no creo que “Y si no, nos enfadamos” sea un producto fácil de remakear precisamente. Pero lo último que se pierde es la esperanza.
Al final hay que darle la razón a todos estos tontos del culo por sus capacidades para la clarividencia, porque el resultado de esto es poco menos que una abominación. Todo mal. Pero yo digo todo esto tras ver la película, no antes, porque al contrario que ellos yo no soy adivino.
La cosa, producida para Netflix, es una especie de de secuela/remake de la película dirigida por Marcelo Fondato en 1974 que nos sitúa en un extraño lugar costero. Una breve introducción nos resume lo acontecido en la película original y nos presenta a unos dobles de Terence Hill y Bud Spencer tras unas vidrieras —para que no podamos distinguirlos bien— discutiendo sobre la autoría del mini bólido rojo y con capota amarilla que era objeto de deseo y conflicto en la primera película. Y resulta que han pasado algunos años y han tenido hijos que son exactamente igual que ellos. Mientras ellos discuten, a los niños no se les ocurre otra cosa que conducir el mini bólido, hasta que unos tipos que piden ayuda en la carretera les roban el cochecito, generando así la enemistad entre ellos. De este modo se traslada la acción a la actualidad, los niños ya son mayores, y se repite, punto por punto, el argumento del “Y si no, nos enfadamos” primigenio recreando de nuevo todos los momentos míticos y los arquetipos, no ya de la película en sí, si no de todo el cine de Hill/ Spencer (a saber; salchichas y cerveza, el rally inicial, el duelo de las motos, los macarras chungos, pero muy tontos…), omitiendo, sin embargo, las secuencias más complicados de rodar a día de hoy, esto es, persecuciones y peleas que conllevan una mayor elaboración. Cambian personajes y situaciones y listo, habemus filme. Eso sí, el tema de “Dune Buggy”, el “Coro dei Pompieri” (ya saben… lalalalalala, lalalalalala…) y todo lo que ha de estar, está, no sea que la platea cincuentona no asocie y se cabree.
El problema de la película, a parte de ser hiper aburrida, reside en que la dirección se la han encomendado a un par de directores nacidos en el año 86, Niccoló Celaia y Antonio Usbergo, conocidos como dupla con el irritante nombre de YouNuts!, que son populares por dirigir videoclips de música urbana —trap y esas cosas—, ergo, sus gustos e influencias, más allá de que por edad lo que les ha tocado remakear les pilla un poco fuera de época, son los propios de un millenial; esta gente ha visto más series que películas. Entonces lo que tenemos aquí no llega ni a ser un ejercicio de nostalgia posmoderno, porque los directores son demasiado jóvenes para que les pille el posmodernismo.
“Y si no, nos enfadamos 2022” es una película sobreproducida, con un exceso total de planos aéreos, steadys y cámaras lentas en las peleas. Pero lo más excesivo es que se gasta un look a medio camino entre una película de Rob Zombie y otra de Tarantino, que verdaderamente tira de espaldas. Un daño colateral si quienes dirigen son atolondrados treintañeros. Pero esta es la opinión de un señor de mediana edad con mogollón de prejuicios a la hora de enfrentarse a según que productos, aún así, procurando ser objetivo, diré que si esto no fuera un remake de una película de Bud Spencer y Terence Hill de los que tampoco soy fan, fan, fan acérrimo, pecaría de esas mismas fallas de novato: Mucho aspaviento, mucho montaje, y querer parecerse a Tarantino. En definitiva, puta mierda.
En el reparto, el sosias de Bud Spencer es Edoardo Pesce, un actor de los de nueva hornada que ha ganado premios por aparecer en películas de Matteo Garrone, es en realidad un guaperas con la cara un poco redonda que ha tenido que engordar un poquitín (muy poco) para parecerse al bueno de Bud, mientras que para dar vida al trasunto de Terence Hill tenemos a Alessandro Roja del que podemos decir más o menos lo mismo que de Pesce. Ambos, además, son populares por intervenir en la serie de gran audiencia en Italia, “Roma criminal”. Y por supuesto, no puede faltar en una comedia italiana que se precie Christian De Sica, dando vida al malo malísimo —y megalomaníaco— de toda esta historia y cuya presencia se antoja ya, a estas alturas, una parodia de sí mismo. Con todo, esa misma presencia es al final lo mejor de una película destinada a ser odiada de por vida. O peor aún, olvidada en pocos meses.
A mí, de primeras, no me pareció mal del todo, un remake de una película de Bud Spencer y Terence Hill y que para más inri no tuviera nada que ver con el binomio Trinidad… me hacía cierta gracia la idea. El único problema al que me enfrentaba con respecto a este peliagudo tema, era la manera en la que lo abordarían, porque no creo que “Y si no, nos enfadamos” sea un producto fácil de remakear precisamente. Pero lo último que se pierde es la esperanza.
Al final hay que darle la razón a todos estos tontos del culo por sus capacidades para la clarividencia, porque el resultado de esto es poco menos que una abominación. Todo mal. Pero yo digo todo esto tras ver la película, no antes, porque al contrario que ellos yo no soy adivino.
La cosa, producida para Netflix, es una especie de de secuela/remake de la película dirigida por Marcelo Fondato en 1974 que nos sitúa en un extraño lugar costero. Una breve introducción nos resume lo acontecido en la película original y nos presenta a unos dobles de Terence Hill y Bud Spencer tras unas vidrieras —para que no podamos distinguirlos bien— discutiendo sobre la autoría del mini bólido rojo y con capota amarilla que era objeto de deseo y conflicto en la primera película. Y resulta que han pasado algunos años y han tenido hijos que son exactamente igual que ellos. Mientras ellos discuten, a los niños no se les ocurre otra cosa que conducir el mini bólido, hasta que unos tipos que piden ayuda en la carretera les roban el cochecito, generando así la enemistad entre ellos. De este modo se traslada la acción a la actualidad, los niños ya son mayores, y se repite, punto por punto, el argumento del “Y si no, nos enfadamos” primigenio recreando de nuevo todos los momentos míticos y los arquetipos, no ya de la película en sí, si no de todo el cine de Hill/ Spencer (a saber; salchichas y cerveza, el rally inicial, el duelo de las motos, los macarras chungos, pero muy tontos…), omitiendo, sin embargo, las secuencias más complicados de rodar a día de hoy, esto es, persecuciones y peleas que conllevan una mayor elaboración. Cambian personajes y situaciones y listo, habemus filme. Eso sí, el tema de “Dune Buggy”, el “Coro dei Pompieri” (ya saben… lalalalalala, lalalalalala…) y todo lo que ha de estar, está, no sea que la platea cincuentona no asocie y se cabree.
El problema de la película, a parte de ser hiper aburrida, reside en que la dirección se la han encomendado a un par de directores nacidos en el año 86, Niccoló Celaia y Antonio Usbergo, conocidos como dupla con el irritante nombre de YouNuts!, que son populares por dirigir videoclips de música urbana —trap y esas cosas—, ergo, sus gustos e influencias, más allá de que por edad lo que les ha tocado remakear les pilla un poco fuera de época, son los propios de un millenial; esta gente ha visto más series que películas. Entonces lo que tenemos aquí no llega ni a ser un ejercicio de nostalgia posmoderno, porque los directores son demasiado jóvenes para que les pille el posmodernismo.
“Y si no, nos enfadamos 2022” es una película sobreproducida, con un exceso total de planos aéreos, steadys y cámaras lentas en las peleas. Pero lo más excesivo es que se gasta un look a medio camino entre una película de Rob Zombie y otra de Tarantino, que verdaderamente tira de espaldas. Un daño colateral si quienes dirigen son atolondrados treintañeros. Pero esta es la opinión de un señor de mediana edad con mogollón de prejuicios a la hora de enfrentarse a según que productos, aún así, procurando ser objetivo, diré que si esto no fuera un remake de una película de Bud Spencer y Terence Hill de los que tampoco soy fan, fan, fan acérrimo, pecaría de esas mismas fallas de novato: Mucho aspaviento, mucho montaje, y querer parecerse a Tarantino. En definitiva, puta mierda.
En el reparto, el sosias de Bud Spencer es Edoardo Pesce, un actor de los de nueva hornada que ha ganado premios por aparecer en películas de Matteo Garrone, es en realidad un guaperas con la cara un poco redonda que ha tenido que engordar un poquitín (muy poco) para parecerse al bueno de Bud, mientras que para dar vida al trasunto de Terence Hill tenemos a Alessandro Roja del que podemos decir más o menos lo mismo que de Pesce. Ambos, además, son populares por intervenir en la serie de gran audiencia en Italia, “Roma criminal”. Y por supuesto, no puede faltar en una comedia italiana que se precie Christian De Sica, dando vida al malo malísimo —y megalomaníaco— de toda esta historia y cuya presencia se antoja ya, a estas alturas, una parodia de sí mismo. Con todo, esa misma presencia es al final lo mejor de una película destinada a ser odiada de por vida. O peor aún, olvidada en pocos meses.
lunes, 28 de diciembre de 2015
A VERY MURRAY CHRISTMAS

Así, Bill Murray en un ejercicio de megalomanía, lo que nos
propone es un “Hollyday Special” –o mejor, una parodia- como los que se hacían
en la televisión americana allá por los años 50, en los que una estrella en alza,
el Bing Crosby de turno nos ofrecía todo tipo de actuaciones de variedades
mientras él cantaba, al piano, libres
versiones de los villancicos populares clásicos americanos. Para que me
entiendan ¿saben los especiales de Navidad de Raphael todas las nochebuenas?
Pues esto es exactamente lo mismo, solo que para la ocasión el anfitrión es
Bill Murray que se pega la machada de cantarse tropecientos villancicos de las
más variopintas maneras, y haciéndose acompañar de amigos del mundo de la
farándula en algunos de ellos. Así, vamos viendo desfilar por la pantalla a
gente, gentuza y gentucilla de la talla de Miley Cyrus, Chris Rock, Paul
Shaffer, Michael Cera, Jason Schwartzman, Maya Rudolph o George Clooney que se
convierte en el principal chiste de la función.
La cosa está en que se introduce una ficción en la que,
debido a una tormenta, Bill Murray y un grupo de personas se quedan encerrados
en el hotel desde donde se emitirá en especial Navidad que el actor pretende
grabar y, ya que están, se lo marcan ahí mismo, off cameras.
Bien, pues una vez satisfecha la curiosidad inicial, y
aunque tampoco se convierte en una cosa
insoportable, la verdad es que ver un especial navideño de Bill Murray, tampoco
es que sea una cosa extremadamente divertida. Es más, a mí me ha resultado
bastante coñazo, y quitando uno o dos gags insertados ahí porque, como es Bill
Murray, tiene que soltar alguna gracieta, resulta bastante poco gracioso y
hasta poco edulcorado, para mi gusto, para tratarse de un producto navideño.
Vamos, que es bastante mierdosillo y no tiene tono navideño, a pesar del
numerito inicial con Miles Cyrus y Clooney, ahí con el fondo blanco en plan
“Blanca Navidad”.
La coherencia llega con los títulos de crédito cuando vemos
que la directora es Sofia Coppola, a la cual se le encarga este vehículo de
lucimiento para su amigo Murray al que ya dirigió en “Lost in traslation”. Que
sabrá esta directora, moderna y pasto del hipsterío más repugnante, sobre un
buen especial de Navidad.
viernes, 20 de enero de 2023
THE DIABOLICAL
A estas alturas de la vida no deja de sorprenderme cómo —creyendo yo que me las se todas— acabo picando con cualquier mierda de película con tan solo ver un cartel. “The diabolical” en todo caso no tiene más que eso, un cartel. Encima uno bien posmoderno que intenta recrear, para más inri, el estilo de los slashers ochenteros cuando en realidad se trata de una película de casas encantadas. Algo que se supone que estoy entrenado para detectar. Pues nada más ver el cartel, le di al play con un contundente y erróneo pensamiento: “Esta tiene buena pinta”.
“The diabolical” cuenta la historia de la madre de dos cabezones que, soltera, vive en una casa adosada bastante tocha. Sin venir demasiado a cuento, la madre y los hijos comienzan a ser víctimas de fenómenos paranormales, por norma general, un individuo deforme y calvo que se arranca trozos de su cara delante de ellos y cosas así. Lo grave del asunto no es que se les aparezca aparezca, sino que directamente intenta asesinarlos. Así, parapsicólogos llegaran a la casa con la intención de solucionar ese problema sin éxito. Hasta que aparece el novio de nuestra protagonista, profesor de ciencias de uno de sus cabezones, que llena el lugar de parafernalias parapsicológicas y trampas con el fin de capturar esa presencia tan agresiva. El desenlace es tan estúpido y sencillo que provoca en el espectador vergüenza ajena a paladas.
Se trata de una de esas producciones de terror medianas lo suficientemente baratas como para considerarlas amateur, pero a un paso de una producción mainstream gracias al acabado, que ni de lejos llega a un presupuesto que podamos considerar holgado. Una de esas películas que se quedan en tierra de nadie. Mediana.
Por supuesto, el lugar natural de este tipo de films son los festivales de cine en los que languidecen tras un par de pases —en este caso “The diabolical” es pasto del conglomerado del SXSW de Texas—, para después pasar a los consabidos estrenos limitados y, con suerte, acabar su vida comercial en DVD o en canales de pay per view (actualmente las plataformas de streaming), para poco después ser olvidadas para siempre mientras flotan en el ciberespacio.
Lo curioso de todo el asunto, y en particular de esta “The diabolical”, es que aun siendo un producto profundamente mediocre, no tiene mal aspecto. Si no fuera por la cadencia, la incapacidad absoluta por envolver al espectador en cualquier tipo de atmósfera y, por ende, de generar miedo, lo cierto es —aunque suene a puto cliché— que posee una estupenda fotografía que por momentos nos hace creer que quizás estamos ante un producto que merece la pena. A los pocos minutos de visionado nos damos cuenta de que veremos justo lo que creemos; En su conjunto, una puta mierda.
El director que le pone ganas (pero poco más) responde al nombre de Alistair Legrand y dispone de una escueta filmografía compuesta en su mayoría por videoclips para grupos intrascendentes, y otro largometraje más, “Clinical”, esta vez concibiendo un producto original para Netflix. Y ¡venga peliculillas a cubos!
En el reparto tenemos como protagonista principal a Ali Larter, que comenzó su carrera con más o menos tino en cosas trascendentes tipo “House of Haunted Hill”, “Destino Final” o “Una rubia muy legal”, para con los años acabar haciendo papeles a duras penas alimenticios como “The diabolical” o, más lucrativos, en series de televisión de variado pelaje.
Sin más. El cartel, eso sí, aun siendo un reclamo postmoderno que tira de espaldas de manera hedionda, he de reconocer que es bastante vistoso, bonito y sugerente. La peli, no.
“The diabolical” cuenta la historia de la madre de dos cabezones que, soltera, vive en una casa adosada bastante tocha. Sin venir demasiado a cuento, la madre y los hijos comienzan a ser víctimas de fenómenos paranormales, por norma general, un individuo deforme y calvo que se arranca trozos de su cara delante de ellos y cosas así. Lo grave del asunto no es que se les aparezca aparezca, sino que directamente intenta asesinarlos. Así, parapsicólogos llegaran a la casa con la intención de solucionar ese problema sin éxito. Hasta que aparece el novio de nuestra protagonista, profesor de ciencias de uno de sus cabezones, que llena el lugar de parafernalias parapsicológicas y trampas con el fin de capturar esa presencia tan agresiva. El desenlace es tan estúpido y sencillo que provoca en el espectador vergüenza ajena a paladas.
Se trata de una de esas producciones de terror medianas lo suficientemente baratas como para considerarlas amateur, pero a un paso de una producción mainstream gracias al acabado, que ni de lejos llega a un presupuesto que podamos considerar holgado. Una de esas películas que se quedan en tierra de nadie. Mediana.
Por supuesto, el lugar natural de este tipo de films son los festivales de cine en los que languidecen tras un par de pases —en este caso “The diabolical” es pasto del conglomerado del SXSW de Texas—, para después pasar a los consabidos estrenos limitados y, con suerte, acabar su vida comercial en DVD o en canales de pay per view (actualmente las plataformas de streaming), para poco después ser olvidadas para siempre mientras flotan en el ciberespacio.
Lo curioso de todo el asunto, y en particular de esta “The diabolical”, es que aun siendo un producto profundamente mediocre, no tiene mal aspecto. Si no fuera por la cadencia, la incapacidad absoluta por envolver al espectador en cualquier tipo de atmósfera y, por ende, de generar miedo, lo cierto es —aunque suene a puto cliché— que posee una estupenda fotografía que por momentos nos hace creer que quizás estamos ante un producto que merece la pena. A los pocos minutos de visionado nos damos cuenta de que veremos justo lo que creemos; En su conjunto, una puta mierda.
El director que le pone ganas (pero poco más) responde al nombre de Alistair Legrand y dispone de una escueta filmografía compuesta en su mayoría por videoclips para grupos intrascendentes, y otro largometraje más, “Clinical”, esta vez concibiendo un producto original para Netflix. Y ¡venga peliculillas a cubos!
En el reparto tenemos como protagonista principal a Ali Larter, que comenzó su carrera con más o menos tino en cosas trascendentes tipo “House of Haunted Hill”, “Destino Final” o “Una rubia muy legal”, para con los años acabar haciendo papeles a duras penas alimenticios como “The diabolical” o, más lucrativos, en series de televisión de variado pelaje.
Sin más. El cartel, eso sí, aun siendo un reclamo postmoderno que tira de espaldas de manera hedionda, he de reconocer que es bastante vistoso, bonito y sugerente. La peli, no.
lunes, 5 de junio de 2017
KOPS

Previamente, se proyectó
en el festival de cine de comedi de Peñiscola, y Pablo Carbonell, como
jurado del mismo, afirmó –y de paso hizo una buena publicidad a la película-
que con “Kopps” se había reído más que con todas las demás películas del
festival juntas.
Tal fue la trascendencia de esta cinta, que la “Happy
Madison”, productora del todopoderoso Adam Sandler , tan visionario que
mantiene su relación cinematográfica con Netflix, adquirió los derechos de la
cinta con la firme intención de hacer un remake adaptando el argumento a la
idiosincrasia americana y Sandleriana. Sin embargo, quince años después de su
compra, todavía sigue sin haber noticias al respecto.
Por otro lado decir que el propio título del films es un
chiste al ser “Kopps” la palabra para decir “Cops” en inglés con un fuerte
acento sueco. Cómo si hiciéramos una pelí en España que se titulase “De Polís”
en referencia a “The Police”. ¿Me he explicado bien?
En cualquier caso, la cosa pintaba de lo más desmadrada, y
su exótica procedencia me llamaba la atención.
Cuenta la historia de un pueblecito de algún lugar de Suecia
en el que los Policías pasan el día como buenamente pueden, porque hace miles
de años que en ese tranquilo pueblo no se ha cometido un delito: comiendo
perritos calientes, Gofres, cuando no, sacando vacas que se cuelan en rotondas.
Por lo demás, la vida de estos policías tampoco es muy divertida; uno liga en
páginas de contactos, otro es un flipado de las pelis de polis americanas y el
resto llevan una cómoda vida familiar.
Hasta que un día, el gobierno, con un nuevo plan de
recortes, decide cerrar la comisaría del pueblo dado que, al no haber delitos,
es un gasto inútil, lo que supondría el traslado de estos policías a otras
comisarías del país. Es entonces cuando, con el afán de mantener la comisaría
operativa, comienzan ellos a cometer
delitos que por otro lado solucionarán. Hasta que un buen día, uno de esos
delitos se va de madre y las cosas se complicarán.
La película se deja ver tranquilamente, es curiosa y
entretenida, pero tiene muy poco de alocada. Es más, en mi fuero interno, yo no
calificaría a “Kopps” de comedia. No sabría como definirla. Lo cierto es que es
más parecida a una comedia de los hermanos Coen que a una de lo Farrelly.
Tiene más similitudes con “Fargo” que con “Loca Academia de Policia”. Pero
además, parece que la comedia Sueca ya es de por sí serena, ya que, en un par
de escenas en las que se les va de las manos el asunto cómico –con la enésima
parodia a “Matrix” y Neo esquivando las balas- lo hace siempre dentro de las
ensoñaciones o delirios de uno de los protagonistas, para que así, no se joda
el tono realista del resto de la cinta.
En cualquier caso, la película está bien, pero no ha
motivado mi posterior interés por los Suecos ni por sus comedias.
En cuanto a sus protagonistas, el que más bis cómica tiene
es un tal Fares Fares, mientras que el resto, más comedidos, tienen nombres
impronunciables para mí. Ahora el descubrimiento de la película, por lo que
bien merece la pena el visionado, está en la actriz Eva Röse; probablemente,
una de las mujeres más guapas que se han visto en pantalla.
Dirige la cinta, Josef Fares.
sábado, 6 de julio de 2024
BIG LEGEND
Hace un tiempo comentaba mi última y perversa afición: Escuchar música tirando de películas con pinta mierdosa como acompañamiento visual, por aquello de sacrificar diálogos y sonidos sin sentirme culpable. Eventualmente continúo practicándola y, en general, sigue siendo un pasatiempo de lo más ameno. Pero el otro día, buscando un largometraje adecuado, ocurrió algo curioso. Elegí "Big Legend", producto "indie" del 2018 sobre un tipo al que el bigfoot le asesina la novia y, tras unos meses en el loquero, decide armarse y tomarse la revancha, con ayuda de un cazador furtivo. Estaba convencido que sería roña propia de la era digital, esa que tanto abunda por estos mundos plataformeros de dios. Sin embargo, los primeros minutos resultaron algo mejores de lo esperado: Una pareja de enamorados retoza alegremente por unos bosques muy bellos, y muy bien fotografiados. Llegada la noche y, metidos en su tienda de campaña, son acosados por el "monstro" de manera incluso levemente inquietante. Comencé a dejar de prestar atención a las canciones, detuve la música y decidí centrarme en la película.
Aunque resulte casi un chiste predecible, al final lo mejor de "Big Legend" está, justo, en esos primeros quince minutos. El resto consiste en abundante diálogo y momentos muertos de caminatas bosquiles. Suerte que estos, como decía, son muy bonitos de ver (especialmente esos árboles rebozados en musgo) y, sí, al responsable de la fotografía le sobra capacidad. Vale, un buen guion es siempre lo más importante. También contribuyen unos actores solventes (y nada que lamentar de los protagonistas del "film" reseñado). Pero el empaque visual, como ven, ayuda. Principio que siempre defendió John Carpenter, de ahí su encabezonamiento en destinar buena parte de los escasos cuartos disponibles a una cámara más que decente para inmortalizar "La noche de Halloween". Obviamente, hablamos de cine comercial, con aspiraciones de atraer a cuanta más plebe, mejor.
En lo referente a elementos "exploitativos", "Big Legend" cojea. El bicho -de aspecto digno- sale poco, y la sangre no abunda. Resumiendo: es una película sosa, más bien plomiza, pero no ofende. Hay basura muchísimo peor ahí fuera.
Y como es toda una costumbre en esta clase de materia, se recurre al fichaje -en roles segundones- de nombres de cierta solera para el fandom. Una estrategia algo pestilente, pero que aceptas deportivamente. Hablamos de Amanda Wyss, la "Tina" del "Pesadilla en Elm Street" original, dando vida a una doctora. Adrienne Barbeau -que no necesita presentación- como madre del protagonista en una interpretación con mucha carga emocional. Siempre que veo a estos actores "condenados" ejercer un papel más "serio y dramático" de lo habitual, a base de diálogo, sin gritos, ni enfrentarse a bestias cavernosas, ni enseñar pechuga, no puedo evitar pensar lo mucho que estarán disfrutando -pudiendo, por fin, actuar de verdad- y, a la vez, sentir algo de pena por ello/as. Y, finalmente, el omnipresente Lance Henriksen en un desenlace que pretende asemejarse a lo que hacía "Marvel Studios" en 2018 (¡¡buenos tiempos!!) pero en plan ultra-humilde. Aparece encasquetado en una silla de ruedas, dando vida al jefazo de un clan de cazadores dispuestos a acabar con el bigfoot e intentando convencer al protagonista para que se una a la causa. Todo ello justo antes de anunciar una secuela que, de momento, no se ha materializado. ¿¿A caso Justin Lee, director y guionista, intentaba demostrar a los gerifaltes de "Marvel" que era bien capaz de introducirse en sus filas?? A saber. Lo único obvio aquí es su condición de "carne de cañón" de la era digital, con un puñadito de largometrajes en su haber de los que, así a rasgos generales, nadie ha tenido mucha noticia. Hay terror, sí, pero también western y algún drama. Entre el mogollón destaca una supuesta serie titulada "Resident Evil: Welcome to Raccoon City". Sin embargo, nada tiene que ver con la que produjo "Netflix". Tampoco con la película de Johannes Roberts. Además, únicamente existe un capítulo. ¿¿Intentaba Lee venderle la moto a alguna cadena?? ¿¿Producto "fan made"?? Ni puñetera idea, oiga.
Aunque resulte casi un chiste predecible, al final lo mejor de "Big Legend" está, justo, en esos primeros quince minutos. El resto consiste en abundante diálogo y momentos muertos de caminatas bosquiles. Suerte que estos, como decía, son muy bonitos de ver (especialmente esos árboles rebozados en musgo) y, sí, al responsable de la fotografía le sobra capacidad. Vale, un buen guion es siempre lo más importante. También contribuyen unos actores solventes (y nada que lamentar de los protagonistas del "film" reseñado). Pero el empaque visual, como ven, ayuda. Principio que siempre defendió John Carpenter, de ahí su encabezonamiento en destinar buena parte de los escasos cuartos disponibles a una cámara más que decente para inmortalizar "La noche de Halloween". Obviamente, hablamos de cine comercial, con aspiraciones de atraer a cuanta más plebe, mejor.
En lo referente a elementos "exploitativos", "Big Legend" cojea. El bicho -de aspecto digno- sale poco, y la sangre no abunda. Resumiendo: es una película sosa, más bien plomiza, pero no ofende. Hay basura muchísimo peor ahí fuera.
Y como es toda una costumbre en esta clase de materia, se recurre al fichaje -en roles segundones- de nombres de cierta solera para el fandom. Una estrategia algo pestilente, pero que aceptas deportivamente. Hablamos de Amanda Wyss, la "Tina" del "Pesadilla en Elm Street" original, dando vida a una doctora. Adrienne Barbeau -que no necesita presentación- como madre del protagonista en una interpretación con mucha carga emocional. Siempre que veo a estos actores "condenados" ejercer un papel más "serio y dramático" de lo habitual, a base de diálogo, sin gritos, ni enfrentarse a bestias cavernosas, ni enseñar pechuga, no puedo evitar pensar lo mucho que estarán disfrutando -pudiendo, por fin, actuar de verdad- y, a la vez, sentir algo de pena por ello/as. Y, finalmente, el omnipresente Lance Henriksen en un desenlace que pretende asemejarse a lo que hacía "Marvel Studios" en 2018 (¡¡buenos tiempos!!) pero en plan ultra-humilde. Aparece encasquetado en una silla de ruedas, dando vida al jefazo de un clan de cazadores dispuestos a acabar con el bigfoot e intentando convencer al protagonista para que se una a la causa. Todo ello justo antes de anunciar una secuela que, de momento, no se ha materializado. ¿¿A caso Justin Lee, director y guionista, intentaba demostrar a los gerifaltes de "Marvel" que era bien capaz de introducirse en sus filas?? A saber. Lo único obvio aquí es su condición de "carne de cañón" de la era digital, con un puñadito de largometrajes en su haber de los que, así a rasgos generales, nadie ha tenido mucha noticia. Hay terror, sí, pero también western y algún drama. Entre el mogollón destaca una supuesta serie titulada "Resident Evil: Welcome to Raccoon City". Sin embargo, nada tiene que ver con la que produjo "Netflix". Tampoco con la película de Johannes Roberts. Además, únicamente existe un capítulo. ¿¿Intentaba Lee venderle la moto a alguna cadena?? ¿¿Producto "fan made"?? Ni puñetera idea, oiga.
sábado, 12 de marzo de 2022
SESIÓN DOBLE: CAZAFANTASMAS, MÁS ALLÁ + LA MATANZA DE TEXAS 2022
CAZAFANTASMAS, MÁS ALLÁ: Los gerifaltes de Hollywood llevaban años intentando levantar una tardía tercera entrega de "Los Cazafantasmas", pero su protagonista de mayor enjundia, Bill Murray, solía negarse aludiendo que nadie querría ver a unos señores de avanza edad dedicados a tan sobrenatural tarea. Bien, a pesar de ello, y de la muerte de Harold Ramis que, teóricamente, arrasaba con toda posibilidad de un "Ghostbusters 3" oficial, finalmente ocurría, nacía "Cazafantasmas: Más allá" y Murray accedía a firmar (aunque contara con más años que cuando rechazó todas las propuestas previas). Los motivos diría que fueron sentimentales: la muerte de Ramis -ampliamente homenajeado en la película- y la implicación de Ivan (que en paz descanse) y su hijo Jason Reitman.
En cualquier caso, se trata de un entretenimiento tontaina, agradable y muy bien conectado narrativamente con el clásico de 1984 que, ¡ups!, se va al garete en cuanto, hacia la parte final, asoman el jeto los Cazafantasmas originales. Ahí te das cuenta de la muchísima razón que tenía Murray: Nadie quiere ver ancianos cazando criaturas espectrales. Ya no es la inmensa gordura de Dan Aykroyd (cuya aparición previa, más realista, funciona mejor), son las tremendas arrugas de "Peter Venkman" y su pelo despeinado. Da grima verle. Es todo bastante lamentable y, de hecho, cuando acabó me quedó un poso tristón. Sí, "Cazafantasmas: Más allá" es una película deprimente.
Otro debate consistiría en si era necesario el momento post-créditos -con la presencia de
Sigourney Weaver- donde se "arregla" un gag tirando a políticamente incorrecto del film de origen, cuyo humor cafre y socarrón iba mucho más en consonancia con ese detestado, pero -desde mi punto de vista- bien consumible "Cazafantasmas 2016" protagonizado únicamente por coños, que el tono de aventura Spielbergiana y sentimentalismo de saldo en esta reciente "entrega". Una que, solo espero y deseo, no conozca continuidad.

LA MATANZA DE TEXAS 2022: Lo que diré a continuación no lo provoca la demasiado común Netflix-fobia (en su momento ya expuse cristalinamente que estoy en las antípodas de considerarme enemigo de la plataforma, por la que siento gran respeto y simpatía -aunque no sea cliente-). Sin embargo, tampoco puedo evitar sentenciar que la nueva "Matanza de Texas", apadrinada por ellos, es lo que, popularmente, llamamos un mojón, y de los gordos. Un film aburrido como el demonio e incapaz de despertar emociones, ni miedo, ni suspense, ni la más mínima empatía con sus inocuos personajes.
En cualquier caso, se trata de un entretenimiento tontaina, agradable y muy bien conectado narrativamente con el clásico de 1984 que, ¡ups!, se va al garete en cuanto, hacia la parte final, asoman el jeto los Cazafantasmas originales. Ahí te das cuenta de la muchísima razón que tenía Murray: Nadie quiere ver ancianos cazando criaturas espectrales. Ya no es la inmensa gordura de Dan Aykroyd (cuya aparición previa, más realista, funciona mejor), son las tremendas arrugas de "Peter Venkman" y su pelo despeinado. Da grima verle. Es todo bastante lamentable y, de hecho, cuando acabó me quedó un poso tristón. Sí, "Cazafantasmas: Más allá" es una película deprimente.
Otro debate consistiría en si era necesario el momento post-créditos -con la presencia de
Sigourney Weaver- donde se "arregla" un gag tirando a políticamente incorrecto del film de origen, cuyo humor cafre y socarrón iba mucho más en consonancia con ese detestado, pero -desde mi punto de vista- bien consumible "Cazafantasmas 2016" protagonizado únicamente por coños, que el tono de aventura Spielbergiana y sentimentalismo de saldo en esta reciente "entrega". Una que, solo espero y deseo, no conozca continuidad.
"La Matanza de Texas 2022" insiste en la idea de separar a Leatherface de la familia, convirtiéndolo en un "Jason Voorhees más del montón", algo que cuando vi por primera vez en la entrega tridimensional me gustó. Pero si lo piensas detenidamente, tal vez no sea una elección tan acertada. Al fin y al cabo, lo del clan de tarados es, justamente, aquello que marca la diferencia de esta saga respecto a otras afines.
Por contra, sí es un error común a todas las secuelas (incluida la dirigida por el mismo Tobe Hooper), el meter borbotones de sangre. Supongo que a los "fans" les entusiasma y motiva que escriban cosas tan positivas de una película tan mala. Digamos que los árboles no les dejan ver el bosque. Pal caso lo traduciríamos como: la tripas no les permiten ver la cruda realidad. Sí, este "Texas 2022" es un festival de gore. Tienes todo el que quieras y más. ¡Ei! me encanta la truculencia bien parida y mejor aplicada... PERO no me basta con ella. Si lo que me cuentas es una mierda, la película resultante seguirá siendo una mierda. FIN.
Creo que ya lo he dicho antes, pero lo repito: No deja de ser paradójico que todo esto lo iniciara un film que pasó a la historia, y dio la vuelta al género convirtiéndose en un absoluto clásico, sin mostrar casi casi ni gota de sangre. Recordemos que la del 74 era sucia, desagradable, malrollera... era muchas cosas, pero no sangrienta. Hooper lograba aterrorizar a la audiencia a base de atmósfera, de jugar con el sonido, de, en definitiva, talento... pero nunca tiraba por lo fácil. Desde entonces, nadie más ha intentado repetir la hazaña. Saben que la plebe demanda hemoglobina y dársela en grandes cantidades funcionará comercialmente. Por eso, a pesar de los años y las entregas, la primera sigue siendo la más espeluznante y, en definitiva, el título de peso que es (fíjense que he usado el término "más espeluznante", no he dicho "mejor", básicamente porque yo prefiero la segunda, aunque soy consciente que queda lejos de ser una obra maestra genuinamente terrorífica -más cuando sabemos que sus perpetradores apuntaban a la sátira antes que al horror puro y duro-)
Por contra, sí es un error común a todas las secuelas (incluida la dirigida por el mismo Tobe Hooper), el meter borbotones de sangre. Supongo que a los "fans" les entusiasma y motiva que escriban cosas tan positivas de una película tan mala. Digamos que los árboles no les dejan ver el bosque. Pal caso lo traduciríamos como: la tripas no les permiten ver la cruda realidad. Sí, este "Texas 2022" es un festival de gore. Tienes todo el que quieras y más. ¡Ei! me encanta la truculencia bien parida y mejor aplicada... PERO no me basta con ella. Si lo que me cuentas es una mierda, la película resultante seguirá siendo una mierda. FIN.
Creo que ya lo he dicho antes, pero lo repito: No deja de ser paradójico que todo esto lo iniciara un film que pasó a la historia, y dio la vuelta al género convirtiéndose en un absoluto clásico, sin mostrar casi casi ni gota de sangre. Recordemos que la del 74 era sucia, desagradable, malrollera... era muchas cosas, pero no sangrienta. Hooper lograba aterrorizar a la audiencia a base de atmósfera, de jugar con el sonido, de, en definitiva, talento... pero nunca tiraba por lo fácil. Desde entonces, nadie más ha intentado repetir la hazaña. Saben que la plebe demanda hemoglobina y dársela en grandes cantidades funcionará comercialmente. Por eso, a pesar de los años y las entregas, la primera sigue siendo la más espeluznante y, en definitiva, el título de peso que es (fíjense que he usado el término "más espeluznante", no he dicho "mejor", básicamente porque yo prefiero la segunda, aunque soy consciente que queda lejos de ser una obra maestra genuinamente terrorífica -más cuando sabemos que sus perpetradores apuntaban a la sátira antes que al horror puro y duro-)
sábado, 3 de agosto de 2019
ESCAPE ROOM
Un poquito de "Saw", otro de "Cube" e incluso un chorrito de "Destino Final". Añade a la mezcla un buen puñado de guita, consecuencia de ir apadrinado por una "major", y obtendrás "Escape Room", intento desesperado por arrastrar a las butacas de los cines los culos milenials echando mano de la nueva tonterida de moda, las mentadas escape rooms.
A una que se anuncia como el copón bendito son invitados un puñado de personajes ultra estereotipados. Los tenemos todos: el yuppie desalmado, el nerd adicto a los vídeo juegos, la chica tímida, el don nadie de mediana edad, etc, etc. El vencedor se llevará un fajo de billetes a casa. Pronto descubren que el juego es más mortal de lo previsto, lo que les obligará a entenderse y unir fuerzas si quieren sobrevivir. Ni falta hace mentar los traumas que todos ellos arrastran, perfectamente aprovechados por los creadores del pasatiempo asesino. Estos últimos son el punto más flojo. Los guionistas no saben cómo terminar la peli y pierden un poco el pedal liando la troca en busca del gran "Cáspita!" final, lo que induce a la aparición de un villano propio del James Bond más "camp".
No es la primera vez que veo una peli en la que se explota el rollo de las escape rooms (¿escaperoomxploitation?), la diferencia es que la otra era una cosa de bajo presupuesto destinada a la tele por cable. La reseñada es más lujosa, y hace gala de un diseño de producción espectacular e imaginativo, además de unos trucajes convincentes. Pero en realidad, ambas cuentan exactamente lo mismo. Solo que "Escape Room" gana en lo que respecta al factor entretenimiento. De Domingo por la tarde, vamos.
El único rostro del reparto que he reconocido es el de Deborah Ann Woll, la "Karen Page" del "Daredevil" según Marvel/Netflix.
El director, Adam Robitel, venía de rodar el pasable found footage "The Taking of Deborah Logan" y la bastante horrible "Insidious : La última llave". Tiene un futuro prometedor en el que asoman una segunda parte de "Escape Room" y un thriller sobrenatural producido por Sam Raimi.
A una que se anuncia como el copón bendito son invitados un puñado de personajes ultra estereotipados. Los tenemos todos: el yuppie desalmado, el nerd adicto a los vídeo juegos, la chica tímida, el don nadie de mediana edad, etc, etc. El vencedor se llevará un fajo de billetes a casa. Pronto descubren que el juego es más mortal de lo previsto, lo que les obligará a entenderse y unir fuerzas si quieren sobrevivir. Ni falta hace mentar los traumas que todos ellos arrastran, perfectamente aprovechados por los creadores del pasatiempo asesino. Estos últimos son el punto más flojo. Los guionistas no saben cómo terminar la peli y pierden un poco el pedal liando la troca en busca del gran "Cáspita!" final, lo que induce a la aparición de un villano propio del James Bond más "camp".
No es la primera vez que veo una peli en la que se explota el rollo de las escape rooms (¿escaperoomxploitation?), la diferencia es que la otra era una cosa de bajo presupuesto destinada a la tele por cable. La reseñada es más lujosa, y hace gala de un diseño de producción espectacular e imaginativo, además de unos trucajes convincentes. Pero en realidad, ambas cuentan exactamente lo mismo. Solo que "Escape Room" gana en lo que respecta al factor entretenimiento. De Domingo por la tarde, vamos.
El único rostro del reparto que he reconocido es el de Deborah Ann Woll, la "Karen Page" del "Daredevil" según Marvel/Netflix.
El director, Adam Robitel, venía de rodar el pasable found footage "The Taking of Deborah Logan" y la bastante horrible "Insidious : La última llave". Tiene un futuro prometedor en el que asoman una segunda parte de "Escape Room" y un thriller sobrenatural producido por Sam Raimi.
lunes, 28 de mayo de 2018
LA PATRULLA DE LOS INMORALES
Robert Aldrich, director de prestigio y responsable de
incontestables clásicos como puedan ser “Doce del patíbulo” o “Veracruz” en la
recta final de su carrera (murió en 1983 por una insuficiencia renal) se
desmelenó sin importarle las
consecuencias. “La patrulla de los inmorales” es la película más nihilista y
salvaje que he visto jamás.
Obviamente, sabía de la existencia del film de marras desde
que era niño, por eso me cuesta tanto creerme como no he podido descubrirla
hasta el presente 2018. Quizás porque se trata de una cinta maldita y olvidada,
una película que, tras su estreno, todas las entidades biempensantes en torno a ella se han
cuidado de darle una visibilidad posteriormente. La película fue un fracaso
absoluto, la crítica se cebó con ella y después tan solo apareció en alquiler
en su época sin que haya habido ninguna reedición. De hecho, en DVD
sigue inédita salvo porque en los USA algunos fans se han hecho con masters lo
suficientemente buenos como para vender la película bajo demanda en DVD-R
casero, como suele pasar con todos estos films malditos tipo “The gong show movie”.
En España, la película se estrenó en salas en 1979 (en los
USA lo hizo en el 77) con una taquilla aceptable de casi 700.000 espectadores y
luego apareció en vídeo de alquiler unos años después, a la vez que “Loca academia de policía” convirtiéndose injustamente en un título más, entre
italianos y apócrifos, a engrosar las listas de las películas a rebufo de la de
Hugh Wilson. Gracias a eso, y a algún pase televisivo, podemos encontrarla en redes P2P sin mayor problema.
Por otro lado, a más de 42 años de su concepción, de repente
aparece en el catálogo de la plataforma digital Netflix, en los USA, durante un
corto periodo de tiempo. Rápidamente, es retirada sin dar más explicaciones ¿Qué ocurre con esta película qué nadie quiere
darle visibilidad? Los blogeros yankis llevan tiempo investigando el por qué se la oculta sin llegar a conclusiones claras (aunque ahora está a la venta y alquiler en Amazon video).
Yo creo que es más sencillo que todo eso. Es una
película libre y antiacadémica, eso es ya más que suficiente para que sea menospreciada, pero si añadimos que sus protagonistas son
sexistas, misóginos, racistas, asesinos y completamente lelos, pero que además,
la película no se posiciona ni critica estas actitudes, sino que tan solo nos
las muestra siendo además esta caterva de salvajes, los héroes de la función,
yo creo que son motivos más que suficientes para que los poseedores de los
derechos la oculten y la entierren en el fango hasta hacerla desaparecer,
máxime con la ola de corrección política que nos asola en la actualidad. Para
más inri, tratado todo desde una perspectiva cómica.
“La patrulla de los inmorales” prescinde de un argumento al
uso para mostrarnos, tan solo, una serie de escenas, una tras otra, en las que
vemos a un grupo de policías comportándose como auténticos garrulos. Abriendo tramas que nunca llegan a concluir, eso sí, sin cortarse en las actitudes
inmorales —muy bien traído el título castellano— ni en lo explícito de la
violencia y el sexo que se nos pueda mostrar. En la recta final, un cuarto de
hora antes de que acabe, si que hay una trama en la que uno de los policías,
traumatizado por la guerra de Vietnam, entra en una situación de pánico y mata,
por accidente, a un homosexual que está en el parque donde este grupo de
policías suele emborracharse tras acabar su jornada. Sus compañeros le tapan.
El jefe de estos, extorsiona a uno de los policías, uno que se va a jubilar,
para que le de los nombres de los agentes que había allí la noche del
suceso, cosa a la que el interfecto se niega. Cuando le amenaza con
retirarle la pensión, da nombres. No diré que ocurre al final, pero sí que
el cuerpo entero de policía aparece retratado como corrupto, todos se salen con
la suya, y aún así, el final es feliz y esperanzador…. Menos para el marica
asesinado. Para más inri, todo concluye con una carcajada por parte
de cada uno de los miembros de esta patrulla de inmorales. No olvidemos
que se trata de una comedia.
Yo creo que, aunque en ningún momento se juzga a los policías, esta película es en realidad una feroz y
provocativa denuncia de los cuerpos policiales, que resulta que —mira tú por
dónde— actúan así en todo el mundo, o incluso peor (huelga decir, que no me
gusta la policía tampoco). Creo que Aldrich fue muy valiente haciendo lo que se
le pasó por los cojones, volviéndose lo que trataba de contar en su contra, al
interpretar los espectadores que estaba haciendo una apología de lo que en
verdad estaba criticando. Les diré por qué.
Resulta que “La patrulla de los inmorales” es la adaptación
cinematográfica de un best seller, la novela “The Choirboys” escrita por Joseph
Wambaugh quién a su vez había firmado el guion de la película. Wambaugh había
sido un policía que en sus ratos libres escribía novelas sobre sus vivencias y
que abandonó el cuerpo para dedicarse a la escritura en cuanto esto le fue
bien. Cuando vio la adaptación de su novela, removió Roma con Santiago para
desvincularse de la misma. Denunció a la producción y consiguió que se retirase
su nombre, alegando que en su novela todos los actos reprobables
de los que hacían gala los policías eran consecuencia de la tensión y
hostilidad a la que debían enfrentarse cada día y que en la película se les pinta
como poco menos que retrasados mentales sin moral alguna. Amén de que Aldrich
había filmado un final que nada tenía que ver con el de la novela. Ganó el
litigio y retiraron su nombre de los créditos.
Al respecto, Robert Aldrich dijo que la novela de Wambaugh
era una novela vulgar, y que en
consecuencia, él había rodado una oda a la vulgaridad.
O sea, que en cierto modo, lo que era amoral era la novela
de Wambaugh y no la película de Aldrich. Lo que si se le puede achacar a
Aldrich es la poca pericia que tuvo para
mostrarnos la película como una crítica pareciendo que es todo lo
contrario. Claro que Robert Aldrich ya había dado señales de sexismo y racismo
con anterioridad. Así que a saber las intenciones con las que está hecha en
verdad. Lo que si que es cierto, es que es una autentica joya, una
comedia como solo se podría haber rodado en los setenta, un catálogo de
atrocidades y, como muy bien dijo Aldrich, una oda a la vulgaridad.
Todo eso sumado al desorden narrativo, lo deslavazado de
todo lo que cuenta, y la crueldad general, le valieron las peores críticas que haya podido tener una
película, que fue tachada de sensacionalista y barata. A mí me ha parecido una
comedia que borda la obra maestra.
Al margen de todo esto, es condenadamente
entretenida, y es tan fiera, pero tan fiera, tan fiera, tan fiera, que la
comedia, los gags, no llegan a funcionar por lo mucho que se pasa de la raya con estos.
Una maravilla.
Además está llena de caras conocidas como las de James Woods, Louis Gosset Jr., Charles Durning o Burt Young.
Estupenda.
En su momento colgué en su correspondiente sección, los pertinentes fotocromos.
En su momento colgué en su correspondiente sección, los pertinentes fotocromos.
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